Contraste entre la opulencia de Miami y los barrios pobres

Tiffany Strong camina entre los escombros de la planta alta de su casa y suspira mientras señala una pila de zapatos arrumados en una habitación. Están empapados y ni ella ni sus dos hijos podrán volverlos a usar.

Tampoco podrán regresar a la que ha sido su residencia durante 12 años en Miami. Las lluvias del huracán Irma lo inundaron todo el domingo, los vientos hicieron colapsar el techo y ahora no hay más que muebles húmedos y destrozos.

«No sé ni por dónde empezar. Regresar a tu casa y verla así… es devastador», dice Strong, que había evacuado el lugar con su hija adolescente de 19 años y su hijo de 12 ante la amenaza del huracán.

«No tenemos nada, no tenemos ni comida. La que tenía se dañó cuando se fue la electricidad y tuvimos que botarla», lamenta.

La vida para Strong, de 42 años, ya era difícil antes de que la golpeara Irma. Es una de las 9.000 residentes del barrio de mayoría afroestadounidense de Overtown, uno de los más antiguos de Miami y también uno de los más pobres.

El ingreso familiar anual promedio en esta localidad es de US$15 mil 280, mientras que la media en el condado de Miami Dade, de 2.7 millones de residentes, es de casi US$42 mil según cifras oficiales.

El paisaje en este vecindario rompe por completo con el de los hoteles y las residencias de lujo que están a solo tres kilómetros de distancia, en el Downtown de Miami.

A cuatro días del paso del huracán, que dejó al menos una veintena de muertos en el estado de Florida, más de 300.000 hogares en Miami siguen sin electricidad.

Pese a que la ciudad no sufrió los embates esperados de un huracán que devastó varias islas del Caribe, hay comunidades como Overtown que luchan por recuperarse.

La mayoría de los residentes de este barrio no tuvo recursos para abastecerse con comida y agua potable antes de la tormenta y lo poco que consiguieron ya se les acabó.

La misma situación se repite en otras zonas de bajos recursos en Miami Dade, donde más del 21% de la población ya vivía en condiciones de pobreza, según cifras de 2013 consolidadas en un informe de 2015 del condado.

INGRESO Y POBREZA

  • 75% de los niños matriculados en las escuelas públicas del condado de Miami-Dade vive por debajo del nivel de pobreza.

«Necesitábamos ayuda»

Franklin Wright carga con tres cajas de comidas empacadas que acaban de entregarle en una escuela pública de Overtown, a pocas cuadras de su casa.

El obrero de 38 años no vivió el caos en los supermercados la semana pasada, cuando cientos de miles de personas arrasaron con los enlatados y el agua potable que quedaba en los anaqueles.

Compró lo mínimo para su familia en una tienda de la esquina y ya el jueves estaba desesperado por conseguir comida.

«Estábamos con la esperanza de que alguien viniera aquí. Necesitábamos ayuda», dice mientras llama a su esposa para que le ayude a cargar las provisiones.

Dentro de ellas hay paquetes de desayunos y almuerzos no perecederos que normalmente consume el ejército de Estados Unidos. Jugo de manzana, unos espaguetis con salsa de tomate dentro de una bolsa de aluminio sellada al vacío y galletas saladas son algunas de las preparaciones.

Para las familias con niños, el cierre de las escuelas no solo supuso una pausa en el estudio, sino también en su alimentación.

Muchos padres cuentan con las comidas gratuitas que las escuelas reparten durante la jornada escolar.

Como Eve McKenzie, de 30 años, que en los días previos y posteriores al huracán se las vio duras para alimentar a los siete niños que viven con ella y vino en su auto a esta escuela apenas supo que repartían comida.

«Sobrevivimos al huracán, pero no tengo dinero para alimentarlos. Apenas me alcanza para pagar las cuentas», dice.

Las autoridades dicen estar conscientes de las necesidades de estas comunidades. Por ello, habilitaron casi una veintena de escuelas públicas como centros de distribución de alimentos en las localidades con más necesidad.

«Vamos a continuar hasta que se nos acabe la comida», le dice a BBC Mundo Alberto Carvalho, superintendente de escuelas públicas del condado.

Carvalho detalla que este operativo se lleva a cabo, además de en Overtown, en barrios como Liberty City, uno de los más pobres en el noreste de Miami; Homestead y Hialeah, ambos con poblaciones mayoritariamente hispanas.

«Me dio temor irme a un refugio»

La población latina en Miami probablemente ha sido la segunda más afectada después de la afroestadounidense tras el paso del huracán Irma.

No solo porque se enfrenta a los trastornos que deja un desastre natural, sino porque casi medio millón de hispanos tienen el añadido de ser inmigrantes indocumentados, según estimaciones del Centro de Investigación Pew.

Para otras familias latinas, como la de Ana Araica, la dificultad está ahora en esperar la aprobación de dinero federal para reparar una de las habitaciones de su casa, arrasada por el huracán.

«No nos mandaron a evacuar, pero los vientos fueron tan fuertes que se llevaron el techo y ahora no se puede estar ahí», dice.

Las autoridades informaron que van normalizando la situación en el condado y que esperan que el lunes las escuelas reciban a los estudiantes y se restablezca el servicio eléctrico.

Mientras tanto, a residentes como Tiffany Strong y Ana Araica probablemente les tomará más tiempo volver a sus rutinas tras las consecuencias del huracán.

(Con información de BBC Mundo)

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