Arte rupestre, estrategia de resistencia ante la conquista
Reflexionan expertos del Instituto de Investigaciones Estéticas sobre obras coloniales y visiones de los pueblos originarios
Una forma de rebelión y de sintetizar con su propia visión el proceso de conquista, además de ser una expresión creativa en el paisaje, el arte rupestre es parte de una memoria colectiva y abierta al tiempo de los pueblos originarios, sin la presión de conquistadores, señalaron expertos del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE).
Fernando Berrojalbiz Cenigaonaindia y Marie Areti Hers Stutz explicaron que las obras rupestres coloniales muestran cómo fueron reformulados esos paisajes culturales después de la Conquista, la mayoría de las veces como una estrategia de resistencia.
Durante la charla Arte Rupestre Colonial: Artes e Historias Alternativas de la Conquista, como parte del ciclo de conferencias México 500. La Conquista en el Arte Mexicano, los investigadores añadieron que este periodo fue un proceso largo y complejo, que tuvo lugar en diferentes tiempos en las distintas partes del país, y con desarrollos dispares.
“El arte rupestre es un arte abierto al tiempo, que deja visible ante todo la memoria antigua, y sumamente frágil. Puede haberse conservado por siglos o milenios, en gran parte por el olvido, pero en cualquier momento alguien un poco loco puede llegar con aerosol y acabar con todo”, dijo Marie Areti Hers.
Fernando Berrojalbiz agregó que el choque cultural que implicó la llegada de los españoles y el proceso de conquista representó una gran influencia en la forma de plasmar las imágenes, particularmente en el ámbito religioso, cuando la comunicación visual compensaba las dificultades de la comunicación lingüística.
Ante los intentos de imposición de un orden visual, diferentes culturas originarias desarrollaron sus propias respuestas en el peculiar ámbito del paisaje e hicieron múltiples obras de arte rupestre plasmando su explicación de los acontecimientos estremecedores que vivían y con sus propios modos de representarlo.
“Lo hacen por su voluntad y sus necesidades, según sus propios procesos sociales y culturales, no por indicación de los grupos invasores o recién llegados, ni bajo su supervisión, dirección o control”, precisó el especialista del IIE en su sede de Oaxaca.
Al contrario de otras expresiones como códigos coloniales, pinturas murales o esculturas en distintas estructuras coloniales, estas obras (el arte rupestre) están en el lugar para el cual fueron concebidas dentro de la cosmovisión indígena, lugares especiales o sagrados que hablan de las conexiones especiales que tenían estos pueblos con su entorno.
“Este arte depende de que respetemos sitios como estos, no se puede ir solo, se debe ir con alguien que conozca su conservación y sentido”, enfatizó Hers Stutz.
Fernando Berrojalbiz y Marie Areti Hers. Fotos: Víctor Hugo Sánchez.
Tepehuanes y ñahñuh
Para ejemplificar cómo los pueblos originarios expresaron su sentir y pensamiento frente al proceso de conquista y colonización, los expertos mostraron el caso de los pueblos tepehuano, en Durango, y los ñahñuh del Mezquital, en Hidalgo.
Los tepehuanes tuvieron una abierta confrontación con los invasores. En el siglo XVI vivían en lo que hoy es Durango, Zacatecas, Jalisco, Nayarit, Sinaloa y Chihuahua, es uno de esos pueblos de México, pero las menciones que se hacen sobre ellos son exiguas, más allá de las informaciones sobre las rebeliones y guerras que emprendieron y su sometimiento, refirió Berrojalbiz Cenigaonaindia.
El doctor en Filosofía y Letras destacó que en el Cañón de Molino, en Durango, encontró una serie de imágenes rupestres de reducido tamaño, con más de 250 motivos, por lo que sugiere que este arte surgió a raíz de la Conquista, y del contacto con los españoles.
“Encontramos imágenes de la tradición y cultura tepehuana en otros paneles donde predominan elementos europeos, como caballos, relacionados con combates y caballería. Otros paneles mezclan y reformulan elementos cristianos o escenas de un relato místico. Algunas se pueden reconocer como parte importante de mitos que aluden a pasados remotos relacionados con el inframundo.”
En estos grabados, resaltó, se aprecia que una amalgama e intento por conciliar los conocimientos prehispánicos con los nuevos elementos, formas de vida y maneras de entender el mundo, el espacio, y el tiempo, donde incorporan los grandes cambios generados por la Conquista. “La influencia de las culturas coloniales hizo que los tepehuanes miraran a los anteriores con otros ojos, estableciendo nuevos vínculos buscando reactivar las imágenes antiguas para que les ayudaran a conservar sus espacios frente a los españoles”, apuntó.
Hers Stutz mencionó que un caso diametralmente diferente es el de los ñahñuh del Mezquital, un pueblo que nunca fue conquistado, pues se hicieron aliados de los españoles y fueron fundamentales en la colonización del centro norte novohispano.
En la cumbre de Coatepec, sitio mítico donde nació Huitzilopochtli, se encuentran imágenes de arte rupestre que muestran su papel en el mundo mexica y con el templo mayor y grabados de sacrificios humanos. “Este arte tiene características importantes porque tiene una continuidad, lo que hace difícil determinar cuándo un arte es de la época prehispánica o de los siglos XVI o XVII, encontrar un motivo colonial lo hace claro, pero se seguían pintando motivos anteriores, que pudieron haberse inspirado de los códices todavía entrado el periodo de la Colonia”, comentó.
El arte rupestre de los ñahñuh es audaz, aseveró la reconocida arqueóloga, pues no se esconde, las imágenes son muy visibles a la distancia, y su elaboración tiene no sólo connotaciones políticas y religiosas.
“Se aprecia la fusión en imágenes entre venado y Cristo, un tema muy importante en la época prehispánica… La idea de que Cristo siempre ha sido otomí llega al extremo en un pequeño nicho donde se aprecia la serpiente de lluvia, el venado, y protegen a los personajes entre los que destaca un cristo rupestre”, puntualizó.
Uno de los grabados más reconocibles de la cultura otomí se ha llamado el Magnífico, pues presenta una audaz síntesis de dos tiempos divididos por una línea: en la parte superior se aprecia el mundo prehispánico, con el templo mayor y danzas como las que aún hoy en día prevalecen. En la parte de abajo se ve un templo cristiano y el sacrificio de un venado, que es el Cristo-Sol.
Al finalizar, Hers Stutz acentuó que el arte rupestre en el Mezquital permite ver la importancia de esta forma de expresión para las comunidades indígenas ante los profundos cambios que experimentaron y cómo resolvieron sus problemas.
(Con información de Gaceta UNAM)