Afecto y comunicación en el duelo infantil y adolescente
Se debe ayudara a niñas y adolescentes frente a los diferentes duelos que experimenten en la vida y puedan transitarlos de manera saludable
La facilidad de comunicación y expresión emocional en las familias favorecerá el duelo infantil y adolescente tras una pérdida afectiva, de lo contrario dicho proceso en esta población se verá obstaculizado, afirmó Verónica Ruiz González, académica de la Facultad de Psicología (FP).
La especialista en psicoterapia infantil resaltó la necesidad de promover la comunicación, la expresión afectiva en las familias, además de los vínculos seguros y afectuosos, ello contribuirá a blindar a niños, niñas y adolescentes frente a los diferentes duelos que experimenten en la vida y puedan transitarlos de manera saludable.
Ruiz González señaló que no podemos protegerlos de la muerte de un ser querido, la separación de la familia o las crisis sanitarias como la que hoy vivimos, de desastres naturales o cualquier otra catástrofe, “ello está fuera de nuestro control, pero sí podemos ayudarles mediante mecanismos de adaptación para que hagan frente a una nueva realidad en cualquier circunstancia”.
Puntualizó que una familia saludable acompañará la expresión de emociones y hará uso de sus vínculos afectuosos para ayudar a los infantes en esos procesos dolorosos, añadió la especialista en su conferencia virtual Duelo Infantil, organizada por la FP.
Para acompañar a la población infantil que pasa por una situación de duelo debido a una pérdida familiar, es indispensable que los adultos no oculten sus sentimientos, sino que los compartan con ellos, “llorar juntos, incluirlos, escucharlos, cuidarlos y estar con ellos en estos procesos en familia”.
Parámetros
La académica universitaria destacó que hay ciertos parámetros para hablar de un proceso de duelo complicado y persistente en esta población, tales como comportamientos desorganizados, disruptivos e inquietud, entre otros. Si estas conductas, después de seis meses se mantienen, es importante considerarlo como señal de alerta y buscar apoyo psicológico.
Es fundamental acompañarlos desde el lugar que ocupemos en la vida de los pequeños que estén sufriendo una pérdida, sea como papá, mamá, hermanos o cualquier otro familiar, o bien como docentes, psicólogos, personal de salud, etcétera, para facilitarles el duelo y puedan regresar a su estado de equilibrio emocional y psicosocial, y continuar con un desarrollo saludable.
Detalló que niñas y niños pueden tener diferentes tipos de pérdida, no sólo por la muerte de alguien cercano, sino también por algún juguete; por transición de preescolar a primaria o de la infancia a la adolescencia, pero también por una mudanza por cambio de domicilio o de escuela, o bien por la separación de los padres, entre otros aspectos.
Indicó que estas poblaciones deben realizar las tareas del proceso de duelo, es decir, reconocer la realidad de la pérdida, tanto a nivel emocional como racional, y elaborar las emociones relacionadas con el hecho (tristeza, miedo, dolor, enfado, ansiedad, vergüenza o culpa), pues predominan mucho las emociones de valencia negativa, por lo que es importante generar espacios y encuentros donde niños, niñas y adolescentes sean escuchados, consolados y reconfortados.
Asimismo, aprender a vivir en un mundo donde el ser querido ya no está presente, y recolocar emocionalmente al fallecido y seguir viviendo sin olvidarlo, preparándose para convivir con su recuerdo y para estar en el ahora.
Es decir, continuó, acompañarlos a comprender la muerte y la separación de acuerdo con su edad y con un lenguaje sencillo. Lo que más afecta a los pequeños es el silencio y que se les excluya, ello les genera sentimientos negativos como la culpa, por ejemplo, que lo ocurrido con su familiar fallecido pasó por algo que hicieron.
Indiscutiblemente, dijo, habrá ocasiones que, ante la pérdida de un ser querido, algunos necesitemos atención psicológica. En el caso de los niños, “cuando observemos comportamientos que obstaculizan su desarrollo, decaimiento, disminución en su desempeño académico, daño en su autoestima, la existencia de autolesiones, culpa y enojo exacerbados, sobre todo después de un periodo de seis meses de duelo, es indisepensable recurrir a atención especializada.
La muerte y las pérdidas por ello, son procesos naturales, se ha visto que gran parte de las familias generarán recursos o se fortalecerán incluso después de la adaptación a estas situaciones críticas, gran parte de nosotros nos recuperaremos de manera aceptable. Sin embargo, una persona en duelo no requiere una mente brillante que le hable, sino un corazón paciente que le escuche, y lo anterior implica en la infancia un proceso de acompañamiento, finalizó.
(Con información de Gaceta UNAM)