¿Es posible erradicar el hambre?
La Habana. Pese a décadas de lucha contra el hambre, esta persiste hoy en el mundo, donde cerca de 800 millones de personas la padecen, de ellos unos 90 millones de niños.
Los expertos coinciden en que la solución de ese problema depende de la voluntad política de los gobiernos y de una justa distribución de los alimentos, pues estos son suficientes para calmar los estómagos vacíos.
Sin embargo, en medio de las crecientes afectaciones provocadas a la producción agrícola por el cambio climático y el acelerado crecimiento de la población y de la urbanización, analistas estiman que se trata de un mal que se agravará a menos que se adopte un nuevo enfoque respecto a su solución.
Precisamente, uno de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030 consiste en poner fin al hambre, lo cual para muchos es difícil de lograr teniendo en cuenta que aumenta lejos de desaparecer, sobre todo en los países pobres y subdesarrollados.
Aunque en Asia radica el mayor número de afectados, es en África donde está la mayor prevalencia (porcentaje de la población) de hambre, con una de cada cuatro personas desnutridas.
Basta mencionar en ese sentido la situación que afronta en estos momentos Sudán del Sur, donde padecen ese mal casi seis millones de personas, la cifra más alta en la historia del país, que se independizó de Sudán en 2011, y de ellos 1,7 millones necesitan ayuda de forma urgente.
Al considerar las graves secuelas que ocasiona ese flagelo, como la muerte, el retraso mental y otros, varios organismos internacionales y especializados han realizado estudios para determinar cuánto costaría la eliminación de ese mal ya crónico.
Uno de los más recientes es el llevado a cabo por el Institute for Sustainable Development (IISD) y el International Food Policy Research Institute (IFPRI), a fin de determinar el costo económico que implicará poner fin al hambre en 2030 y los aportes financieros que se esperan de los países donantes.
Según la investigación, el costo de tal propósito -es decir el gasto público necesario- representaría un promedio de 11 mil millones de dólares por año.
Actualmente las asignaciones de las naciones donantes suman menos de ocho mil 600 millones de dólares, por lo que el monto adicional para completar esa cifra -unos cinco mil millones de dólares- supone un aumento del 45 por ciento.
Para calcular el costo de la erradicación del hambre, el estudio creó cinco categorías o áreas, las cuales afectan tanto a los alimentos, como al consumo y la capacidad de producción en los hogares.
Por ejemplo, la primera de ellas comprende a redes de seguridad social y el apoyo a los consumidores a través de transferencias monetarias y cupones de alimentos.
Las restantes incluyen el respaldo a la producción agrícola, mediante subsidios para adquirir fertilizantes y semillas, y a inversiones con vistas a la compra de tractores y otros equipos, el acceso a modernas tecnologías, la extensión de los servicios y una mejor organización.
Abarcan asimismo el respaldo a la infraestructura rural, acceso a mercado, educación, almacenamiento, cadenas de valor, y aspectos relacionados con la nutrición y el desarrollo de las personas, como retraso del crecimiento, lactancia materna, bajo peso al nacer y la anemia.
En sus análisis los especialistas de ambos Institutos se centraron en las redes de seguridad dirigidas directamente a los consumidores, la expansión de la producción, el aumento de los ingresos de los agricultores pobres y el desarrollo rural, precisamente las áreas que deciden en el volumen de los alimentos necesarios y en su acceso, más que en el propio monto del apoyo monetario internacional.
(Con información de Prensa Latina)