La ayuda social, salvavidas de los pobres de Sudáfrica
Más de 17 de los 57 millones de sudafricanos viven de la ayuda social, segunda fuente de ingresos de los hogares en el país
Con los bolsillos vacíos, como siempre en fin de mes, Ntombi Dlamini no puede darse el lujo de hacer provisiones antes del confinamiento, aunque para alivio suyo puede contar con la ayuda social del Estado, que esta vez ha llegado con unos días de adelanto.
“Estoy verdaderamente feliz porque los estantes estaban vacíos”, comenta esta abuela sudafricana de 60 años, que cría a cuatro nietos en el ‘township’ de Alexandra, en Johannesburgo.
“Hoy podré comer. Y luego, comprar comida hasta que pase el coronavirus”, agrega.
Más de 17 de los 57 millones de sudafricanos viven de la ayuda social, segunda fuente de ingresos de los hogares en el país, después de los sueldos, según las estadísticas oficiales.
Para el gobierno, el pago anticipado de la ayuda era una prioridad absoluta, después de que el país entrara en un periodo de confinamiento el viernes a causa de la pandemia de coronavirus, que supone una especial amenaza para los más pobres.
“Percibimos la ansiedad y el miedo que esta pandemia despierta entre millones de familias sudafricanas, sobre todo las más vulnerables”, señaló el ministro de Desarrollo social, Lindiwe Sisulu, la semana pasada. “Que no cunda el pánico, la ayuda social se pagará el 30 y el 31 de este mes”, agregó.
En la ciudad portuaria de Port-Elizabeth (sur), se formaron largas filas en los lugares de pago.
En el “township” de Kwazakhele se produjo una gran estampida, pues cientos ancianos se negaron a respetar las reglas de distanciamiento sanitario impuestas por las autoridades.
“Hicimos cola apretados así durante horas, ¿por qué impedirlo ahora?”, pregunta enfadada una mujer blandiendo su bastón. “Este virus nos da igual, ¡tenemos hijos y nietos que alimentar!”, agrega.
Mucho miedo
Un poco apartada, Nomonde Maphai, de 87 años, observa la escena con prudencia. “Ayer terminé el último saco de harina de maíz”, explica, preocupada, decidida a no volver a casa con las manos vacías.
Según la Agencia sudafricana de Seguridad Social, dos personas ancianas murieron el lunes, tras haberse desmayado mientras estaban en la fila para recibir la ayuda.
En Johannesburgo, el reparto fue mucho más ordenado. Allí, se autorizó a los beneficiarios a buscar sus billetes en los puntos de distribución de los supermercados antes de que se formaran las filas de espera de los otros clientes.
Pero, en cuanto reciben el dinero, a los beneficiarios no les queda otra opción que acudir a los abarrotados supermercados de los barrios pobres, que el lunes estaban repletos de gente por tercer día consecutivo desde que empezó el confinamiento, pese a las advertencias de las autoridades.
“Mire cómo tengo la pierna. No puedo ni hablar de tanto que me duele”, dice Christine Mhiongo, de 64 años y discapacitada, al pasar por la caja con una bolsa de patas de gallina congeladas.
“Es realmente difícil hacer la compra y desplazarse”, suspira Grace, de 61 años. “La semana pasada, ni siquiera pude llegar al centro comercial, de tanta gente que había”, comenta.
De edad avanzada, a veces discapacitados, siempre vulnerables, los “ancianos” del “township” de Alexandra saben que son el blanco favorito de la COVID-19, de la que ya se han contagiado más de 1.300 personas en el país -tres de las cuales murieron-, según el último balance oficial publicado el lunes por la noche.
“Tengo mucho miedo del coronavirus”, admite Leti Maluleka, de 57 años, que vive junto con otras diez personas en una cabaña de Alexandra. “Me lavo las manos, pero es todo lo que puedo hacer”, dice. “Somos tanta gente en casa que si uno de nosotros se infecta, muy rápidamente lo estaremos todos”, concluye fatalista.
(Con información de AFP)