Gobierno de Nicaragua rompe diálogo e incumple acuerdos

Managua, Nicaragua. Poco tardó en romperse el Diálogo Nacional apenas iniciado. Fue la oposición aglutinada en la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia que a primera hora de la tarde se levantó de tres mesas de negociación porque el gobierno llegó a la cita sin las cartas-invitación a los organismos internacionales, un compromiso al que se llegó la semana pasada.

De todas formas este martes se verán las caras de nuevo en el marco de la Plenaria del Diálogo. La oposición espera que, después de la andanada de críticas recibidas desde todos los flancos, la representación oficial se presente con las cartas-invitación a los organismos de derechos humanos de Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos.

La pasajera suspensión del Diálogo Nacional motivó también una respuesta del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, que urgió al presidente Daniel Ortega a cesar la represión que en estos dos primeros meses de revuelta se ha cobrado entre 170 a 200 muertos. Además de las víctimas mortales y de una cantidad no cuantificada aún de heridos y desaparecidos, están las pérdidas para la economía nacional, cifradas en unos mil 200 millones de dólares, según la cúpula empresarial.

Cada día que pasa cobra más fuerza la existencia de negociaciones entre el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Siempre acompañado de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, las conversaciones se desarrollan sin la participación de los altos mandos del Ejército y de la Policía Nacional, relegados a cumplir las órdenes que salen de la casa-búnker que Ortega y Murillo ocupan desde el triunfo de la Revolución Sandinista, un lejano 19 de julio de 1979.

En los círculos diplomáticos se insiste en que la máxima preocupación de Washington es garantizar el fin de las hostilidades y una transición pactada entre las fuerzas beligerantes a cambio de la salida del presidente Ortega y de la nomenclatura política y militar. El gobierno de Donald Trump, dicen las fuentes consultadas, teme que una prolongación de la inestabilodad termine provocando una nueva estampida de nicaragüenses hacia su territorio, algo que quieren evitar a toda costa.

Al respecto los medios de prensa de Costa Rica mostraron hoy, en imágenes reproducidas por algunas televisoras nicaragüenses, lo que denominaron “una avalancha” de ciudadanos vecinos buscando refugio.

Quienes conocen a la pareja que gobierna este país aseguran que su aislamiento es casi total, pero no porque su gente más cercana los haya abandonado, sino porque ellos así lo han decidido. Ese factor sería el causante de que las conversaciones con Estados Unidos sean atendidos exclusivamente por los dos.

El otro problema que plantea la salida del gobernante y de su esposa es el destino elegido para el día después. ¿Se quedan en Nicaragua o es más prudente que sean acogidos por algún gobierno bolivariano, como Cuba, Venezuela o Bolivia? Además ese exilio deberá incluir al núcleo familiar de los Ortega-Murillo. El asunto no es baladí porque, entre otras cosas, sería repetir la historia previa al triunfo sandinista del 79, cuando el dictador Anastasio Somoza salió volando del país antes de poner en riesgo su vida.

En la calle es muy común oír que la gente diga que Ortega y Somoza son la misma cosa. Durante un recorrido por los mercados populares de Managua es fácil entender que esa frase ya es consigna. La muerte de cuatro adultos y dos menores que fueron quemados dentro de su casa el sábado temprano a manos de paramilitares protegidos por la Policía Nacional ha encendido más si cabe unos ánimos ya muy caldeados.

(Con información de La Jornada)

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