La naturaleza prosocial del ser humano es innata
Hay evidencia científica que sustenta, desde múltiples perspectivas, la naturaleza prosocial del ser humano, la cual se refiere a procesos complejos que implican acciones voluntarias en beneficio de otros, incluyendo el voluntariado, la cooperación, la solidaridad y la ayuda en situaciones de emergencia, afirmó la psicóloga Paola Gómez Rodríguez, egresada de la maestría en Ciencias Cognitivas por el Centro de Investigación en Ciencias Cognitivas de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
A nivel evolutivo, la convivencia social generó el crecimiento del cerebro de los primates y el desarrollo de normas para la convivencia grupal.
Diversas teorías, como la aptitud inclusiva y la prosocialidad intuitiva, sugieren que los comportamientos altruistas han sido favorecidos por la selección natural, agregó.
Sin embargo, indicó, hay situaciones en las que las personas no responden ante las necesidades de otros, fenómeno conocido como “el efecto del espectador apático”, que describe cómo la presencia de múltiples testigos puede inhibir la respuesta de ayuda en circunstancias de emergencia.
La investigación presentada por Gómez Rodríguez identificó que este fenómeno no sólo depende de factores contextuales, como el número de personas presentes, sino también de variables individuales, como la identidad moral, las emociones vicarias y la regulación emocional.
Su estudio, realizado con 116 participantes entre 24 y 34 años, demostró que los individuos que presentan menor preocupación empática tienden a incrementar el uso de estrategias mal adaptativas y mecanismos de separación moral, dando como resultado la no ayuda, o el efecto espectador.
Al dictar la conferencia “El instinto de ayudar: ¿somos realmente seres prosociales?”, organizada por la Facultad de Psicología, añadió que “cuando no sabemos cómo regularnos ante una emoción negativa, lo único que queremos es quitarnos esa emoción y buscamos estrategias que no son las más convenientes, tendiendo a omitir la ayuda o simplemente retirarnos de la escena”.
Entre las estrategias mal adaptativas identificadas se encuentran la culpabilización (propia o hacia otros), la rumiación (pensamientos repetitivos sobre emociones negativas) y la catastrofización. En contraste, las estrategias adaptativas incluyen poner en perspectiva la situación, el reenfoque positivo y la aceptación.
La experta enfatizó que el uso continuo de estrategias mal adaptativas puede tener consecuencias personales y sociales a largo plazo, ya que puede llevar a una progresiva tolerancia de situaciones cada vez más graves de indiferencia social.
(Con información de Gaceta UNAM)