El coyol, el nuevo «oro verde» en Brasil

Hace unos años, se le veía como una fuente de biocombustible muy prometedora. Hoy, es una planta de usos múltiples con un potencial comercial que está a punto de despuntar.

El coyol (Acrocomia aculeata) ha superado las expectativas de los científicos. «El aceite de coyol, por ejemplo, es muy noble», asegura el biólogo y profesor de la Universidad Federal de Viçosa, Sergio Motoike.

«Se puede emplear en la alimentación humana, la oleoquímica y la cosmética, industrias que pagan mucho más que la de los biocombustibles», agrega.

Esta diversificación de usos, según Motoike, evitaría que se repita la frustración que muchos vivieron con el ricino. Este cultivo fue promovido por el gobierno de Luis Inácio Lula da Silva para la producción de biodiésel, pero fracasó por la falta de capital e inversiones en la tecnología necesaria para producirlo.

En el caso del coyol, las alternativas para su explotación garantizarían su rentabilidad. Y, de no haber contratiempos, este sería el momento perfecto para apostar por su cultivo.

El coyol es originario de Brasil, donde se lo conoce como la palmera más común. Sin embargo, se puede encontrar en otros países de América Latina. Mide entre 5 y 15 metros de altura, tiene espinas en su tronco y hojas y soporta bien las sequías.

Aplicaciones

Su fruto se divide en cuatro partes: la cáscara, la pulpa, el endocarpio (parte dura que envuelve a la semilla) y la almendra. Con su pulpa se produce un aceite recomendado para la fabricación de biodiésel, de biokerosene y del propio aceite de coyol. Casi todo en este fruto es aprovechable.

El aceite hecho con su almendra tiene características ideales para la fabricación de cosméticos, ya que facilita la penetración del producto en la piel.

Al procesar tanto los frutos como la cáscara, se obtiene una pasta rica en proteínas buena para alimentar al ganado.

El endocarpio se puede emplear para el tratamiento del carbón activado, que se utiliza como filtro para purificar aire y líquidos.

Cuestionadas sobre posibles impactos negativos de este cultivo, diversas fuentes, incluidas algunas sin interés comercial en la palmera, siempre respondieron que no los veían.

Sin embargo, hay ecologistas que califican el cultivo de palmeras para producir aceites y demás subproductos puede llegar a ser extremadamente dañino para el medioambiente.

Y es que calculan que entre 1990 y 2008, el cultivo de palmeras es responsable de alrededor del 8% de la deforestación en el mundo.

La deforestación pasa por la quema del bosque para abrir el camino de las palmeras. Esto destruye el ecosistema del lugar.

«Tanto la tecnología agrícola como la industrial están consolidadas, ya existe una demanda de estos productos en el mercado y los resultados económicos son impresionantes», afirma el director de Acrotech, Felipe Morbi. Su empresa ha plantado hasta el momento 520 hectáreas de palmera de coyol en el municipio de João Pinheiro, en Minas Gerais.

La compañía ha utilizado el coyol para recuperar áreas degradadas. La planta es perenne y posee raíces fuertes que impiden la formación de agujeros en la tierra. Además, el coyol crea un microclima más suave y apropiado para la diversificación de la vida en el suelo.

Más rentable que la soja

Entre el sexto y el séptimo año de vida, cada hectárea ya produce entre 3 y 4 toneladas de aceite de pulpa.

«Y con la ingeniería genética se puede doblar tranquilamente esa rentabilidad», asevera Luiz Henrique Berton, el investigador de la Fundación de Apoyo a la Investigación del Estado de São Paulo (Fapesp) para el cultivo de coyol en el Instituto Agronómico de Campinas (IAC).

La soja, por ejemplo, es la principal materia prima para biocombustible en Brasil y arroja 600 kilos de aceite por hectárea. E, incluso después de 50 años de mejoramiento genético, su cultivo aún requiere de 60 litros diarios de agua durante todo el año y no consigue superar las cinco toneladas.

Otra ventaja del coyol es su follaje, que al ser más delgado que el de la palmera africana (de la que se extrae el aceite de palma), permite que se cultive junto al pasto. Esto sería útil en sistemas enfocados en la ganadería y dirigidos a la inclusión social de pequeños agricultores.

Este es uno de los objetivos de un proyecto en Minas Gerais que fue seleccionado por el Banco Mundial y que ya ha recaudado US$6 millones en inversiones para impulsar una cadena de producción de coyol en el país.

Situada en Patos de Minas, también Minas Gerais, la iniciativa de la empresa alemana Inocas prevé el cultivo adicional de palmera en 2.000 hectáreas de pasto. Los inversores también miran con atención el aceite producido con la almendra del fruto del coyol, muy valioso en la industria cosmética, y las pastas hechas con el fruto y la cáscara.

Los estudios en curso estiman que este coproducto -la pasta hecha con la almendra del fruto- está compuesto en más de un 30% por proteínas y podría complementar la nutrición animal e incluso reducir el tiempo de engorde del ganado.

«Así, podríamos hablar de una segunda etapa de pastos productivos», afirma Johannes Zimpel, el máximo responsable de Inocas en Brasil.

Construcción en cadena

Las plagas no parecen ser un problema para esta planta. En cada hectárea crecen unas 500, lo que facilita el control de enfermedades. «Ha evolucionado, de forma natural, como si se tratara de un cultivo comercial: en masa», dice Berton.

El biólogo señala que el caucho, por ejemplo, se desarrolló en solitario: «En la selva amazónica, hay una cauchera aquí y luego, otra a 500 metros. Así que cuando se inició su cultivo comercial, una al lado de la otra, no existía barrera. Fue un plato servido para las plagas «.

Entonces, ¿qué hace falta para que la industria del coyol despunte? Primero, el consumo. «Incluso en masa, el coyol se cosecha poco porque aún no existe un mercado comprador», afirma Haroldo César de Oliveira, consultor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en la Secretaría Especial de Agricultura Familiar y Desarrollo Agrario.

El sector está más avanzado en Minas Gerais, con la producción de jabón en Mirabela, al norte del estado, que también posee un contrato con Petrobras Biocombustibles, a quien proporcionan el aceite de la pulpa para el biodiésel.

En Dores do Indaiá e Luz, la región central minera, la extracción se concentra en todo el fruto, que se vende por el Cooper-Riachão.

En Recife, los agricultores también comercializan el fruto entero pero, en el mercado de San José, se preparan además jarabe de coyol, rico en vitamina C, para el consumo interno. En Corumbá, las asociaciones de mujeres hacen harina con la pulpa del coyol y la venden en el mercado local como un ingrediente para pasteles, galletas, bizcochos y helados.

Industrialmente, la ausencia de semillas estandarizadas para la venta es un obstáculo. «Hasta ahora, los cultivos son de semillas de plantas nativas», dice Carlos Colombo, agrónomo e investigador en el área de genética del IAC.

Una agenda para consolidar su cultivo

La legislación nacional no permite la comercialización de semillas y brotes que no estén registrados en el Ministerio de Agricultura.

A menos que se utilicen para la restauración de flora nativa, como la vegetación en las riberas. En Minas Gerais, sin embargo, un proyecto de ley de 2012 permite el cultivo, la extracción, la comercialización, el consumo y la transformación de coyol. Se trata del único Estado del país en el quelos brotes de coyol se negocian y su siembra se realiza a escala comercial.

«Hay una gran cantidad de personas competentes involucradas en el coyol, pero por desgracia no existe, hasta la fecha, una unidad de investigación compuesta tanto por científicos, órganos gubernamentales y empresas privadas y que tenga como fin crear una agenda para la consolidación de esta planta,» dice Morbi.

Un taller que se realizará en junio en Campinas, busca «unir» a toda la cadena de producción.

«Las comunidades indígenas ya usaban el coyol para encender antorchas, en Ouro Preto lo vieron como combustible para lámparas, cosméticos, productos farmacéuticos y hasta hay un fermentado hecho con el tallo de la planta o vino de coyol», afirma Berton entusiasmado.

Su imagen en WhatsApp muestra al biólogo cargando un manojo de 40 kilos de coyol con más de 1.000 frutos. La media es de 600 por racimo.

“No hay otra palabra: es espectacular, sólo falta que el mercado lo descubra”.

(Con información de BBC)

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