Ecología y economía: ¿amigas o enemigas?
Manifestantes con chalecos amarillos sostienen carteles en los que se lee «Sí a la ecología, no a las mentiras» durante una protesta contra el aumento de los precios del combustible, el 17 de noviembre de 2018 en Hendaya, al sur de Francia
Avanzar en la transición ecológica sin perjudicar la economía. Además de Francia, cuyo gobierno anuló esta semana el aumento de los impuestos sobre el combustible, numerosos países afrontan esta cuestión.
No obstante, «no hay una contradicción fundamental» entre economía y ecología, explicó a la AFP Mireille Chiroleu-Assouline, profesora en la París School of Economics.
«Pero esto comporta limitaciones para las familias», añade Mathieu Plane del Observatorio francés de coyunturas económicas (OFCE). Según Plane, «si la fiscalidad ecológica no está acompañada y compensada, en particular sobre la cuestión del poder adquisitivo, esta difícilmente resulta aceptable».
Si la cuestión del poder adquisitivo es una de las principales reivindicaciones del movimiento de los «chalecos amarillos», que se manifiestan en Francia desde el pasado 17 de noviembre, el reto de conciliar economía y ecología también está presente en numerosos otros países.
Un ejemplo de ello es la Conferencia del Clima de la ONU que se celebra en Polonia (COP25), un país signatario del Acuerdo de París, pero cuya economía depende de la energía térmica de carbón.
Según las proyecciones de los expertos del Instituto de investigaciones estructurales de Varsovia, el porcentaje de energía térmica en el total de producción eléctrica debería reducirse al 39% en 2030 para respetar los objetivos climáticos del acuerdo de 2015.
No obstante, las políticas energéticas del gobierno polaco, presentadas el 23 de noviembre por su ministro de Energía, Prysztof Tchorzewski, contemplan que en 2030 el 60% de la electricidad sea producida a través de la combustión de carbón, que el año pasado representó el 80%.
«Mientras se prioriza el interés político a corto plazo, se aplazan las decisiones difíciles para más adelante», lamentaba a finales de noviembre Marek Jozefiak, experto del carbón para la fundación Greenpeace.
Este argumento resulta aún más evidente en Estados Unidos, cuyo presidente Donald Trump retrocede respecto algunos avances de su predecesor en materia de lucha contra el cambio climático con el argumento de no perjudicar el crecimiento económico.
“Corto plazo”
Además de su decisión de abandonar el Acuerdo del Clima de París, el presidente republicano también anuló un plan sobre las centrales de carbón para reducir la contaminación e impulsó un proceso para flexibilizar las normas contra la contaminación de los vehículos a partir de 2025.
«Hay una oposición entre un razonamiento a corto plazo y otro a largo plazo», explica Xavier Timbeau, del Observatorio francés de coyunturas económicas, en declaraciones a la AFP.
El director principal del OFCE considera que esta lógica resulta paradojal. «Si evitamos las inversiones en defensa del medioambiente, el precio de esto será más importante de lo que costaría actualmente evitar el cambio climático».
Para Timbeau, tres factores explican las decisiones contrarias a la lucha contra el cambio climático que pueden adoptar los gobiernos: «Una forma de egoísmo y la brutalidad de las medidas que deben adoptar los jefes de estado y de gobierno para cambiar las conductas».
Esta «brutalidad» será percibida de forma más negativa si «se suma a las desigualdades económicas que aumentaron con gran violencia durante los últimos veinte o treinta años», continúa Timbeau.
Pese al escaso avance de medidas contra el cambio climático tras la firma del Acuerdo de París, Timbeau considera «inevitable» la evolución de las políticas y los comportamientos.
«No podemos decir que no ha habido una toma de consciencia en Francia» a favor de la transición ecológica, confirma Plane, quien recuerda que hace falta saber «quién lo financia, cómo se lleva a cabo y cómo se hace interesante para todo el mundo».
(Con información de AFP)