La esperanza no es un cheque en blanco: Linera
Democratizar, significa tomar en cuenta a los ‘nadies’ de la sociedad para ser consultados, oídos, y para que vayan tomando decisiones
Ciudad de México. Se conocieron en la Facultad de Ciencias de la UNAM hace 35 años, donde ella estudiaba física y él matemáticas. Ambos participaban en organizaciones de izquierda. Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, recuerda que en alguna ocasión estuvo en una asamblea estudiantil que conducía Claudia Sheinbaum: «Esa asamblea era de talibanes y ella los mantenía a todos quietecitos».
El invitado de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México hizo espacio en su apretada agenda para visitar nuestro país, pues dentro de tres meses se presenta nuevamente a elecciones, en fórmula con Evo Morales, ambos en busca de un cuarto mandato.
El encuentro entre Sheinbaum y García Linera, sesión inaugural de los Diálogos de Verano que organiza la Secretaría de Cultura capitalina, se llevó a cabo en un Teatro de la Ciudad lleno apenas a la mitad, quizá por la pobre difusión del evento.
García Linera, para muchos un extraño animal político que combina el trabajo intelectual con la praxis política, soltó, de entrada, su hoja de vida: cuatro años estudiando en México, cinco en la cárcel, 40 años en la oposición y 13 en el gobierno.
Y enseguida pasó a las reflexiones sobre el tema del día: las tareas de los gobiernos progresistas.
Figura destacada de la ola de gobiernos progresistas en el subcontinente, García Linera dijo que los triunfos electorales de los movimientos de izquierda progresistas o populistas («no me importa el nombre»), se han hecho realidad por el «espaldarazo (electoral) del pueblo»:
«Pero la esperanza no es un cheque en blanco, no es para siempre. Requiere un conjunto de respuestas concretas, cotidianas, estabilidad y crecimiento económico. La izquierda no puede ser el administrador de la pobreza, no puede ser el implementador de las reformas de ajuste (caso Grecia), para que luego la oposición de derecha venga a cumplir las tareas menos complicadas.
“Los gobiernos progresistas y revolucionarios tienen que ser también gobiernos de mejora social, lento pero sistemático avance de mejores condiciones de vida», patentizó el vicepresidente boliviano.
Con la mirada puesta en los triunfos electorales de la derecha en América Latina, García Linera expuso las dificultades y retos de los gobiernos progresistas, en un análisis que se puede extender a lo que ocurre aquí, donde, dijo el vicepresidente boliviano, ha llegado al poder un movimiento «que ha hecho renacer las esperanzas de América Latina».
Vino entonces el golpe de realidad. «Los sueños no son para siempre, no son suficiente argumento social para mantener el apoyo. Si no existe una mejoría en las condiciones, que la gente pueda sentir en sus bolsillos, en la educación de sus hijos, en los servicios, existe el riesgo del retorno de la derecha, e incluso de la llegada al poder de la extrema derecha.
“(Sería) un regreso de sedimentos del sentido común arcaico, de derecha, racializado, clasista, discriminador, que renace de esta expectativa frustrada de la sociedad en el alma de los subalternos», indicó.
En el poder, siguió el político boliviano, la izquierda tiene que ser capaz de «ir generando pequeñas mejoras que le den a la gente una perspectiva de bienestar a largo plazo».
Con un tono suave, de profesor generoso, García Linera siguió delineando las grandes líneas y retos de la izquierda en el poder.
Un reto crucial es, dijo, “avanzar en la democratización social… Izquierda significa democratizar, significa tomar en cuenta los ‘nadies’ de la sociedad no solamente para el voto, sino para ser consultados, oídos, y para que vayan tomando decisiones”.
El otro, que camina en paralelo, es mantener la ética, la moral: «Podemos perder elecciones, revoluciones, confrontaciones con organismos internacionales, y nos podemos rehacer, pero cuando perdemos la moral, eso liquida la autoridad y a toda una generación».
En su turno, Claudia Sheinbaum expresó que comparte la idea de la democratización y dijo que en México el proyecto de la Cuarta Transformación se propone recuperar el papel del Estado, «no en el sentido de regreso al estatismo», sino en lo que toca a la redistribución de la riqueza y la orientación de la economía.
En un breve diálogo que siguió a las exposiciones iniciales, García Linera soltó una pregunta que está en la mesa de debates de la izquierda latinoamericana. Habló de la paradoja que se enfrenta desde el gobierno: generar recursos para resolver necesidades sociales y al mismo tiempo proteger a la «madre tierra».
«¿Cómo estás combinando el desarrollo, con extractivismo, con la protección de la madre tierra? ¿Cómo estás conviviendo con esa contradicción? ¿Cómo están pensando esta paradoja entre desarrollo y defensa del medio ambiente?»
El tema imposible. Claudia Sheinbaum dijo algo sobre el desarrollo sustentable pero el tema quedó pendiente.
En el programa de mano de la Secretaría de Cultura, García Linera, en cuyo pensamiento los especialistas encuentran ecos de Pierre Bourdieu, fue presentado como un «marxista clásico». «No le voy a decir, porque quizá haga un chiste», bromeó José Crespo, embajador de Bolivia en México.
(Con información de La Jornada)