Los muros están de vuelta alrededor del mundo
El verdadero «muro» es el que separa a los «cosmopolitas», beneficiarios de la globalización, de los «comunitaristas» que la temen o la sufren
con regocijo la muralla de concreto destruido, auguraba el «fin de la historia» y la llegada de un mundo sin fronteras.
Pero treinta años más tarde, los muros y vallados se levantan más que nunca en el planeta a raíz de los temores relacionados con la globalización, que promueven soluciones de seguridad y repliegues de identidad, estiman muchos analistas.
«Si quienes pusieron fin a la Guerra Fría observan lo que pasa hoy, verán que cambió por completo el paradigma», considera Elisabeth Vallet, investigadora de la Universidad Quebec de Montreal y reconocida especialista en muros fronterizos.
40 mil kilómetros
El trazado de 160 km del muro de Berlín se ha convertido hoy en día en un lugar de paseo bucólico muy apreciado por los corredores y ciclistas.
En otras partes no sucede lo mismo: actualmente «estamos seguros de que existe el equivalente de la circunferencia terrestre, es decir, 40 mil km de muros en sentido literal», dice Vallet. Una cifra en fuerte aumento desde hace 20 años y que corresponde a «71 muros», definidos como estructuras ancladas en el suelo y que no se pueden cruzar.
La mayoría se encuentran en el continente asiático, alrededor de India, China y Corea, pero también en Medio Oriente. Igualmente se han levantado en Europa Central, Hungría y Bulgaria o en Estados Unidos, para frenar a los migrantes.
Paralelamente, también hay un movimiento de repliegue de los sistemas democráticos en el mundo.
Hace 30 años en Europa, con el fin de la Cortina de Hierro, «la gente estaba feliz de ver que era posible derribar fronteras que parecían eternas. Hoy en día hemos vuelto a una época de construcción de muros para crear temores y divisiones», lamenta Nick Buxton, del Instituto Transnacional, un centro de investigación que publicó un informe sobre el tema hace un año.
¿Cómo se explica el retorno de los muros?
Globalización
«A inicios de los años 2000, la hipótesis era que los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos eran la explicación», frente a la amenaza yihadista, explica Vallet.
En la actualidad, se impone más la idea de los efectos de la mundialización. Con una necesidad para una parte de las opiniones públicas de recuperar la soberanía nacional en un mundo que parece abierto a todos los vientos.
Las fronteras «nunca habían desaparecido, salvo en nuestros mapas mentales de viajeros europeos», dice el geógrafo francés y ex embajador Michel Foucher en su obra «El retorno de las fronteras».
«Abolir las fronteras es hacer desaparecer los Estados, un mundo sin fronteras es un mundo bárbaro», estima. Incluso el pastor alemán Joachim Gauck, que participó en la revolución de 1989 en la RDA antes de convertirse en jefe de Estado de la Alemania unificada, considera hoy que los gobiernos deben imponer «formas de limitación» para «aliviar los temores de la población».
«La globalización generó un movimiento de apertura y un movimiento de cierre», señala Vallet, asevera ante los partidarios de una libre circulación total.
Error
«Unos de los errores fue postular que las fronteras, las soberanías, iban a desaparecer, lo que no es el caso», dice.
«Esto ha generado una reacción virulenta que se apoya en el populismo»: en Estados Unidos con el «muro» del presidente Donald Trump contra México, o en Italia, el marítimo que defendía el líder de la extrema derecha, Matteo Salvini, en el Mediterráneo, agrega la investigadora.
El Brexit también se inscribe dentro de esta tendencia.
Porque, como resume el politólogo alemán Wolfgang Merkel, el verdadero «muro» mundial actualmente es el que separa a los ciudadanos «cosmopolitas», beneficiarios de la globalización, de los «comunitaristas» que tienen miedo de ella o la sufren.
Esta evolución también preocupa a algunos alemanes que vivieron en la RDA comunista, como Karsten Brensing.
En 1989, antes de la caída del Muro, Brensing, con 21 años, logró cruzar la Cortina de Hierro arriesgando su vida. «Somos la última generación (de alemanes) que creció en una dictadura, somos testigos de la historia» y «es realmente terrible ver que la gente pide de nuevo cerrar las fronteras», dice.
(Con información de AFP)