Meade, preocupado tras encuentro con consejeros de Citibanamex

El contraste fue evidente. Muy notorio cuando salió cada uno de los tres principales candidatos presidenciales tras su encuentro, uno por uno, con los asistentes a la 26 Reunión Plenaria de Consejos Consultivos de Citibanamex, en el hotel Intercontinental de Polanco.

Se vio a un Andrés Manuel López Obrador muy relajado, feliz, bromista con el enjambre de reporteros que lo rodeaban, y agradecido con los funcionarios del grupo financiero porque –dijo en una larga entrevista “banquetera”– le fue “muy, muy bien”.

El tabasqueño fue el segundo en comparecer ante el exigente público económico y financiero.

Antes que él, Ricardo Anaya se las vio primero con los banqueros. Hizo una presentación de 30 minutos y luego contestó preguntas del moderador. De buen semblante, con su clásica sonrisa, sin impostar, también agradeció la “muy buena recepción, verdaderamente cálida”, que le dieron los banqueros.

No convocó el interés de tantos periodistas como el exjefe de Gobierno, y su “banquetera” fue más bien breve.

El último turno fue para José Antonio Meade, que pese a todo no deja de ser el consentido de la crema y nata del sector financiero, aunque al interior de este mismo ya hay quien da por hecho –el propio Citibanamex, por ejemplo– que López Obrador tiene todas las posibilidades de ganar la elección presidencial.

Meade no quiso “banquetera” en los pasillos del hotel sede de la Plenaria de ese grupo financiero. Dio una breve conferencia en un pequeño salón habilitado como sala de prensa.

Pero a diferencia de López Obrador y Anaya, el semblante de Meade era totalmente opuesto. Adusto, visiblemente cansado, con cara de preocupación y falta de convicción. Sin vitalidad. Peor aún, unos cinco metros a su derecha, confundida entre el público, su esposa, Juana Cuevas, parecía que ni el sol la calentaba. Sonriente y vital que aparece en los actos públicos, esta vez su rostro era la cara de la desazón. Mirada triste, seriecísima. Ni un gesto ante lo que su marido decía. Absorta y viendo a la nada. Preocupada.

Si al término del debate presidencial del pasado domingo 22 fue López Obrador quien salió huyendo, ahora el que mostraba enojo era el candidato priista.

Empezó con un mensaje inicial de lo que había dicho ante los banqueros –el evento todo fue privado para los periodistas– y luego respondió preguntas.

La primera lo descompuso. Los reporteros ya habían hablado con López Obrador, quien dijo que, de acuerdo con las encuestas, no había forma de que alguien lo alcanzara en las preferencias electorales. Y se apuntó la frase del día, que disgustó a Meade: “Este arroz ya se coció”.

En efecto, en la entrevista “banquetera” el tabasqueño señaló: “Ayer publiqué una encuesta. Antes del debate teníamos 34% y después del debate andamos en 39% o 40% (en intención de voto), y el segundo lugar tiene 15%. Estamos 25 puntos arriba. De modo que en el segundo debate nos vamos a mover otros cinco puntos.

“Aunque se unan los candidatos ya no podrían alcanzarnos. En la encuesta de ayer entre Meade y Anaya suman de 23% a 24% y nosotros 40, ya no les va a alcanzar. Es legítimo que hagan su luchita. Que se apuren. Que los que les están ayudando se apliquen más. Sólo trabajan ocho horas. No se despeinan. Que Fox, Salinas, Claudio, Diego, que agarren la matraca, que vayan a las plazas a ayudar a Meade y a Anaya”.

Luego lanzó: “Este arroz ya se coció”.

Y explicó la razón de fondo: “Millones de mexicanos, la gente en general, ya internalizó que es necesario un cambio en el país, que ya no podemos seguir con un régimen corrupto, un régimen podrido, un régimen de injusticias y de privilegios”.

No le gustó a Meade eso de que “este arroz ya se coció”.

En su turno ante la prensa, un decaído candidato –muy delgado, por cierto– apenas acertó a decir:

“Yo creo que cuando uno piensa que ‘el arroz ya se coció’, corre el riesgo de que el arroz se le queme, y yo creo que eso nunca conviene en una elección.

“Decía mi abuelo, y decía con sabiduría, que no hay nada tan poco inteligente como la soberbia, decía que la soberbia nunca es inteligente. Y cuando menos inteligente es, es cuando está uno en un proceso electoral”.

Y como Andrés Manuel también había dicho que cuando esté en la presidencia va a investigar el asunto de los “moches” entre diputados, el mecanismo que inauguró Luis Videgaray Caso cuando fue secretario de Hacienda para asegurar el voto favorable a las reformas estructurales y a los presupuestos de egresos, que –recalcó López Obrador– siguió Meade, y de esa práctica fue cómplice Ricardo Anaya cuando fue diputado, también se le preguntó al candidato del PRI sobre eso.

Respondió parco: “Yo quisiera señalar: a mí me tocaron dos presupuestos, el de 2012 y el de 2017 para 2018. En ninguno de los dos presupuestos había un fondo que se le etiquetara a los legisladores. No lo hubo en 2018, 17 para 18, y no lo hubo en 2012”.

Sólo su palabra.

Meade optó por darle vuelta a la pregunta para volver a lo del arroz. Insistió en que sus contrincantes presenten su “7 de 7” para acreditar que lo que registraron en su “3 de 3” es cierto.

“En mi caso –dijo– se revisó y se acreditó que no soy socio, representante legal, que no facturo, que no tengo ningún otro ingreso que no se explique por mi salario. Pues que (Andrés Manuel) haga lo mismo, y con eso tendríamos confianza de cuál es su patrimonio.

“Por lo tanto, ni ese arroz se ha cocido ni hay manera de que él distraiga la atención con ningún otro tema, que no sea presentar con transparencia de qué vive él, de qué vive su familia y cómo ha manejado su patrimonio personal confundiéndole con el de su partido político”.

Un día antes, en el primero de los dos días de la Plenaria de Consejeros de Citibanamex, participó el consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova Vianello. Los banqueros le preguntaron sobre la posibilidad de que algún candidato pudiera declinar a su aspiración por la presidencia de la República.

Córdova expresó, el jueves, que la ley electoral establece que “si un abanderado de una coalición renuncia es posible que se designe un sustituto si ocurre antes de los 30 días previos a la jornada electoral; pero si lo hace después de este plazo, esa coalición llegará al 1 de julio sin candidato y los votos que se emitan por ellos serán nulos”.

Sobre eso se le preguntó a Meade también, quien sabe bien lo tambaleante que ha sido su campaña por la presidencia. No ocultó el enojo.

La pregunta, literal, fue:

–¿A qué atribuye usted esta preocupación que manifestaron anoche integrantes de Banamex, sus anfitriones de hoy? Manifestaron una preocupación por las posibilidades legales de sustitución o declinación de candidatos. ¿A qué lo atribuye usted? Y pues, obviamente si se siente aludido por estos comentarios. Gracias.

Rápida la respuesta de Meade: “No me siento aludido y no conozco ni el contexto ni la forma. Yo vuelvo a decir lo que he dicho muchas veces: yo en esta contienda no voy por el segundo lugar, voy para ganar”.

–Sí, nada más para precisar. El consejero presidente del INE fue el que informó a la prensa de estos comentarios.

Y Meade: “Por eso, yo creo que habría que preguntarle a él y a los empresarios”.

Ante la insistencia de la pregunta, el exsecretario de Hacienda acabó con el tema así, de no muy buen humor:

“Yo opino que en esta contienda estamos, como he insistido, no para declinar, sino para ganar. Seguimos en ese empeño, seguimos en esa convicción y así habremos de seguir hasta el primero de julio”.

A pregunta expresa sobre el mensaje que dio a los consejeros de Citibanamex –grandes empresarios de todas las ramas productivas del país–, Meade Kuribreña explicó que les dijo que “para que todo funcione en la economía mexicana se necesita estabilidad; para que funcione la economía mexicana se necesita confianza; para que nuestra agenda en materia de salud, de educación, de crecimiento, de combate a la corrupción, de seguridad, tenga éxito, la primera premisa es que tengamos confianza”.

Vino el remate obvio, en un intento de sacudirse la desazón: “Y en esta elección el que mayor la genera, el que mejor la acredita, el que no solamente la predica en su plataforma electoral, sino que la ha aplicado, en las dos veces que fue secretario de Hacienda, soy yo”.

Y se fue, rápido, con el semblante serio y preocupado con el que llegó.

Minutos antes, un feliz Andrés Manuel confiaba sonriente a los reporteros: “No sólo vamos a ganar la presidencia, sino también vamos a tener mayoría en el Senado y en la Cámara de Diputados”.

Insistió: “Este arroz ya se coció”. Y se fue, gustoso, entre empujones de la nube de reporteros que lo siguieron hasta la salida del hotel y la subida a su camioneta.

(Con información de proceso.com.mx)

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