Más hambre en el mundo, pero la tierra está agotada

Los resultados del IPCC son el fruto de dos años de trabajo de 103 expertos de 52 países que participaron de manera voluntaria

La estrecha conexión entre cómo se usa el suelo y el efecto en el cambio climático es el aspecto más importante del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicado esta semana.

Es decir, como en una suerte de círculo vicioso, la mala salud del suelo y los bosques agrava el cambio climático que, a su vez, también repercute negativamente en el suelo y en los bosques.

Los resultados del IPCC son el fruto de dos años de trabajo de 103 expertos de 52 países que participaron de manera voluntaria. El informe se publicó en Ginebra, Suiza, y se aprobó por consenso por todos los miembros participantes.

El informe no pinta un futuro prometedor: si el calentamiento global va más allá del límite de 2° C, establecido en el Acuerdo de París, lo que probablemente suceda es que la tierra productiva se convertirá en desierto, la infraestructura se derrumbará a medida que se descongele el permafrost, y la sequía, y los fenómenos meteorológicos extremos pondrán en riesgo el sistema alimenticio.

Es una imagen desalentadora, pero los autores del IPCC enfatizan que las recomendaciones del informe podrían ayudar a prevenir el peor daño posible al reducir la presión sobre la tierra y hacen que los sistemas alimentarios sean más sostenibles, al mismo tiempo que se satisfacen las necesidades de una población en crecimiento.

Alisher Mirzabaev, coautor del informe dijo a DW: “Mi esperanza es que este informe tenga algún impacto sobre cómo tratar la tierra en el contexto del cambio climático y tenga un impacto en las políticas que promuevan el manejo sostenible de la tierra y los sistemas alimentarios”.

Pozos de carbono o emisores de CO2

Los suelos y los bosques son los aliados perfectos contra el cambio climático, porque actúan como sumideros de carbono, es decir, reservas naturales que impiden que el CO2 llegue a la atmósfera.

Como señala Barron Joseph Orr, el jefe científico de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación, la gestión insostenible se convierte en lo contrario, en los principales actores que propician el cambio climático.

Los ecosistemas, como los pastizales, son fundamentales para que haya un clima estable. Estos vastos paisajes, en gran parte desprovistos de árboles y arbustos, actúan como grandes sumideros de carbono. También permiten que el ganado paste sin tener que talar árboles. Pero la tendencia a cultivar más la tierra causa una mayor liberación de CO2 a la atmósfera.

“Si bien se presta mucha atención a los bosques, las sabanas y los pastizales son paisajes que debemos abordar con urgencia”, dijo Joao Campari, líder global de la Práctica de Alimentos en WWF International. “Más del 50% de la transformación (de la tierra) para la producción agrícola ocurre en pastizales y sabanas”.

Consecuencias terribles

El informe continúa destacando cómo nuestro sistema alimentario contribuye en gran medida al cambio climático, y, a su vez, también se ve muy afectado por sus consecuencias.

Se predice que el rendimiento de los cultivos disminuirá debido al cambio climático y se espera que, en consecuencia, aumenten los precios de los alimentos. Los precios mundiales de los cereales podrían aumentar hasta un 29% hasta 2050, según el informe del IPCC.

En Estados Unidos, el cambio climático podría reducir la producción de maíz y soja hasta en un 80% en los próximos 60 años si las emisiones continúan aumentando, dijo Campari a DW, citando un informe anterior del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

El aumento de los fenómenos meteorológicos extremos amenaza con alterar las cadenas alimenticias; la pérdida de alimentos aumenta los precios. De hecho, ya se pierde o se desperdicia un tercio de los alimentos producidos cada año. El desperdicio de alimentos, desde la energía que se destina a producir alimentos hasta los que se pudren en los vertederos, representa incidentalmente el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

Además, las concentraciones más altas de CO2 afectan a la calidad de los alimentos y reducen su valor nutricional, según los investigadores, que advierten que esto también puede influir negativamente en la seguridad alimentaria mundial.

La hora de actuar

El último informe del IPCC no es solo una advertencia, sino también un llamado a la acción y un recordatorio de que todavía hay esperanza.

Aunque las soluciones varían de una región a otra, se superponen en gran medida. Esto comienza con la optimización de las áreas existentes para la producción de alimentos y la rehabilitación de los 2,000 millones de hectáreas de tierras ya degradadas en el mundo.

“Tenemos que detener la deforestación y transformar nuevas tierras para cultivar alimentos”, afirmó Campari.

El informe también describe medidas para ayudar a los suelos a absorber más carbono y prevenir la erosión, reemplazando los monocultivos, como la soja o el maíz, que requieren una gran superficie de tierra, por cultivos más variados. Los suelos más saludables producen más y son menos vulnerables a las condiciones climáticas extremas.

Un esfuerzo común

Los expertos también comentaron que la población debería actuar: reduciendo la cantidad de basura que termina en el contenedor y teniendo más conciencia sobre lo que comemos.

Campari agregó: “Los consumidores deben ser conscientes de que lo que eligen para comer no nace en un plato. Hay trabajo invertido; hay recursos naturales involucrados”.

(Con información de DW, vía Forbes México)

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