A dos años de desastre minero, aún esperan la reconstrucción
Dos años después del mayor accidente ambiental en la historia de Brasil ni un ladrillo ha sido colocado en los terrenos previstos para la reconstrucción de los pueblos arrasados por el barro de desechos mineros.
De Bento Rodrigues, la primera localidad alcanzada por el torrente, «sólo quedó la añoranza», resume Antonio Quintao, que era dueño de dos casas que fueron arrasadas.
El desastre se originó cuando cedió, a 5 kilómetros de allí, el dique que contenía casi 40 millones de metros cúbicos de residuos mineros de la empresa Samarco, propiedad de la brasileña Vale y de la anglo-australiana BHP-Billiton.
Un tsunami de lodo mató 19 personas, arrasó varias localidades en el estado de Minas Gerais (sudeste) y recorrió más de 600 kilómetros por el Rio Doce hasta el océano Atlántico, devastando fauna y vegetación a su paso, señaló el Instituto Brasileño del Medio Ambiente (Ibama).
Hoy, Antonio continúa trabajando como operador de máquinas para Vale y vive junto a su familia en un pueblito cerca de la ciudad histórica de Mariana, con un alquiler y el equivalente mensual de un salario mínimo (283 dólares al cambio actual), pagados por Samarco.
A la espera de la reconstrucción de Bento Rodrigues, que todavía no ha salido del papel, se resigna.
«Teníamos nuestras casitas. Podían ser sencillas, pero eran nuestras. Ahora estamos viviendo de limosna de la empresa, en una casa que no es nuestra», dijo a la AFP este hombre de 49 años.
Pueblo fantasma
El día de la tragedia, Antonio iba del gallinero a la sala cuando sintió un zumbido ensordecedor.
«¿Ese avión va a aterrizar en esta calle?», bromeó primero con su esposa. Pero de inmediato supo que se trataba de algo peor: un caudaloso torrente marrón corriendo ladera abajo, debido a una rotura del dique.
Sin pensarlo, tomó los 3 mil reales que tenía en el guardarropa y salió raudo en su camioneta pick-up para intentar sacar de sus casas a la mayor cantidad de vecinos posible antes del alud.
Pese al trauma, es capaz de relatar con lujo de detalles los minutos siguientes, hasta que apareció el primer helicóptero de bomberos con el que pudieron encontrar a los primeros sobrevivientes entre el barro. Y también a las primeras víctimas.
Dos años después, las ruinas amarronadas de las casas continúan intactas, inhabitables. Bento Rodrigues parece un pueblo fantasma. Sólo se percibe el paso del tiempo por las enredaderas y arbustos que han empezado a engullir los pedazos de paredes que quedaron en pie.
Proceso «muy participativo»
A raíz del incidente, Samarco enfrenta varias demandas judiciales, entre ellas un proceso por homicidio contra 22 personas, incluyendo altos ejecutivos de la empresa.
Todavía no hubo condenas y el proceso está suspendido desde agosto, para investigar denuncias de la empresa de que hubo ilegalidades en la recolección de pruebas.
Mientras tanto, la compañía realiza tareas de indemnización y reparación de daños a través de la Fundación Renova, entidad creada tras un acuerdo de Samarco, Vale y BHP con el gobierno federal y el de Minas Gerais.
La reconstrucción de los pueblos Bento Rodrigues, Paracatu de Baixo y Gesteira es uno de los planes de la fundación.
El proyecto urbanístico pretende recrear la distribución original de las casas, escuelas e iglesias de cada localidad, en un intento de restaurar no sólo las estructuras materiales, sino también los lazos comunitarios entre los vecinos.
Aunque el proyecto de Bento Rodrigues -que tenía 600 habitantes- es el más avanzado, aún está en fase de obtención de licencias ambientales, aprobación por la comunidad de los prototipos finales de las casas y contratación de las empresas para iniciar las obras.
«El proceso es muy participativo», explica Marcus Vinicius Ferreira, portavoz de la Fundación Renova, interrogado por la demora.
Ferreira dice que «está todo dentro del cronograma» y que los habitantes podrán instalarse en las tres localidades en el primer semestre de 2019.
Renova asegura que ha destinado hasta el momento 2.500 millones de reales (unos 760 millones de dólares) para la reparación de daños, de un total de 11 mil 100 millones previstos hasta 2030.
Pese a que tiene el techo y la comida asegurados, Antonio no guarda grandes esperanzas en relación a la nueva Bento Rodrigues.
Para él, lo más difícil del día a día sigue siendo lidiar con su propia conciencia. «Trabajo para una empresa que destruyó todo lo que yo tenía. Pero qué otra cosa puedo hacer», se debate. «Levantamos la cabeza y seguimos la vida», afirma.
(Con información de AFP)