Mujeres yihadistas, un riesgo en campo de refugiados sirio
Mujeres y niños vinculados a yihadistas manifiestan abiertamente su hostilidad hacia las milicias kurdas que los vigilan
Guardias apuñalados, intentos de fuga, y una bandera negra del grupo Estado Islámico izada por partidarias. En el campo de desplazados Al Hol en Siria, mujeres y niños vinculados a yihadistas manifiestan abiertamente su hostilidad hacia los kurdos que los vigilan.
La cólera es apenas contenida con dificultad en este campo del noreste del país, donde se hacinan más de 70 mil personas sirias e iraquíes, pero también francesas, belgas y alemanas.
Ante un periodista de AFP, las mujeres denuncian falta de ayuda y mala atención médica. Tampoco dudan en alabar al «califa» Abu Bakr al Baghdadi, lider de EI cuya suerte se ignora, afirmando desafiantes esperar sus órdenes.
La iraquí Um Suhaib, madre de tres niños, reconoce que guardias de Assayech, policía local kurda responsable de la seguridad del campo, fueron atacados.
«Dos o tres veces, fueron apuñalados», dijo la joven de 23 años, reconociendo como responsables a las «muhajirat», extranjeras del EI.
«¿Por qué los apuñalan? Porque imponen la injusticia», lanza la iraquí, cubierta de pies a cabeza por un niqab negro. Acusa a los guardias de hacer «redadas nocturnas» en las carpas de las «hermanas».
Es viuda de un tunecino miembro de EI muerto en un ataque contra las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), alianza árabo-kurda apoyada por Washington.
«Retorno del califato»
En marzo, las FDS proclamaron la derrota del «califato», tras conquistar el último bastión del EI en Baghuz, pequeña aldea del este de Siria.
Tras meses de combate, miles de personas, incluidos mujeres e hijos de yihadistas, fueron evacuadas y transferidas a Al Hol, en una región del noreste sirio controlada por kurdos.
Unos 12 mil extranjeros -4 mil mujeres y 8 mil niños-, se encuentran en campos del noreste, según autoridades kurdas.
«Vinimos al campo siguiendo órdenes de Baghdadi», afirma Um Suhaib, quien desea «el retorno del califato para instalarnos allí».
Separadas de sirias e iraquíes, las extranjeras y sus hijos viven en un perímetro vallado. Para ir al mercado, recibir ayudas o ir a las clínicas, deben ser escoltadas por guardias.
«Hay intentos de fuga, nos consideran enemigos», reconoce Amer Alí, encargado de seguridad, refiriéndose a las partidarias del EI. Sin embargo, afirma que la situación está controlada.
Semanas atrás, una extranjera de Roj, otro campo, intentó escapar de un hospital de Malikiya (noreste). En los baños, se quitó su niqab negro y se puso un vestido blanco. Pero fue detenida.
«Siempre un peligro»
A mediados de julio, un video colgado en redes sociales mostraba la bandera negra del EI en un poste de luz de Al Hol, mientras mujeres vestidas con niqab negro y niños coreaban: «¡Dios es el más grande!».
El EI «difunde su ideología por las mujeres», señala Alí, reconociendo el video como auténtico.
Afirma que inclusive los niños apedrean a los guardias. «Sus madres les dicen ‘ellos mataron a tu padre y destruyeron nuestra casa'».
Los kurdos, que exigen repatriar a las extranjeras y su prole, advierten que los niños pueden representar «bombas de tiempo» si no son reeducados y reintegrados.
Shijmus Ahmed, autoridad kurda responsable de los desplazados, es consciente de estos desafíos.
«No tenemos los medios para controlarlo todo, pero intentamos evitar los incidentes», señaló, reconociendo ataques contra guardias o empleados de agencias internacionales.
Los detenidos «siguen apegados a su ideología, representando siempre un peligro», advierte.
El niqab negro no oculta la cólera de Um Abdel Aziz. La joven de 20 años desconoce la suerte de su marido, detenido al salir de Baghuz hace meses.
«Para nosotros, vale más la muerte que esta vida y esta humillación», suelta esta siria. En Baghuz «era la prosperidad. Teníamos dinero, aquí ardemos en el infierno».
(Con información de AFP)