La crisis educativa y familiar por la epidemia y la pobreza
Padres e hijos buscan compaginar sus actividades académicas, laborales y de entretenimiento con una sola computadora o televisor
Ciudad de México. El padre de María es inflexible: en su casa, es “el dueño” del televisor y nadie puede contradecirle. Se ve lo que él decide y en el horario que determina. En medio del confinamiento a causa del Covid-19, esa infranqueable posición paterna fue el principal obstáculo que puso a María al borde de no terminar el ciclo escolar.
Ante la supresión de clases presenciales debido a la pandemia, las autoridades decretaron que el ciclo escolar continuara a distancia, en el caso de la formación básica –con más de 30 millones de alumnos—las actividades se dieron por transmisiones en televisión.
Pero en el hogar de María, ubicado en uno de los suburbios marginales del oriente de esta metrópoli, no fue nada sencillo. Su papá, cansado de que le arrebataran la posesión del único televisor en casa y constantemente alcoholizado, le impidió continuar con las clases, perjudicando sus últimas semanas de labores académicas. Nadie se atrevía a confrontarlo, pues seguramente su reacción sería violenta.
Fue gracias al apoyo de una de sus hermanas mayores que María –llamada así para su protección— habló con su profesora, le explicó la situación y le envió por whatsapp todo lo requerido para acreditar el sexto año. La actitud paterna y las dificultades económicas de su familia, le deparan un futuro nada halagüeño en secundaria, que iniciará el 24 de agosto, con la apertura del ciclo escolar 2020-2021, también a distancia debido a que el Covid-19 no da tregua.
A la crisis de salud, social y económica que enfrenta México a causa de la pandemia, en decenas de miles de familias hay una problemática más: que padres e hijos puedan compaginar sus actividades académicas, laborales y de entretenimiento con una sola computadora o televisor. Ocupar el aparato se ha convertido durante el confinamiento en una auténtica batalla.
Los resultados de la Encuesta Nacional de Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2019, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), arrojan que sólo 44.3 por ciento de los hogares mexicanos (15.8 millones) tienen una computadora en casa y 92.5 por ciento (poco más de 32 millones) cuenta con al menos un televisor, aunque en sólo 76.5 por ciento de los casos es digital.
La encuesta reporta que hay 20.1 millones de hogares en México que disponen de Internet (56.4 por ciento del total nacional), pero no siempre es con un ordenador en casa, muchos se conectan a la web a través de dispositivos móviles como celulares o tablet, pues apenas hay 49.4 millones de mexicanos que usan la computadora.
Zona insegura y marginal
Adriana Calderón fue la profesora de María en la primaria Mártires de Río Blanco, en la colonia San José de las Palmas, municipio La Paz, estado de México. Con 28 años de labor docente, narra los impactos que ha dejado la educación a distancia en ese barrio, uno de los que reportan altos índices de marginalidad e inseguridad en el Valle de México.
La gran mayoría de las familias que envía a sus hijos a esa escuela pública no tienen computadora en casa ni dinero suficiente para mantener el celular constantemente conectado a Internet. De grupos de entre 36 y 48 estudiantes, apenas seis u ocho (la sexta parte) tienen ordenador y acceso a la web en su hogar. Esto, afirma la mentora, ha generado grandes desigualdades educativas en su escuela.
“Muchos padres ni siquiera tienen teléfonos inteligentes y para los que sí, es sumamente difícil destinarlo para las actividades académicas de los niños. Recuerdo a una señora, que abonaba diez pesos a la semana a su celular, para poder enviarnos fotografías de las tareas o audios de los ejercicios de lectura en voz alta de su hijo”.
Karina Cruz, de 14 años de edad, cursa su formación secundaria en la escuela Libertadores de América, en Ecatepec, estado de México. Si antes de la pandemia tenía una constante lucha con su mellizo para usar la única computadora de la familia, a partir del confinamiento se volvió una guerra, ya no sólo con su hermano, sino también con su padre, docente en varias escuelas por lo que todo el día debe estar conectado entre clases en línea y juntas.
En este hogar no hay de otra, la prioridad es el trabajo paterno. Después, Karina y su hermano literalmente compiten cuando su padre no está usando el equipo. Tienen una tableta, pero la capacidad de ésta y el sistema operativo no le da para emplear todas las aplicaciones y plataformas necesarias para hacer cumplir con sus obligaciones académicas.
“Antes de estas vacaciones, durante las clases, era una batalla real por la computadora. Por su trabajo, mi papá tiene que usarla constantemente, pero se estresaba mucho ya que mi hermano y yo peleábamos para ver quién era el que la ocupara en un tiempo libre. Mi papá nos llamaba la atención porque hacíamos mucho ruido con esas peleas y lo desconcentrábamos. Mi hermano se quejaba de que no entregaba las tareas a tiempo porque yo me tardaba. Era muy estresante. Mi mamá nos decía que nos turnáramos para no pelear tanto, pero era muy complicado, porque al final a los dos nos urgía”, detalla la adolescente.
En los meses de pandemia que tuvieron esa dinámica en casa –desde hace unas semanas hay vacaciones— no pudieron llegar a un acuerdo ni establecer un horario. El que se levantara primero o se diera cuenta que su padre ya no usaba el equipo, tomaba posesión hasta concluir sus actividades diarias.
“El que ganara trabajaba. Intentábamos apurarnos, pero a veces era difícil. Necesitamos tres computadoras en la casa, así cada quien tendría su tiempo y no estaríamos apresurados o peleando. Pero si es difícil comprarnos otra, menos una para cada quien. Seguramente todo será igual ahora que inicien las clases de nuevo”.
El acceso a internet
En México hay 80.6 millones de usuarios de Internet, eso es, siete de cada diez mexicanos de seis años o más tiene acceso a esa tecnología, cifra aún lejana de naciones como Corea del Sur, Reino Unido, Alemania y Suecia, donde nueve de cada diez personas son usuarias de la Red.
Los tres principales medios para la conexión en 2019 fueron: celular inteligente, 95.3 por ciento; computadora portátil, 33.2 por ciento; y computadora de escritorio, 28.9 por ciento. La conexión a Internet por medio de datos es la más utilizada y representa 90.6 por ciento de los usuarios de smartphone, mientras que sólo 9.4 por ciento se conecta por wifi, de acuerdo a la encuesta del Inegi.
La situación en la casa de Gabriela López no difiere de las anteriores. Estudia comunicación en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, su hermana ingeniería industrial y su hermano acaba de terminar el bachillerato y fue aceptado en la carrera de ingeniería en electricidad.
Viven con su madre, empleada en el Departamento de Parques y Jardines del gobierno municipal de Ecatepec. En este hogar, la disputa por la única computadora es constante y habitual.
Gabriela, de 27 años, además trabaja agendando citas en un centro de atención psicológica infantil en ese municipio. Detalla que junto a sus hermanos se han tenido que acoplar para el uso del ordenador. Para conectarse a las clases en línea, usan sus teléfonos móviles pese a las dificultades que conlleva, uno en un cuarto, otro en uno más y el tercero en la estancia; mientras que la computadora se reserva para realizar los trabajos escolares, en turnos de mañana, tarde y noche para cada uno y de acuerdo con la urgencia de entrega.
La tensión crecía cuando el servicio de Internet fallaba. Tienen el plan básico y en ocasiones estaban conectados al wifi hasta cuatro dispositivos móviles, la pantalla y la computadora. “Terminabas pidiéndole a los demás que por favor se desconectaran porque la red no respondía. Estabas a media clase y el teléfono se trababa u otro hacía un trabajo en la compu y no se guardaban los cambios. Era todo un show”.
Han intentado ahorrar para dar en enganche y comprarse una nueva computadora. Necesitan una con alta capacidad para bajar programas de edición de video y audio, gráficas y otros, como lo demandan sus carreras. Se trata de equipos que rondan entre 22 y 25 mil pesos, algo un tanto inalcanzable para esta familia.
“Será a pagos. No tenemos para dar al chaz-chaz. Ha sido muy difícil la situación y de verdad no sé cómo pudimos terminar los cursos. El siguiente (ciclo escolar) será muy pesado y otra vez, la pelea por la computadora”, confiesa Gabriela.
Las clases en línea y las nuevas necesidades de profesores y estudiantes han generado que muchos espacios de renta de Internet hayan tenido un repunte en sus actividades y ganancias –en particular si ofrecen servicio de papelería—, y es que en años recientes estos negocios habían presentado drásticas caídas en sus servicios ante el boom de los paquetes de datos en teléfonos móviles.
Datos de la Asociación Mexicana de Internet muestran que en 2004 la mayoría de los internautas en el país, 37 por ciento, se conectaba a la red desde un café internet; hace un par de años la cifra había bajado a 14 por ciento.
La opción del cibercafé
Mario Mosqueda, de 43 años, es dueño desde hace casi tres lustros un cibercafé en la céntrica colonia Guerrero, en la Ciudad de México. Explica que a partir que las clases se dieron en línea debido a la pandemia, su negocio empezó a tener mayores ganancias que en la cotidianidad.
“Se puso bueno durante las clases, mejor que cuando iban a la escuela, además que muchas papelerías por aquí cerraron, entonces muchos chavos venían de lejos, no eran los habituales. No sólo vienen los que no tienen Internet o computador en casa, muchos sí lo tienen, pero no tienen impresora y necesitaban imprimir sus trabajos. Pero se empezó a poner muerto desde finales de junio, que empezaron las vacaciones. Espero que con el reinicio del ciclo escolar, el 24, esto se ponga mejor”.
En el Internet y Papelería @cne, Mario cuenta con todo lo necesario para cumplir con la “nueva normalidad”: nadie entra sin cubrebocas, hay un tapete que desinfecta el calzado, de las seis computadoras que tiene en su pequeño local, sólo se usan cuatro para guardar la sana distancia, constantemente trapea el negocio, hay gel desinfectante, los clientes no pueden acceder en grupos y cuando dejan de usar los ordenadores, de inmediato los limpia.
“El problema es que mucha gente no hace caso, a veces vienen en grupo y se quieren meter todos, otros no traen cubrebocas y se molestan porque no les doy el servicio o me piden que les saque una copia o les haga una impresión sin que pasen. No es sencillo en medio de esta enfermedad, el riesgo es para ellos y para uno mismo”.
Isabel es asesora académica en una universidad pública del país. Su hija acaba de terminar la secundaria en una escuela particular, tomaba clases en línea de siete y media de la mañana a tres de la tarde.
Lograron organizarse pues, aunque tienen dos computadoras, una de escritorio y otra personal, a la segunda no le funciona el micrófono ni el audio –necesarios para las juntas, clases o videollamadas—, por lo que su hija usa el equipo que funciona adecuadamente, mientras Isabel se conecta a su trabajo desde casa en la laptop y adapta su teléfono móvil como micrófono. Cuando la adolescente termina las clases, intercambian equipos.
“Si con esa dificultad técnica es complicado, lo sería aún más si sólo tuviéramos una computadora. No sé qué haríamos”, dice Isabel.
(Con información de La Jornada)