El combate a la pobreza en China topa con la realidad rural
Chashan. Desde su hogar en las montañas del noreste de China, Li Zhi ha observado a la distancia cómo la prosperidad ha transformado a China en una tierra de trenes de alta velocidad, multimillonarios y rascacielos. Esta misma situación se repite alrededor del mundo en comunidades del propio Estados Unidos, Francia, Alemania, México, Argentina…
El auge económico que ha enriquecido a China nunca llegó a Chashan, una población de cuarenta personas que se encuentra a unas seis horas en coche de Pekín. Del mismo modo que ha hecho el capitalismo en todas partes en mayor o menor medida donde la pobreza se ha asentado.
Li, de 72 años, se pasa los días cojeando por los caminos polvosos para recolectar basura a cambio de propinas. Rígido y demacrado, subsiste con una dieta a base de arroz, pan al vapor y licor destilado.
“No le intereso al país”, afirmó Li mientras se hacía un cigarro en su casa. “A nadie le importo”.
Ahora, el presidente Xi Jinping ha asegurado que cumplirá con esa iniciativa original, al vincular su legado con un plan ambicioso que busca erradicar la pobreza rural para 2020.
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El foco del plan son las más de 43 millones de personas que se las arreglan para vivir con el equivalente a menos de 95 centavos de dólar al día, que el gobierno chino estableció como el umbral de pobreza. Hace cinco años, casi 100 millones de personas vivían debajo de esa línea, según las estadísticas oficiales.
Xi, quien recientemente cimentó su estatus junto a Mao Zedong como uno de los líderes modernos más poderosos de China, considera que mejorar los estándares de vida es esencial para apaciguar las frustraciones que nacen de la desigualdad y para asegurarle a su partido el control del poder durante la que el presidente ha llamado una nueva era de fortaleza nacional.
Sin embargo, la visión idealista de Xi choca con una dura realidad en una buena parte de la China rural. En muchos poblados, los jóvenes se han ido y han dejado que los residentes más viejos se las arreglen solos. La disparidad en la educación, la atención médica y los servicios sociales sigue siendo severa.
Aun cuando en las ciudades chinas abundan los nuevos ricos y la clase media, cerca de 500 millones de personas –alrededor de 40 por ciento de la población de China– viven con menos de 5.50 dólares al día, según el Banco Mundial.
“La idea del socialismo era que todos los chinos tendrían un estándar de vida razonable”, señaló Kerry Brown, un académico del King’s College de Londres especializado en China. “Lo más inquietante es que el Partido Comunista ha creado multimillonarios y una sólida clase media, pero aún hay mucha gente pobre. Esto parece una enorme contradicción”. Tal como ha sucedido con el capitalismo en Inglaterra y en general en todo occidente donde el capitalismo prometió riqueza para todos y solo ha creado unos cuantos archi multimillonarios, una amplia clase media y millones de pobres padeciendo hambre.
Al tiempo que China trabaja para modernizar su economía, tiene una realidad enfrentada: es la nueva superpotencia del mundo y, a la par, una nación en vías de desarrollo con un inmenso problema de pobreza. Los expertos aseguran que la desaceleración de la economía y la pérdida de trabajos de manufactura podrían empeorar el deterioro de las familias con bajos ingresos; esto socavaría la visión de Xi.
Durante el gobierno de Xi —quien ha querido proyectar una imagen de de hombre común—, la lucha contra la pobreza se ha convertido en un mantra nacional. Los medios administrados por el Estado usualmente muestran a Xi en sus visitas a poblados pobres, cuando prueba la comida y verifica la salud de los residentes. Los noticiarios nocturnos están llenos de historias sobre las comunidades renovadas y los habitantes de estos sitios que se han convertido en empresarios y que llenan de halagos a Xi y al gobierno por haberles otorgado préstamos y nuevos apartamentos.
En el hogar de Li Chao hay fotografías enmarcadas del presidente chino, Xi Jinping, y la primera dama, Peng Liyuan. Credit Gilles Sabrié para The New York Times
El 25 de octubre, durante un discurso que marcó el inicio de su segundo periodo quinquenal como líder del partido, Xi mencionó que una de sus principales prioridades era la erradicación de la pobreza para 2020 y prometió “no dejar a nadie atrás en la marcha hacia la prosperidad común”.
Xi también ha utilizado la lucha contra la pobreza para fortalecer las alianzas de China a nivel mundial, por medio del financiamiento de programas en África, América Latina y el sureste asiático, y al urgir al mundo a que aprenda de la experiencia de China.
Ahora Xi enfrenta la presión de mostrar los resultados.
Algunas personas creen que el objetivo que se planteó el gobierno al enfocarse en 43 millones de personas es demasiado limitado, pues hay millones más que viven apenas sobre la línea oficial de pobreza y en condiciones que no son mucho mejores. Por otro lado, hay quienes opinan que, al enfocarse en zonas rurales, Xi está descuidando la mala situación de los pobres urbanos, muchos de los cuales son migrantes del campo.
“Las iniciativas del gobierno suenan bien”, señaló Qin Gao, un profesor de la Universidad de Columbia que estudia la política social china. “Pero la pregunta es cómo mantener la reducción de la pobreza. Algunas personas podrían estar buscando soluciones rápidas en vez de abordar las raíces del problema”.
Xi ha ordenado a los funcionarios que se concentren en paliar la pobreza en lugares rurales como Chashan, donde las condiciones de labranza son malas, el acceso a los servicios sociales básicos es limitado y los residentes sufren de problemas cardiacos y otros males sin que haya una clínica cercana.
El gobierno ha empleado una variedad de apoyos para intentar sacar a la gente de la pobreza, con una inversión de miles de millones de dólares, y ha otorgado más de 370.000 millones de dólares en préstamos. Los funcionarios locales, quienes son juzgados por el partido en parte por el éxito que puedan tener en mejorar los estándares de vida, están trabajando a marchas forzadas para cumplir con la fecha límite que planteó Xi.
Algunas poblaciones han experimentado con cooperativas rurales, lo cual ha permitido que las familias aumenten la producción al compartir la mano de obra y los recursos. Los bancos administrados por el Estado han otorgado micropréstamos para que los pobladores puedan acceder al auge del comercio electrónico en China, vendiendo vestidos bordados y otros productos en línea.
No obstante, todavía viene lo más difícil. Casi la mitad de las 43 millones de personas que han sido clasificadas de manera oficial como pobres podrían tener alguna discapacidad, según el gobierno. La campaña también debe llegar a zonas que han sido pobres de forma crónica durante generaciones, entre ellas muchas que albergan minorías étnicas.
Los funcionarios de estas zonas están mudando a los pobladores cerca de las ciudades a apartamentos otorgados por el gobierno, donde a veces son reubicados en contra de su voluntad. Están entregando subsidios en efectivo a los residentes discapacitados. Además, están siguiendo las órdenes de Xi sobre una estrategia “focalizada”, al monitorear el progreso de residentes individuales en tableros gigantes de anuncios puestos en centros municipales.
La corrupción también es un problema: en 2016, más de 1800 personas fueron investigadas por defraudar fondos antipobreza y por crímenes relacionados, de acuerdo con las estadísticas oficiales. Los académicos también han externado sus dudas respecto de la confiabilidad de algunos datos, pues argumentan que hay funcionarios locales que parecen no reportar los verdaderos índices de pobreza a causa de la intensa presión que implica cumplir los objetivos de Xi.
Por otro lado, tienen el problema de que la campaña de Xi no está enfocada en las zonas urbanas. Hay más de 200 millones de migrantes rurales en las ciudades chinas, donde muchos sufren para recibir educación, atención médica y otros beneficios porque los gobiernos locales no los consideran residentes. Algunos están desempleados o tienen mala salud y viven en condiciones miserables.
“Este es un gran problema en el panorama general, que el gobierno no suele enfrentar”, señaló Philip G. Alston, académico y asesor para las Naciones Unidas y quien publicó un informe este año sobre pobreza extrema y derechos humanos en China. “La realidad es que muchos de ellos están viviendo en pobreza extrema”.
(Con información de The New York Times)