Barcelona vive en alarma por creciente inseguridad
El repunte de delitos llevó al consulado de EU a alertar el pasado miércoles a sus conciudadanos del incremento del crimen violento
Exitoso destino turístico en Europa, Barcelona pasa apuros por una ola de robos y hurtos, especialmente contra visitantes extranjeros, que han sembrado la alarma en la ciudad donde grupos de ciudadanos se organizan en patrullas.
Este repunte de delitos llevó al consulado estadounidense a alertar el pasado miércoles a sus conciudadanos del «incremento del crimen violento».
Días antes, el embajador afgano en España fue atacado por un grupo para robarle el reloj y una francesa de 91 años fue hospitalizada por una caída cuando unos ladrones le tiraron de una cadena colgada al cuello.
Además, desde julio se registraron ocho homicidios, algo inhabitual en esta ciudad, y en junio una funcionaria surcoreana falleció por las heridas sufridas durante un robo.
«Las graves deficiencias (de seguridad) que sufre Barcelona (…) pueden afectar seriamente la reputación de nuestra destinación», advertía en julio el gremio de hoteleros.
Ante estos sucesos, muy seguidos mediáticamente, el responsable municipal de seguridad, Albert Batlle, reconoció una «crisis de seguridad» pero pidió un «análisis sereno y responsable».
Según las cifras policiales, los hurtos y robos violentos aumentaron un 28% entre 2016 y 2018. La tendencia se mantiene este 2019 con un incremento del 31% de los robos violentos en el primer semestre.
Pero el total de crímenes violentos (lesiones y homicidios) descendió en ese mismo semestre y la tasa de homicidios se mantiene lejos de ciudades como Londres, Berlín o Bruselas.
Alarma exagerada
«Barcelona continúa siendo una ciudad muy segura. Hay un repunte, pero no me parece suficiente para generar la alarma que se está creando», afirma la experta en políticas de seguridad, Sonia Andolz.
Para ella, una de las causas de este repunte es el «boom» turístico desde los Juegos Olímpicos de 1992.
Según el Observatorio Municipal de Turismo, entre 1990 y 2017 se pasó de 1,7 millones de turistas acogidos en hoteles a 8,8 millones, a los que deben sumarse 2,7 millones de cruceristas y 2,4 millones alojados en apartamentos turísticos.
«El turismo siempre llama a carteristas», afirma Andolz.
Casi el 60% de hurtos y robos se concentran en las zonas más visitadas: el casco antiguo de Ciutat Vella y el Eixample, con monumentos emblemáticos como la basílica de la Sagrada Familia.
En el corazón de Ciutat Vella, en su coqueto local de empanadas argentinas que recientemente fue robado tres veces en una sola noche, Gustavo Equia lamenta que la zona «está dejada de la mano de Dios». «Cada vez más problemas, muchísimo robo, apuñalamientos», lamenta.
Muchos culpan al ayuntamiento de la izquierdista Ada Colau, a quien acusan de ser demasiado tolerante desde su llegada en 2015.
Frente a esta impresión, el consistorio reforzó el presupuesto para combatir la delincuencia y el gobierno regional comprometió un mayor despliegue de efectivos, incluso unidades antidisturbios.
Pero estos esfuerzos a veces son inútiles ante el sistema judicial español que no suele mandar a la cárcel a los delincuentes condenados por primera vez, ni castiga la reincidencia en hurtos inferiores a 400 euros (440 dólares), que solo se sancionan con una multa.
Según la policía, solo una décima parte de los detenidos por robos violentos en 2018 y 2019 fueron encarcelados.
Patrullas ciudadanas
Inquietos, algunos vecinos han organizado patrullas ciudadanas para luchar contra los robos.
Con carteles en diferentes idiomas recorren la ciudad, especialmente el metro, alertando contra la presencia de ladrones: «Carteristas, carteristas, Barcelona está llena de carteristas».
Cuando avistan a un sospechoso hacen sonar sus silbatos, lo señalan y lo presionan con gritos y reproches que no cesan hasta que abandona la estación.
«Ves tanta inseguridad, tanta inquietud, que dices: o hacemos algo para recuperar Barcelona o se convertirá en una ciudad suramericana», dice la colombiana Eliana Guerrero.
Este agente inmobiliario, aspirante frustrada a policía, empezó hace doce años a patrullar en solitario el metro barcelonés y asegura que «antes esto no pasaba». «Había robos por descuidos, pero no la violencia de ahora», añadió.
La iniciativa causa recelo de autoridades y expertos. «Tomarse la justicia por su mano no es la solución. Un ciudadano sin formación, sin uniforme y sin control nunca puede tener esta función», advierte Andolz.
(Con información de AFP)