Agenda ciudadana para una transición exitosa en México
Las elecciones del 2018 en México, resultaron históricas tanto por el número de votos como por el consenso en contra de un sistema en plena caída. Es decir, la sociedad expresó de forma clara lo que rechaza, lo que ya no quiere y lo que ya le tenía harta. La tarea ahora es construir los acuerdos, las líneas de trabajo y los grandes proyectos de lo que si se quiere.
Las redes sociales contribuyeron a generar una sensación de urgencia y renovación, movieron a votar y desataron la energía electoral que ahora se necesita mantener encendida. A una semana de la jornada electoral, las resistencias van minando, los opositores críticos y los personajes más recalcitrantes del viejo régimen están reculando.
Como siempre sucede, el oportunismo, la sumisión, la buena voluntad, el beneficio de la duda y el todo sea por la unidad nacional invadió de pronto a todos los amenazaron hasta con abandonar el país si ganaba ya saben quién. Si bien muy pocos se los creyeron, a nadie le importaba y a muchos y muchas no se les iba a extrañar; todos estos son un buen ejemplo de no queda de otra más que ponerse a trabajar y dejar al pasado atrás.
Hay muchas cosas con etiqueta de suma gravedad. En este periodo de cambio, es necesario ir sentando las bases de las grandes acciones que se requieren. Para comenzar, violencia e inseguridad ocupan los primeros lugares de los grandes problemas ya no admiten discursos, errores, dubitaciones, buenas intenciones ni pretextos.
Funciones como inteligencia y seguridad nacional están íntimamente ligadas al bienestar social y desarrollo económico; no se trata de reconstruir un estado espía o represor; sino asegurar la convivencia pacífica, recuperar la tranquilidad y garantizar a los ciudadanos la libertad de convivir, pasear, trabajar, ganar y vivir bien sin sentirse amenazado, espiado, intimidado o invadido.
De la corrupción ya se ha dicho mucho, pero no se puede dejar de lado y se tiene que ir a fondo en desterrar la impunidad. No puede haber crimen sin penalidad. El ejercicio abusivo de la función pública y el uso de recursos presupuestales para beneficio personal o de grupo, son una forma de robo, saqueo, abuso de confianza y la base de las complicidades vergonzosas que marcaron los años recientes.
Una parte del electorado voto para demandar la reivindicación del estado de derecho y no se puede escatimar lo que a la justicia corresponde. En efecto hay mucho que barrer, desde muy arriba. Los malos funcionarios públicos y sus asociados corruptos no van dejar de serlo hasta que no enfrenten las consecuencias de sus actos. Nadie renuncia a la borrachera hasta que le llega la cruda (y aun así, no se arrepiente). Un tumor canceroso debe ser eliminado hasta el nivel celular, extirpado, radiado con todo lo que se tenga a la mano para erradicarlo.
La reconciliación es una palabra virtuosa, vende mucho electoralmente; pero en los hechos, significa también un cambio radical que requiere profundizar en su trascendencia. Para combatir la violencia y todas las formar de maltrato, se deben reconstruir los nexos estables y armónicos desde los cimientos de la sociedad.
Las agresiones llegaron al extremo, la procuración de justicia está entredicho, la relación entre autoridades y ciudadanos, fracturada. La expresión en las urnas fue un recordatorio de que tenemos que devolverle la dignidad a quienes sufren de manera callada, victimas incontables que se dejaron atrás. Hay una deuda enorme con mujeres, niños, adultos mayores, grupos indígenas y marginados a quienes hay que reivindicar.
En este sentido, las voces se manifestaron en las urnas por el destierro de todas las formas de discriminación, acoso y maltrato. Preocupan las formas culturales que hacen de la violencia extrema una cuestión aceptable y cotidiana y -particularmente- la presencia extendida de estos problemas entre los jóvenes combinados con embarazos no deseados, suicidio, desocupación, adicciones y depresión.
Se manifestó en las campañas y en los debates, que los electores quieren que tanto la familia como las nuevas formas de asociación social contribuyan su papel en la función generadora de armonía y estabilidad.
En lo económico, muchos analistas coinciden en que más que de creación de la riqueza, el problema es su distribución. Más allá de reducir gastos y generar ahorros, lo cual nadie discute, deberán romperse muchos compadrazgos y alianzas pervertidas. Sigamos fomentando la sinergia ciudadana en contra de los gastos y privilegios inadmisibles, nóminas insultantes, estafas, rentas, programas, organismos y excesos, todo eso debe terminarse.
Urge una limpia de la burocracia, una extirpación de las redes corrompidas de servicios, compras y licitaciones a modo, mafias orgánicas que explotan a deportistas, becarios, investigadores, campesinos, trabajadores y beneficiarios. La depuración siempre es requerida ante las enormes tareas de transformación, para que se entienda, llego la hora de separar el gorgojo del frijol.
Incluyamos en la agenda todos los temas ecológicos. Hoy las nuevas tecnologías nos permiten muchas posibilidades para usar de mejor manera el agua, limpiar el aire, aprovechar los escombros para reconstruir, reciclar la basura y utilizar nuevas formas de energías totalmente inocuas. Todos podemos contribuir a un uso responsable de los recursos naturales, auto-cuidarnos, cambiar hábitos y construir un México ecológicamente responsable.
No olvidemos tampoco la lucha contra el maltrato animal, no dejemos de alzar la voz por aquellos que no pueden expresarse. No contribuyas a nada que fomente el abuso de cualquier especie, rechaza a los explotadores, denuncia, aporta como voluntario, se un activista y no dejes de hacer por ellos algo todos los días. Que las nuevas autoridades no se olviden de ellos.
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