“Roba, pero hace obras”, el ocaso de un político peruano
El brazo derecho del ex alcalde devino testigo clave y confesó a la fiscalía que Castañeda le pidió no inculpar a sus presuntos cómplices
Lima, Perú. El 13 de febrero, el metálico sonido de la puerta de una celda cerrándose tras el exalcalde de la capital peruana, Luis Castañeda, confirmó el ocaso político del personaje que inspiró una cínica o resignada frase: ‘Roba, pero hace obras’.
Ese mismo día, un grupo de jóvenes que festejaron como victoria democrática la decisión judicial de enviar a prisión preventiva por dos años a quien pasó de ser un popular alcalde durante dos gestiones y ocho años, a convertirse en uno de los políticos más rechazados del país.
La demostración se realizó en la primera obra de su última gestión de cuatro años como alcalde, de enero de 2015 y diciembre de 2018, un ‘baipás’ (paso a desnivel), criticado por su poca utilidad y su alto costo, delator de corrupción, y que comenzó a deteriorarse sólo semanas después de su inauguración.
Castañeda deberá permanecer en presidio común hasta 2022, aunque su abogado insiste en que pase a detención domiciliaria por ser adulto mayor (tiene 74 años), mientras se profundizan las pesquisas de la Fiscalía Anticorrupción sobre los presuntos delitos del personaje y se prepara el juicio correspondiente.
La decisión judicial se basó especialmente en el testimonio de quien fuera su hombre de confianza en sus tres gestiones cuatrienales como alcalde de la ciudad, Martín Bustamante, quien se convirtió en colaborador de la fiscalía.
El brazo derecho del ex alcalde devino testigo clave y confesó a la fiscalía que Castañeda le pidió no inculpar a sus presuntos cómplices también investigados, que son el rico empresario José Luna y la exfuncionaria del municipio limeño Giselle Zegarra, lo que fue clave para su envío a prisión.
Según la fiscalía, Castañeda cometió graves delitos al recibir cientos de miles de dólares para la campaña por su tercera elección, en 2014, de las empresas constructoras brasileñas Odebrecht y OAS, a cambio de favorecerlas con contratos de obras públicas.
El político derechista intentó más de una vez ser elegido presidente catapultándose desde su posición de alcalde y de sus programas de corte populista, apreciados por sectores sociales, que, ante las muchas denuncias de corrupción en su contra, acuñaron aquello de ‘roba, pero hace obras’.
La frase tenía como complemento la eficiente actividad de diestros e influyentes abogados y el insuficiente rigor del Poder Judicial, que facilitaron su salida impune de varias investigaciones por malos manejos de fondos, ganándose imagen de intocable.
Tras su última candidatura presidencial fracasada, en 2011, Castañeda decidió postularse otra vez a la alcaldía en 2014, confiando en el recuerdo de gestiones previas, aunque sobrevaloró sus capacidades, lo que para muchos fue una de las causas de su fracaso.
Su primer revés fue el ‘baipás’ (el mismo donde se celebró su encarcelamiento), obra para la cual contrató en forma acelerada a OAS, pagándole un sobreprecio de siete millones 745 mil dólares, según la fiscalía, a cambio de los cientos de miles de dólares en aportes electorales recibidos en 2014.
Fue el primero de un rosario de fracasos de una administración mediocre, que llegaron a una situación extrema en 2017, cuando un río crecido por una intensa temporada de lluvias arrastró un puente en el lado este de Lima, apenas a seis años de su inauguración.
Era una de las últimas obras emblemáticas y, como todas, pintada de amarillo, color característico de su partido, Solidaridad Nacional (SN), aludido también en su nombre: ‘Puente de la solidaridad’. Castañeda lo había inaugurado a fines de 2013.
Tras el desastre, un funcionario al servicio del entonces alcalde se convirtió en objeto de burlas generalizadas cuando, en su afán por disimular lo evidente, declaró ante los reporteros que ‘el puente no se ha caído, se ha desplomado’.
Una investigación de la Contraloría verificó que el puente tenía deficiencias en su diseño, construcción y materiales, pero Castañeda, como había hecho muchas veces, salió impune, diluyendo las responsabilidades entre técnicos y funcionarios.
Cuando fue elegido alcalde por última vez, sus planes eran aparentemente usar lo que suponía iba a ser una tercera gestión exitosa, a partir de la cual lanzaría su candidatura presidencial en los comicios de 2016, pero tuvo que desistir ante su fracaso y su creciente impopularidad.
La tercera gestión municipal de Castañeda terminó al final del año 2018, con una desaprobación ciudadana de 76 por ciento, según una encuesta de la empresa Ipsos, que verificó que solo 20 por ciento aprobaba su desempeño.
Además, seis de los alcaldes distritales limeños de las filas de SN, elegidos al mismo tiempo que Castañeda, secundándolo, han sido encarcelados por corrupción, lo que acentuó el desprestigio del partido.
Debido a los avances de las investigaciones de sus tratos bajo la mesa con Odebrecht y OAS, el exalcalde tampoco participó en los comicios legislativos de enero pasado, en los que SN, tras una campaña de extrema derecha, resultó en el último lugar entre una veintena de fuerzas en pugna.
La actitud arrogante y burlona con la que Castañeda afrontaba investigaciones y juicios por corrupción, confiando en que siempre quedaba impune, pareció diluirse cuando la jueza Álvarez emitía la primera decisión judicial que le fue adversa y le agrió el gesto al personaje hoy en el ocaso.
(Con información de Prensa Latina)