Tememos al cáncer, pero una consulta nos puede salvar
Hombres y mujeres debemos vernos al espejo y darnos cuenta cuando algo cambia en nuestro organismo o apariencia
Todos reaccionamos de manera diferente ante lo desconocido, pero el solo hecho de mencionar CÁNCER -en referencia a la salud de las personas- causa incertidumbre tanto en quien lo padece como entre sus familiares o amigos, pero ignorarla, evadirla o minimizarla es lo peor que podemos hacer.
El CÁNCER existe, y no nos libramos de él por voltear a otro lado o por fingir que no pasa nada.
Por desgracia todos estamos expuestos: bebés, niñas, niños, mujeres y hombres de cualquier edad, condición social, origen o creencia y es común escuchar o enterarnos de que alguien lo padece o que está en la batalla.
La polución nos alcanza en donde sea, con mayor razón en ciudades industrializadas con aire, agua y tierra contaminados, pero si a eso le añadimos el desconocimiento de nuestro cuerpo corremos un doble riesgo.
No me canso de decirlo: hombres y mujeres debemos vernos al espejo y darnos cuenta cuando algo está creciendo: una bolita, un dolor o una sensación que era desconocida recientemente pueden ser un llamado de atención, y una consulta a tiempo puede salvarnos la vida.
Por eso es importante que patiquemos con nuestras familias, pidamos a nuestros padres y
madres, hermanas y hermanos, hijos e hijas y seres queridos que se observen, que se conozcan para detectar algún cambio.
He sabido de niños con leucemia que se detectan a tiempo, reciben tratamiento y están sanos, pero he sabido de jóvenes con cáncer de testículo -que por vergüenza lo dejaron avanzar- y ya fue muy tarde cuando consultaron con un médico. Hay quienes dejan para el final su atención por cuidar a padres o hijos, pero es importante darnos un tiempo para nosotros mismos, porque ciertos tipos son más agresivos que otros y detectarlo a tiempo es vital.
Es importante aclarar que no todas las bolitas ni todas las alteraciones son CÁNCER, pero lo mejor para nuestra salud y tranquilidad, así como la de nuestros seres queridos, es consultar con el médico.
Gracias a Dios, despues de padecerlo he aprendido a saludar distinto. Ahora suelo decir «me da gusto verte» o saber de ti. Antes de la pandemia solía sonreír a las mujeres que llevan turbante ante la falta de cabello, incluso las saludaba no con conmiseración sino con el propósito de dar ánimo, en un gesto sororo, con el genuino deseo de que recuperen la salud.
Con la pandemia he dejado pasar mucho tiempo para recordarles que no se olviden de mantenerse atentos a su cuerpo, pero aprovecho para decirles que tampoco se olviden de la salud espiritual, porque la fe mueve montañas y la ayuda de Dios es indispensable para tener buen ánimo y actitud positiva, importantísima para tolerar mejor los tratamientos (dicho por el oncólogo que da seguimiento).
La salud mental también es importante porque puede alterarse, sobre todo por el confinamiento que vivimos ahora, así que los exhorto a conocerse, verse, atenderse y mantenerse atentos a sus seres queridos.
Tú que lees esto eres importante para muchas personas, de hecho si lo estás viendo es porque eres importante para mí, pero por mucho que lo seas, solo tú puedes darte cuenta de lo que pasa en tu cuerpo, en tu interior, de ahí mi insistencia.
Manifiesto desde aquí mi solidaridad, mi respeto y mi admiración para todas las personas que están en proceso de tratamiento, para todas y todos los que enfrentan incertidumbre, desánimo, altas y bajas, tristeza y miedo, algunos, incluso enojo; para todas y todos los que llevan cicatrices físicas y sufren la ausencia de alguna parte de su cuerpo, confío en que cada quien a su paso, y con la ayuda de Dios, consiga digerir lo que sucede y superar la prueba, porque sé que somos mucho más que una cabeza sin cabello, mucho más que un seno o una próstata, aunque nos cueste reconocerlo.
Que Dios nos bendiga con fuerza, fe, y por supuesto, salud.