Movilización social paraliza a las autoridades libanesas

Las protestas de la población son es un sonoro ‘basta’ contra la corrupción, la pobreza y la precariedad de los servicios públicos

Líbano entra el jueves en su segunda semana de manifestaciones contra los dirigentes políticos, una agitación sin precedentes que no da señales de calmarse y que es un sonoro ‘basta’ contra la corrupción, la pobreza y la precariedad de los servicios públicos.

El jueves por la mañana, después de una noche de protestas, multitudinarias y esencialmente festivas, en varias ciudades del país, las barricadas seguían en pie en varias entradas a Beirut.

En algunas avenidas, los manifestantes habían instalado tiendas de campaña dando a entender a las fuerzas de seguridad desplegadas justo al lado que no se van a retirar.

«Estamos aquí para paralizar el país. Algunos creen que esto es un juego, pero se equivocan. Pedimos derechos esenciales: agua, comida, electricidad, salud y educación», explicaba un hombre sentado en la calzada, con una kufiya o pañuelo tradicional rojo y blanco, sobre los hombros.

«No sé dónde vamos»

Ante la sede del Banco Central de Líbano, donde decenas de jóvenes se relevan para mantener una movilización permanente bajo la consigna «¡Revolución!», Mohammad, un arquitecto de 27 años, explica, sonriente: «Normalmente, en Líbano, protestamos los domingos y volvemos al trabajo el lunes. Pero esta vez es diferente».

En su rostro comienza sin embargo a leerse la preocupación por este pulso entre el poder y las calles. «Si no pasa algo en los próximos tres días no sé, de verdad, dónde vamos a llegar».

Bancos, escuelas y universidades llevan días cerradas hasta nueva orden y algunos médicos comienzan a quejarse en las redes sociales de que no pueden acudir a su trabajo. También comienza a faltar dinero en efectivo en los cajeros automáticos.

Las manifestaciones han sorprendido a las autoridades. Todo estalló el 17 de octubre, tras el anuncio de una nueva tasa sobre las llamadas en la mensajería Whatsapp.

El gobierno dio marcha atrás rápidamente y anunció el lunes un amplio plan de reformas económicas. Pero no logró convencer a la población que, casi 30 años después del fin de la guerra civil (1975-1990), sufre importantes penurias económicas en un país considerado uno de los más corruptos del mundo.

El ejército hizo su aparición en las calles el miércoles y las imágenes de manifestantes y soldados, frente a frente, a menudo fraternizando, eran primera página de los diarios del jueves.

La mirada puesta en el ejército

Pese al buen ambiente, casi festivo, de las manifestaciones, hubo incidentes en algunas ciudades libanesas. En Nabatiyé, al sur, donde la mayoría de la población es chiita, quince manifestantes resultaron heridos en choques con la policía. Otros enfrentamientos se produjeron en Bint Jbeil, localidad cercana.

En el Monte-Líbano, región mayoritariamente cristiana al este de la capital, hubo manifestantes que dijeron haber sido agredidos por militantes del partido del presidente Michel Aoun. El ejército tuvo que intervenir para protegerlos, según ellos.

El papel del ejército, la única institución respetada por unanimidad en Líbano, va a ser crucial. «Todo el mundo tiene la mirada puesta en el ejército», resumía el jueves el diario libanés en inglés The Daily Star.

Según esta publicación, los comandantes del ejército se habrían negado desde el primer momento a una intervención por la fuerza exigida por el gobierno.

Se espera que el presidente Aoun, un exgeneral de 84 años, se dirija al país, por primera vez desde que estalló la crisis, este jueves.

El miércoles, los responsables de las iglesias cristianas y líderes sunitas y drusos pidieron a los dirigentes que «calibren bien la importancia de lo que está sucediendo y su gravedad», en un texto conjunto que fue interpretado como un apoyo claro a los manifestantes.

Quienes protestan en las calles también recibieron un apoyo de Washington, que pidió a los dirigentes libaneses que respondan a las demandas «legítimas» de los ciudadanos, que desean «reformas económicas y el fin de una corrupción endémica».

(Con información de AFP)

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