El racismo, punto de partida en el respeto a la diversidad
¿Cuántas personas indígenas o afro forman parte de los ámbitos de dirección, cuántas ocupan una secretaría de Estado o encabezan una empresa?
Además de una situación de marginación económica y social, uno de los mayores problemas que enfrenta la población afromexicana es la discriminación. México todavía tiene diversos problemas para reconocer la existencia del racismo y enfrentarlo con acciones afirmativas, asegura Elia Avendaño Villafuerte, del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad de la UNAM.
Debemos transformar a nuestra sociedad, primero al reconocer que existe el racismo y después haciendo una reflexión personal, institucional y estructural que permita emprender acciones y políticas que disminuyan la brecha entre quienes tienen menos acceso a derechos y oportunidades, y aquellos que poseen ciertos privilegios, sostiene la investigadora.
Cuando no se acepta que en nuestra nación existe este fenómeno, tendríamos que ver, por ejemplo, cuántas personas indígenas o afro forman parte de los ámbitos de dirección, cuántas ocupan una secretaría de Estado o encabezan una empresa, añade con motivo del Día Internacional de los Afrodescendientes que se celebrará –por primera vez– el 31 de agosto a iniciativa de la ONU para “promover un mayor reconocimiento y respeto de la diversidad del legado, la cultura y la contribución de esa población al desarrollo de las sociedades, así como impulsar el respeto de sus derechos humanos y libertades fundamentales”.
Los hechos demuestran, agrega Avendaño, que personas con tono de piel claro ocupan posiciones de toma de decisiones, y las de tez más oscura o negra generalmente se ubican en las áreas de servicios e informales, y desarrollan actividades que son más manuales que intelectuales.
Eso incrementa el estereotipo de que estas últimas sólo sirven para ese tipo de trabajos, cuando en realidad enfrentan una serie de obstáculos que les impide acceder a espacios de educación y desarrollo laboral.
A partir de 1960 se reconoce en el mundo que hay racismo y que es incorrecto; se ha establecido que “toda doctrina de superioridad racial es científicamente falsa, moralmente condenable, socialmente injusta y peligrosa”. Y aunque en 2024 terminará el Decenio Internacional para los Afrodescendientes, aún no se logra la igualdad para esa población.
Diáspora africana en México
En México, la primera vez que se empleó una pregunta de identidad afro fue en la Encuesta Intercensal 2015, que arrojó un estimado de un millón de personas que se autorreconocían como afromexicanas, negras o afrodescendientes.
La pregunta volvió a incluirse en el Censo de Población 2020, según el cual “los afromexicanos, negros o afrodescendientes son quienes descienden de personas provenientes del continente africano que llegaron a México durante el periodo colonial, tanto en condición forzada como de libertad, para trabajar en haciendas, ingenios, minas, manufacturas, talleres y en servicios del hogar como cocineras, nodrizas o parteras, entre otras actividades.
“También incluye a las personas de origen africano que llegaron al país en épocas posteriores y actualmente”.
El censo arrojó que aproximadamente 2.5 millones de personas, dos por ciento de la población, se consideran parte de ese grupo. Se ubican en todo el territorio nacional, aunque los grupos más numerosos se localizan en Guerrero y Oaxaca, con 8.58 y 4.7 por ciento del total de la población afrodescendiente, respectivamente.
En la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, además, hay una cantidad importante de comunidades integradas, que no son solamente afro, sino indígenas, precisa la universitaria. De hecho, 7.4 por ciento de los afrodescendientes, es decir, 185 mil personas, habla alguna lengua indígena.
A partir de 2009 los afrodescendientes comenzaron a organizarse para conseguir el reconocimiento constitucional, lo cual lograron en 2019; gracias a eso, se reconoce a las comunidades y pueblos afromexicanos como parte de la composición pluricultural de la nación; se subsana así la deuda de invisibilidad que han enfrentado por cientos de años, concluye Avendaño Villafuerte.
(Con información de Gaceta UNAM)