Educación, diálogo y respeto, mecanismos para alcanzar la paz
La educación, el diálogo y el respeto son mecanismos para alcanzar la paz; la primera en particular, mediante los valores éticos que se incuban en las aulas, la capacidad de encontrar mentorías en las personas y en las esferas de la vida: deporte, trabajo, artes, humanidades, ciencias, incluso en el entrenamiento del cuerpo con una filosofía de no violencia.
Lo anterior, de acuerdo con el profesor de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, Pedro Isnardo de la Cruz Lugardo, quien afirma que también es posible alcanzarla a través de la moral, la religión y en los diversos ámbitos de la vida. Es decir, construir relaciones con los otros, sin proceso de destructividad o autodestructividad. “Hay una dimensión de ambas en la agresión pura, física, mortal y en aquella que se ejerce por juego y placer cruel”, subraya con motivo del Día Internacional de la No Violencia que se conmemoró el 2 de octubre.
“Justo en la no violencia encontramos la posibilidad de redescubrir un vínculo vital y diferente para construir relaciones amorosas, afectivas, e incluso instrumentales profundamente positivas, siempre y cuando impliquen una opción de bien común”, refiere el también profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.
De la Cruz Lugardo resalta que la dimensión de dicho concepto supone ir más allá de una visión individual, desde Mahatma Gandhi, Aldo Capitini, Emmanuel Lévinas, hasta Nelson Mandela y Martin Luther King, quienes admiten la enseñanza de múltiples metodologías a partir de las cuales en la historia de la humanidad podemos redescubrirnos como seres humanos. Ello implica lo espiritual íntimo para no dejarse llevar por lógicas de arbitrariedad propia o de confrontación visceral inmanejables.
El profesor universitario destaca que una supuesta violencia inherente a las personas tiene dos lecturas: un punto de crueldad pura, que tarde o temprano se expresa y se convierte en un cataclismo, una debacle, una fuerza destructora irrefrenable; por otro lado, la supresión de derechos y libertades, donde la política puede ejercer tal nivel de represión en la que todo ser humano es objeto de sospecha, sujeto de evidencia, de irrefrenable e irreverente propensión a la destrucción de los suyos.
En ello se basan también las políticas de gobiernos autócratas en los que se privilegia el abuso de los poderes militar y político, además de la arbitrariedad como arma central para preservarse en el poder y, al mismo tiempo, como forma de control político opresivo de una sociedad, expone.
Agrega que la no violencia es una metodología que debemos interiorizar, desde una praxis de prevención y ética, lo que supone la recuperación de una cultura de paz, de metodologías de trabajo social, de psicología comunitaria, psicopedagogía y otras áreas de las ciencias sociales y las humanidades orientadas o involucradas en reconstruir procesos formativos asumiendo los nuevos modelos de familias, de ecosistemas de paz en el aula, de renovación de liderazgos genuinos en las comunidades, todos ellos en proceso de transformación permanente.
Se puede cultivar
El académico afirma que “la no violencia aunque es un proceso que no se alcanza de la noche a la mañana, se cultiva si se está dispuesto a recrear la visión y experiencia que se han padecido o experimentado con los productores de la violencia y la fatalidad extrema (los denominados enemigos, adversarios, verdugos, el delincuente), reproduciendo para sí una esfera de perdón y comprensión de que no han logrado o se resisten a lograr su paz interior y espiritual”.
Y argumenta De la Cruz Lugardo: la no violencia debe construirse como una fuerza de mediano y largo plazos, ética, cultural, política, para que quienes apuestan a construir comunidades de paz desde el aula hasta la familia, los entornos diversos de convivencia y vida pública pongan las cosas en su lugar, se reduzca el escalamiento de daños, las consecuencias y violencias, a través de las políticas de seguridad e intervenciones comunitarias, reivindicándose la dimensión de justicia y dignificación de la convivencia cotidiana entre las instituciones y la sociedad, y por supuesto, del respeto que debe profesarse desde el Estado y las instituciones a las víctimas de cualquier vulneración de sus derechos, libertades y vidas.
El Día Internacional de la No Violencia es una jornada que se celebra, desde 2007, el 2 de octubre y fue proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas ese mismo año. El propósito es educar y concienciar a la sociedad de que hay caminos menos agresivos por los cuales se pueden lograr grandes objetivos.
(Con información de Gaceta UNAM)