La violencia machista, la otra epidemia en Sudáfrica
El número de urgencias nacional para las mujeres y niños maltratados está saturado desde el inicio del confinamiento a fines de marzo
La vida de Sandy dio un vuelco a finales de marzo, cuando comenzó el confinamiento debido al coronavirus. «Mi marido amenazó con destruirme. Y la situación no ha dejado de empeorar», cuenta esta peluquera sudafricana de 42 años, víctima de violencia machista.
Su caso no es el único. En Sudáfrica, el número de urgencias nacional para las mujeres y niños maltratados está saturado desde el inicio del confinamiento el 27 de marzo: más de 12 mil llamadas en las tres primeras semanas, el doble de lo habitual.
Además de gestionar la pandemia de coronavirus, que se cobró la vida de 93 personas, el país «combate otra epidemia mortal, la de la violencia machista», resume la publicación online Daily Maverick.
En tiempos normales, una mujer es asesinada cada tres horas y, al día, la policía registra 110 denuncias por violación, según las estadísticas anuales.
Una situación agravada con el confinamiento provocado por la pandemia de covid-19.
Muchas mujeres se encuentras bloqueadas con sus agresores, explica Kathy Cronje, directora de la asociación Safe House, que acoge a mujeres maltratadas. «Para los agresores natos, el confinamiento es todo beneficio», lanza.
En los barrios más pobres, «las viviendas están superpobladas con muy pocas comodidades. En confinamiento no se le puede pedir a los niños que vayan a jugar a la calle», continúa Shaheda Omar, directora de la fundación Teddy Bear para niños maltratados.
«Hay personas que se quedan sin empleo. Y cuando uno no sabe qué va a comer, se dan todos los ingredientes para que la tensión estalle», añade.
Miedo a represalias
«Como todas las parejas, teníamos nuestras peleas y desacuerdos», relata Sandy, cuyo nombre ha sido modificado. «Pero cuando estás confinado, no puedes simplemente subirte al coche para ir a tomar el aire. Se hace una bola de nieve y se transforma en una explosión volcánica», sostiene.
El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa consideró «preocupante que durante un periodo tan difícil […] mujeres y niñas estén aterrorizadas en sus casas y obligadas a lanzar llamadas de auxilio desesperadas».
La situación no se limita a Sudáfrica. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, lanzó un llamado mundial a principios de abril denunció un «brote horrible de violencia» con la situación del confinamiento impuesto en numerosos países.
En la fundación Tears de ayuda a las víctimas de la violencia machista, el número de llamadas aumentó un 30% en tres semanas, constata su presidenta.
Y solo es la punta del iceberg, previenen las asociaciones locales. En confinamiento «las víctimas no pueden hablar libremente», explica Mara Glennie, presidenta de Tears.
«Cuando la policía acude a su casa y que su agresor está a su lado, es muy difícil decir que se necesita ayuda. Ya puede tener un ojo morado o la nariz ensangrentada, se suele negar» por miedo de las represalias.
«Sufrir en silencio»
Las mujeres que quieren abandonar el domicilio conyugal se enfrentan a obstáculos infranqueables durante este periodo. Necesitan un permiso del tribunal para desplazarse, denuncia Mara Glennie.
«La condición del confinamiento nos hace sufrir en silencio», lamenta por su parte Brenda Madmuse-Pajibo, una activista feminista.
Además cuando comenzó el aislamiento, la oenegé Safe House se sorprendió de las pocas llamadas que recibían.
«Quizás el miedo al coronavirus era mayor que el de quedarse en casa. Pero cuando el presidente anunció una prolongación del confinamiento [el 9 de abril], las mujeres se dijeron: no podemos aguantar más», afirma Kathy Cronje.
Desde ese día, la asociación se ha visto desbordada por las solicitudes urgentes de alojamiento.
El año pasado, el presidente Ramaphosa activó un plan de urgencia de más de 1.500 millones de rands (más de 50 millones de dólares) para ayudar a las víctimas de violencia machista.
Pero hasta ahora «no hemos visto» ese dinero, «es una vergüenza en un momento en el que lo necesitamos más que nunca», se indigna Mara Glennie, que se pregunta durante cuánto tiempo van a poder seguir funcionando muchas asociaciones.
(Con información de AFP)