AMLO, 6 meses después el buey sigue en la barranca
La austeridad se ha aplicado primordialmente a quienes no son cercanos a los nuevos grupos de poder enquistados en Morena
Tras seis meses de gobierno de la Cuarta Transformación, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, es necesario hacer si no una evaluación, al menos un balance de lo ocurrido en este corto andar.
Más allá de las críticas absurdas de algunos líderes de la oposición y por tal estamos consideran únicamente al PAN, cabe recordar lo más terrible que se ha dicho la actual administración: “es el gobierno más neoliberal que se pudiera imaginar”.
Ni Fox, ni Calderón, ni Cortés representan una oposición seria, ya ni siquiera en sus planteamientos y mucho menos en su capacidad potencial de contrapesos.
Las renuncias han sido pocas y siempre tras la posibilidad de ser despedidos, es decir se les dio la honrosa posibilidad de renunciar y así lo han hecho varios, mientras algunos todavía esperan a que los corran.
Las medidas adoptadas de incrementar el gasto social en algunas áreas como las becas a estudiantes, pensiones a adultos mayores y becas de capacitación para el trabajo tienen como contraparte la disminución en Salud, Cultura, Educación, Ciencia y Tecnología… debido a la austeridad republicana.
El problema de la austeridad en la burocracia es que ha sido selectiva. Aplica primordialmente a quienes no son cercanos a los nuevos grupos de poder enquistados en Morena y, en consecuencia, en la actual administración tanto a nivel federal como en los cinco estados gobernados por la franquicia del cambio.
Muchos han sido despedidos a pesar de encontrarse en la parte baja de la escalera o de plano en el piso o en el subterráneo, mientras en los más altos escalones permanecen muchos agentes del pasado inmediato.
Las grandes obras anunciadas, como el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya o la Refinería en Dos Bocas, avanzan con mucha lentitud y a trompicones, pero ahí van.
Ni hablar de cuestiones de seguridad, donde ha reprobado ampliamente, ante el incremento de la violencia, ejecuciones, secuestros, robos, asaltos, cobro de derecho de piso, entre otras herencias (unas) y consecuencias (otras) del cambio de régimen, como le gusta decir al presidente.
Y esta es precisamente la cuestión. En el mundo externo a la política, es decir en el barrio, la colonia, el trabajo… hay la percepción que todo es más de lo mismo, sin importar las declaraciones diarias en la “mañanera”, para mucha gente sólo es otro gobierno más.
Si se lograra en materia de seguridad pública lo que se hizo con el ‘huachicoleo’ otro gallo cantaría, pero por el momento no se ve por dónde. Claro está que la Guardia Nacional todavía está en proceso de implementación, por lo que habrá que esperar por lo menos un año para poder evaluar los resultados.
Sin embargo, este es otro punto de divergencia con las bases sociales, hay mucho resquemor respecto a la Marina Armada de México y el Ejército Mexicano por la manipulación que hicieron de las fuerzas armadas, tanto panistas como priistas, quienes impulsaron y avalaron los excesos de soldados y marinos a la hora de llevar al cabo los operativos.
En la lucha contra la corrupción tampoco se ven acciones efectivas, muchas palabras y pocos logros, de hecho, ninguno que se pueda comentar todavía. Esbozos apenas de un intento de enjuiciar a uno de los beneficiarios menores (Emilio Lozoya y su contraparte de la IP (Ancira).
Yo entiendo que echar a andar el elefante reumático de la burocracia es una tarea hercúlea, pero se tiene que hacer so pena que la dichosa transformación no llegue ni a combinación novedosa de factores.
El afán de sobreproteger a los migrantes ha abierto otro frente para el cual López Obrador no estaba preparado: el de Trump y su megalomanía que lo hace doblemente peligroso: La ambición y la estupidez son una bomba de tiempo. Y conste que no estoy hablando de desproteger a los indocumentados que pretenden llegar a Estados Unidos. Basta con protegerlos, pero no ser sobreprotectores.
El punto más grave es la cuestión del “Narcoestado”, situación que se fue agravando a ciencia y paciencia de los políticos mexicanos, así como de los estadounidenses. Y en algunos casos hasta han impulsado esta mimetización en el poder de la delincuencia organizada y los poderes fácticos de la iniciativa privada, junto con el poder político.
La economía del país, es otro punto de quiebre. El PRI y el PAN en contubernio con los ya mencionados dejaron un país hecho trizas (ellos sí mandaron al diablo las instituciones), incorporaron la corrupción al Legislativo, al Ejecutivo y al Judicial.
Tal parece que estaban dispuestos a seguir robando hasta que hubiera un estallido social o que éste, le estallara al presidente elegido en 2018 por más de 30 millones de mexicanos (que en un artículo posterior desarrollaré), en lo que se asemeja mucho a una elección de Estado.
Estamos en la pendiente, o nos esforzamos por alcanzar la cima, o nos dejamos caer y rodar hasta el fondo de la sima.
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