El autoritarismo, la panacea según el presidente de Filipinas
Tres décadas después del final de la dictadura en Filipinas, el presidente Rodrigo Duterte propone volver al autoritarismo como solución mágica a todos los problemas que la democracia no ha logrado resolver.
En una serie de discursos recientes, Duterte advirtió de que haría falta recurrir a la ley marcial para evitar que este archipiélago de 100 millones de habitantes caiga en la anarquía, el crimen, las drogas y el terrorismo.
Sus advertencias han despertado el espectro de la dictadura de Ferdinand Marcos, derrocado en 1986 por la revolución del «poder del pueblo», y aumentan la presión sobre las instituciones democráticas del país que tratan de reconstruirse.
«Hoy la situación es la más parecida de los últimos 30 años a una forma autoritaria de Gobierno», asegura a la AFP Jose Miguel Diokno, decano del Departamento de derecho de la Universidad de la Salle de Manila y abogado de derechos humanos.
«Hay muchos paralelismos entre lo que ocurre en la actualidad y lo que sucedía antes», bajo el régimen de Marcos, asegura.
Entre los puntos en común con esa época está el clima de miedo, debido en parte a la controvertida guerra contra las drogas lanzada por Duterte, que ha dejado miles de muertos en sus primeros nueve meses de mandato.
«La situación es similar, en ambos casos, todo se hace bajo la amenaza de un fusil», dice Diokno. Las familias de las víctimas temen sufrir represalias si denuncian y los disidentes sufren una política de intimidación, añade.
Pese a ello, al igual que el presidente estadounidense, Donald Trump, y otros polémicos líderes mundiales, Duterte cuenta con una amplia base de partidarios leales.
Buena parte de los filipinos están satisfechos con su campaña de represión antidrogas y consideran que el nuevo presidente encarna al hombre fuerte que necesita el país para transformar un sistema político profundamente corrupto, creador de uno de los mayores cismas de Asia entre ricos y pobres.
Según Ronald Mendoza, decano de la escuela de administración pública de la Universidad Ateneo, Duterte está poniendo a prueba la solidez de las instituciones democráticas.
De momento, el ejército ha reaccionado a las declaraciones de Duterte afirmando que la ley marcial era inútil y los militares han rechazado sus llamamientos a unirse a la policía en la guerra contra las drogas.
‘Igual que Marcos’
Además, el país tiene un banco central independiente y medios de comunicación determinados a proteger la democracia.
Pero, según Mendoza, son el Congreso y la policía quienes han mostrado su fragilidad desde el inicio del reinado de Duterte.
«Somos mucho más fuertes que antes», asegura el académico, apuntando a que los filipinos no permitirán el regreso de un régimen de excepción.
Además de la ley marcial, Duterte quiere poner fin a la importancia de Manila por medio de la descentralización y el federalismo.
A semejanza de Donald Trump, el presidente filipino considera la capital como una guarida para las élites corruptas y cuenta con la mayoría parlamentaria para poner en marcha su proyecto federalista.
Por su parte, la oposición teme que los cambios en la Constitución, que solo permite un único mandato presidencial, desemboquen en un régimen autoritario.
También preocupa el hecho de que Duterte haya propuesto anular elecciones locales y su intención de restaurar la llamada Philippine Constabulary, una fuerza conjunta de policía y ejército que se convirtió en la principal herramienta de represión de la oposición en tiempos de Marcos.
El presidente también ha hablado de la posibilidad de hacer registros y arrestos sin mandato judicial, una práctica de la época de la dictadura.
«Es un proceso brutal y el ejército se está cuidando de ello», afirmó el presidente al respecto, considerándose en esta cuestión «exactamente igual que el señor Marcos».
(Con in formación de AFP)