La pobreza empuja a los niños hacia los talibanes

La policía afgana rescató ‘in extremis’ este verano a decenas de niños destinados a engrosar las filas de los talibanes, un caso que pone de manifiesto los estragos indirectos de una pobreza creciente en Afganistán.

Las autoridades de la provincia de Ghazni (centroeste) anunciaron haber interceptado a un total de 38 jóvenes en la frontera paquistaní, algunos de ellos de apenas cuatro años de edad, procedentes de familias pobres.

Habían sido reclutados por traficantes que trabajan para los talibanes con la esperanza de recibir educación gratuita en una escuela coránica, según las autoridades afganas.

En realidad, en un primer momento habían sido adoctrinados por mulás fundamentalistas en Pakistán y luego se les había formado para cometer atentados en Afganistán, según Kabul.

«Nuestros padres siempre quisieron que hiciéramos estudios islámicos, pero no sabíamos que nos engañarían y que nos lavarían el cerebro para convertirnos en kamikazes», explica Shafiulá, un niño de 9 años, tras ser rescatado por la policía.

«Secar el reclutamiento»

El recurso de los niños en el conflicto afgano está muy establecido, incluso en las fuerzas del orden, entre las que la práctica pederasta del «basha bazi» (esclavitud sexual de jóvenes) estaría extendida.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prometió el mes pasado «secar el reclutamiento» de los «terroristas».

Pero el caso de los menores de Ghazni ilustra una técnica denunciada desde hace tiempo por las autoridades afganas y las ONG, sobre todo Human Rights Watch (HRW), que publicó en 2016 un informe sobre el tema. Los insurgentes niegan dichas prácticas.

El principal factor que alimenta este fenómeno es la pobreza, según los expertos. Los padres, incapaces de satisfacer las necesidades de sus hijos, pueden confiarlos, sin saberlo, a los extremistas.

La AFP pudo conversar con varios de los pequeños, instalados en un orfanato de Ghazni a la espera de reunirse con sus familias.

«Esta gente quería llevarnos a una madraza en Quetta (en Pakistán) para que cursáramos estudios religiosos en una escuela coránica, hablaron con mi padre y él dio su consentimiento», cuenta Nabihulá, de 9 años.

«Dos talibanes vinieron a decirnos que querían llevarnos a una madraza en Quetta, no sé más, pero fueron detenidos», agregó otro niño, de 8 años.

Según el jefe de la policía provincial, Mohamad Mustafá Mayar, interrogado por la AFP, los niños tenían entre 4 y 14 años. «Sus secuestradores les dieron drogas que los hacían dormir y los aturdían. Perdieron la noción del tiempo», explicó.

Como una prisión

Les familias rechazan sin embargo la tesis del secuestro, como Haji Nek Mohamad, un abuelo de Paktika de 70 años. Según él, sus tres nietos de entre 8 y 13 años «iban a Pakistán, donde estudiaban, cuando fueron detenidos en la autopista» en la frontera.

«Enviamos niños a estudiar en las madrazas paquistaníes pero no creo que se les entrene para convertirse en kamikazes», se defiende el jefe tribal en el mismo distrito.

Pero las autoridades afganas dicen que interceptan a menudo a niños soldados.

Uno de ellos, de solo 11 años, fue detenido en Kunduz en junio pasado cuando se disponía a atacar a policías, convencido de que las fuerzas del orden eran «infieles o a la orden de los infieles».

«Según parientes de los niños reclutados, a los 13 años los niños educados por los talibanes adquirieron competencias militares, incluido el uso de armas de fuego y la producción y colocación de artefactos explosivos», señala por su parte el informe de HRW.

Ahmad Shaheer, autor de una tesis sobre las madrazas paquistaníes en la universidad Al Azhar de El Cairo, confirma que estas escuelas suelen reclutar niños entre las familias pobres de Afganistán. Y que a veces se inicia un proceso de radicalización de los pequeños, separados de sus familias.

Entre 10,000 y 20,000 niños afganos han pasado de este modo por las escuelas paquistaníes, dice.

Sin embargo, la pobreza absoluta aumenta en Afganistán, señalan el Banco Mundial y el Gobierno, en un informe publicado en mayo, según el cual el 39% de los afganos son incapaces de hacer frente a sus necesidades básicas.

«La vida es muy dura para ellos allá: no les dan nada de comer, tienen que mendigar. Cuando uno tiene 4 o 5 años, lejos de sus padres y sin posibilidad de regresar a casa, la madraza es una prisión», explica Shaheer. «Poco a poco empiezan a detestar a su familia que no supo ayudarlos. Entonces empieza el lavado de cerebro», concluyó.

(Con información de AFP)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social Media Auto Publish Powered By : XYZScripts.com