Trump baja el tono hacia Irán y Corea del Norte

«Creo que a Irán le gustaría que hablemos. Y si quieren hablar, hablaremos», comentó el mandatario estadounidense

Después de un fin de semana de golf y sumo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se dedicó este lunes a cosas más serias al mencionar el «gran respeto» entre Washington y Pyongyang y la posibilidad de diálogo con Irán.

«A título personal, pienso que muchas cosas buenas saldrán de Corea del Norte. Es algo que lo siento. Puedo estar correcto o puedo estar equivocado, pero es algo que siento. Hemos recorrido un largo camino», expresó.

«Hay un buen respeto construido, quizá un gran respeto construido», añadió el mandatario, en una referencia a los dos encuentros que mantuvo con el líder norcoreano Kim Jong Un, en los que sin embargo faltaron acuerdos claros y de fondo.

A inicios de mayo Corea del Norte retomó los lanzamientos de pruebas de misiles de corto y medio alcance, un gesto que volvió a poner en alerta a la comunidad internacional… pero no a Trump.

En un mensaje en Twitter, el mandatario apuntó que Pyongyang había «lanzado unas pequeñas armas», minimizando unos lanzamientos que hicieron encenderse las luces de alarma en toda la región.

Con relación a Irán, Trump inesperadamente entreabrió la puerta a la posibilidad de conversaciones con dirigentes iraníes, después de meses de acalorada retórica y amenazas de tono sumamente elevado.

«Creo que a Irán le gustaría que hablemos. Y si quieren hablar, hablaremos», comentó el mandatario estadounidense.

«Ya veremos que ocurre. Sé que el primer ministro (Abe) es próximo de los líderes iraníes. Nadie quiere que ocurra algo terrible, especialmente yo», agregó.

Agenda sensible

En la capital japonesa, Trump deberá mantener un encuentro de alto nivel con Shinzo Abe, aunque en esa oportunidad no estará en juego una sesión de golf o un carísimo bistec en un tradicional restaurante.

Trump y Abe tienen en agenda dos temas altamente espinosos, la relación comercial y, precisamente, Corea del Norte.

El lunes, Trump se convirtió en el primer mandatario extranjero en mantener un encuentro con el nuevo emperador de Japón, Naruhito.

El nuevo jefe de la casa imperial japonesa ascendió al Trono del Crisantemo a inicios de mayo después de la abdicación de su padre, el emperador Akihito.

Vestido con un impecable traje de corte occidental con una corbata celeste, Naruhito estaba acompañado de la emperatriz Masako, una ex diplomática políglota, quien vestía un discreto tailleur blanco.

A su vez, Trump llegó al palacio imperial japonés acompañado de su esposa Melania.

Comercio en discusión

En la noche del domingo, luego de una cena con Abe, Trump sugirió que el encuentro con Naruhito era el verdadero plato fuerte de la visita que realiza a Tokio.

«Mañana [por este lunes] es realmente el principal evento. Un evento muy importante en la historia de Japón», dijo el mandatario estadounidense. «Es un gran honor representar a Estados Unidos» en esa reunión.

La abdicación de Akihito fue la primera en poco más de dos siglos en Japón.

El encuentro con Abe, más allá de todas las gentilezas del fin de semana, tiene ingredientes picantes en agenda.

Antes de ese encuentro, Trump mencionó que Estados Unidos sufre con el «enorme desequilibrio» en el intercambio comercial entre Washington y Tokio.

«Estamos trabajando en el desequilibrio comercial, porque ha habido un enorme desequilibrio, y estamos trabajando en eso», comentó.

Sin embargo, acotó que se sentía «seguro que vamos a hallar una forma» de superar este problema.

En la víspera, en un mensaje en Twitter, Trump había admitido que difícilmente habría una solución a las diferencias comerciales antes de julio, cuando habrá elecciones legislativas en Japón.

Como Abe tendrá por delante una elección difícil, observadores consideran improbable que esté dispuesto a hacer concesiones, y por ello la Casa Blanca estaría de acuerdo en esperar para discutir los temas mas difíciles de la agenda.

Entre sumotoris

El domingo, Trump y Abe asistieron a la final del torneo de sumo de Tokio, donde Trump entregó la imponente «Copa Presidencial», de unos 30 kilos y 1,4 metros de altura, al vencedor, el japonés Asanoyama.

Acompañado de Melania, presenció algunos combates entre los colosos de esta antigua lucha tradicional, después de realizar su entrada bajo los aplausos del público en el gigantesco recinto de más de 10.000 plazas, el Riogoku Kokugikan.

Muy serio durante los combates, se relajó cuando subió al sagrado cuadrilátero, al que accedió con unas zapatillas especiales para la ocasión.

Se desplegó un importante dispositivo de seguridad en este templo del sumo, con estrictos controles a los espectadores.

Como consecuencia, se formaron largas colas ante las entradas. «Me esperaba aún más seguridad que de costumbre, pero no hasta este punto», confesó a la AFP un hombre de 76 años, Hisato Koizumi.

Se advirtió a los aficionados de que quedaba prohibido lanzar sus cojines -como es tradicional cuando un gran campeón, un «yokozuna», es derribado por su adversario- por miedo a que alguno cayera sobre el presidente estadounidense.

«Me gustaría dar las gracias. Fue una velada increíble en el sumo», se entusiasmó Trump más tarde, en un restaurante con su esposa y la pareja Abe. «Es un deporte muy antiguo y siempre quise ver sumo».

(Con información de AFP)

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