EU, el mayor beneficiario del TLC
Los Ángeles.- La actual campaña contra migrantes en Estados Unidos no es sólo un asunto de carácter económico sino, fundamentalmente, de interés político, pues Estados Unidos es el mayor beneficiario de las relaciones bilaterales, enfatizó Andrés Manuel López Obrador en la asamblea informativa realizada en la Plaza Olvera de esta ciudad.
En su discurso, López Obrador dijo:
Desde tiempos inmemoriales el emigrante ha sido tanto vilipendiado como defendido en las distintas regiones del mundo. En la Biblia textualmente se ordena: “no explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que resida en tus ciudades” (Deuteronomio 24:14), pero como nos enseña la historia, este principio se viola con frecuencia y, más aun, la persecución a migrantes ha llegado a usarse con propósitos políticos. Así debemos ver lo que está sucediendo al interior de los Estados Unidos de América.
La actual campaña contra migrantes en este país no es solo un asunto de carácter económico sino, fundamentalmente, de interés político. Un grupo está sacando provecho del sentimiento nacionalista que permanece aquí y en otras partes del mundo.
Claro que existe un malestar por el desempleo y los bajos ingresos, así como en la Alemania anterior a Hitler había descontento por la inflación. Pero culpar de estas desgracias a determinados grupos sociales o culturales, nacionales o extranjeros, tiene una obvia connotación política.
A Donald Trump y al grupo que lo asesora les ha dado resultado azuzar a integrantes de ciertos estratos de la sociedad estadounidense en contra de los inmigrantes y, en particular, los de nacionalidad mexicana.
El discurso de odio y la cizaña en contra de los extranjeros, les permitió ganar la presidencia y suponen que van a mantenerse y reelegirse en el gobierno alimentando el odio de unos sectores contra otros.
No debe menospreciarse la capacidad de los actuales gobernantes de Estados Unidos: no son tontos; el discurso pendenciero de Donald Trump obedece a una calculada y fría estrategia política. El contenido, la técnica y la propaganda utilizada se inspiran en la teoría concebida en el siglo pasado sobre la defensa del llamado “espacio vital” frente a supuestos enemigos externos y en la exaltación de la superioridad y el patriotismo.
Durante la pasada campaña presidencial se cometió el error de no advertir la eficacia de la estrategia política sustentada en despertar el odio y el nacionalismo. No se le dio importancia o no supieron contrarrestar esa campaña.
Pero aún es tiempo de atender las causas del problema y aminorar los daños. Empezando por reconocer que la fobia contra lo extranjero ha penetrado bastante.
Hace unos días, se dio a conocer, en varios periódicos, el hecho de que una pareja de estadounidenses cenó en un restaurante en Texas y dejó en la nota de pago un mensaje que decía: “La comida fue deliciosa y el servicio fue atento, sin embargo, el propietario es mexicano, no volveremos”, rematando con la frase de Trump, “América es primero”.
Estos astutos, pero irresponsables gobernantes neofascistas quieren construir muros para hacer de Estados Unidos un enorme gueto y equiparar a los mexicanos en general, y a nuestros paisanos migrantes en particular, con los judíos estigmatizados e injustamente perseguidos de la época de Hitler.
Por eso, ante semejante barbaridad, no debemos limitar nuestras acciones a la protesta y a la denuncia solo en el ámbito internacional, sino considerar como esencial la labor de información al interior de Estados Unidos.
Aquí mismo hay que hacer frente a la campaña de odio y de violación de los derechos humanos. En especial, debemos dirigir toda nuestra atención en hacer ver a los estadunidenses de buena voluntad, que son muchísimos, que están siendo víctimas de la manipulación y el engaño.
Es decir, debemos dedicar más tiempo al estadunidense de la provincia y de las pequeñas ciudades, el estadunidense que posee valores cívicos, morales y espirituales y que, sin embargo, vive en la desesperanza y está siendo envenenado de odio contra los trabajadores migrantes.
Téngase en cuenta que Donald Trump ganó 2 mil 548 condados, mientras que Hillary Clinton triunfó únicamente en 472, aun cuando estos representen el 64 por ciento de la actividad económica nacional.
Pero es en los pequeños condados donde hay más afectados por la recesión económica producida en 2008 y en esos lugares no se han recuperado los empleos perdidos en la industria, en la cual se ocupa más la población anglosajona, mientras que en los últimos años, los nuevos empleos se han venido creando básicamente en el sector de los servicios de las grandes áreas metropolitanas, donde se emplea más a los trabajadores latinoamericanos, asiáticos y afroestadunidenses.
En consecuencia es urgente comunicarnos con la población más golpeada por la recesión económica. Hay que explicarles con argumentos la causa de la crisis que les afecta; debemos hacerles ver que si ellos no tienen trabajo, buenos salarios y bienestar, no es por culpa de los migrantes, sino por el mal gobierno que castiga a los de abajo y a las clases medias y beneficia únicamente a los potentados.
Debemos explicarles, por ejemplo, que ante la crisis del 2008 se buscó primero salvar a los organismos financieros en quiebra y dejaron para después a los ciudadanos; tenemos que hablarles de la mala distribución del ingreso, pues mientras ellos pagan impuestos elevados, los más ricos contribuyen muy poco.
Hay que informarles también que las fábricas más grandes instaladas en México son de inversionistas o empresarios estadounidenses que exportan mercancías y ganancias a Estados Unidos y que dejan muy pocos beneficios en empleo y en impuestos en nuestro país; que muchas empresas están automatizadas y pueden aumentar la producción sin uso intensivo de mano de obra.
De modo que la generación de empleos aquí no depende únicamente de que las empresas no emigren de Estados Unidos, sino de muchos otros factores. Tal es el caso de nuestro país, en donde, a pesar de que se habla del éxito del modelo exportador, la economía ha permanecido estancada durante tres décadas.
El fomento de una economía para las élites no significa ni desarrollo ni creación de empleos.
Trump con frecuencia sostiene que Estados Unidos compra más de lo que vende a México, que existe formalmente un déficit de 60 mil millones de dólares, pero esto no es del todo cierto, porque nuestras exportaciones contienen un alto porcentaje de capital, tecnología e insumos estadunidenses.
En otras palabras, si fuera cierto que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) solamente beneficia a México, nuestra economía no permanecería estancada ni habría migración.
En 1970, cuando las exportaciones de México solo representaban el 7.8 por ciento del PIB, el crecimiento de la economía era de 6.5 por ciento, mientras que ahora, cuando las exportaciones significan el 35.3 por ciento del PIB, la economía solo crece en 2.5 por ciento.
No somos, por lo tanto, un país que está creciendo con base en la apertura externa, pues a pesar de que exportamos mucho en valor, también importamos la mayor parte de ese valor.
Estos y otros argumentos deben darse a conocer a los estadunidenses. Esgrimiendo razones podemos convencer a la población afectada por la crisis que sin odios ni rencores, es posible construir mejores sociedades en ambos lados de la frontera, con el ideal de la justicia y de la fraternidad universal.
En vez de la persecución, la hostilidad y el racismo, lo más conveniente para nuestros pueblos y naciones es el respeto, el entendimiento mutuo y la cooperación para el desarrollo. (Con información de Regeneración)