Asume el Ejército seguridad en calles de Río de Janeiro

El presidente brasileño, Michel Temer, firmó un decreto que pone al ejército a cargo de la seguridad de Río de Janeiro, una medida extraordinaria con la que busca restaurar el orden en la segunda ciudad más grande del país y, en general, en el estado de Río en medio de una epidemia de violencia.

Es la primera vez que un líder de Brasil ordena una intervención militar en un estado desde que la nación sudamericana regresó a la democracia en los años ochenta.

La decisión fue anunciada dos días después del cierre del Carnaval de Río que estuvo empañado por hurtos masivos, saqueos de tiendas y enfrentamientos entre la policía y pandillas.

El decreto le da amplia autoridad al ejército para “restaurar el orden”, en palabras de Temer. Las fuerzas policiales civil y militar, afectadas por falta de personal y de equipo, quedan al mando del general Walter Souza Braga Netto, quien comanda las operaciones militares en el este del país.

“El crimen organizado casi ha tomado control del estado de Río de Janeiro. Es una metástasis que se esparce por el país”, dijo Temer en la ceremonia de firma del decreto, en Brasilia. “Juntas, la policía y las fuerzas armadas combatirán y confrontarán a aquellos que tienen secuestradas a nuestras ciudades”, añadió.

“Las celdas ya no serán las oficinas personales de los ladrones. Las plazas públicas ya no serán las salas del crimen organizado”.

Los expertos pusieron en duda la motivación de la decisión y el que esta fuera tomada ahora. Temer, quien asumió el mando tras la destitución de Dilma Rousseff, en 2016, ha estado sopesando si se postula para las elecciones de octubre pese a que su tasa de aprobación es menor al diez por ciento.

El decreto también retrasa una votación sobre una reforma sobre pensiones poco popular que parecía cada vez más destinada al fracaso, ya que la Constitución establece que los legisladores no pueden hacer cambios legales abarcadores cuando hay una intervención militar activa vía decreto.

“A nivel político, puede que Temer esté matando a dos pájaros de un tiro”, dijo Christopher Harig, experto en relaciones cívico-militares en Brasil e integrante del Instituto Brasil en King’s College London. “Crea, al mismo tiempo, una excusa para no haber podido aprobar la reforma de seguridad social”.

Los líderes militares de Brasil han expresado su preocupación con que el gobierno federal recurra cada vez más a las fuerzas armadas para lidiar con episodios de violencia en todo el país.

El general Eduardo Villas Bôas, el principal comandante castrense del país, dijo recientemente en una entrevista por correo que no se puede esperar que las fuerzas armadas resuelvan una crisis de seguridad que emana de problemas de larga data que otras agencias del gobierno no han atendido durante décadas.

“Para combatir el crimen organizado se requieren acciones efectivas por parte del gobierno en las esferas económicas y sociales, para que el tráfico de drogas sea menos atractivo en áreas donde una buena parte de la población lidia con el desempleo”, escribió el general. “Incluso cuando el ejército ha sido convocado para actuar en distintas áreas, a veces por periodos extendidos, no vemos cambios considerables debido a una falta de compromiso por parte de las agencias de gobierno responsables de otras áreas”.

Después de que Brasil fue designada como sede del Mundial de Fútbol de 2014 y las Olimpiadas de Río de 2016, los funcionarios adoptaron un plan ambicioso para transformar los distritos más empobrecidos que eran bastiones de grupos de delincuencia organizada, con la adopción de un modelo de policía comunitaria que se supone iba a allanar el camino para mejoras en las escuelas, salubridad, acceso a la salud y a empleos. Esos planes se quedaron cortos; los funcionarios del gobierno terminaron desviando millones de dólares y Brasil quedó en una larga recesión que dejó en bancarrota al estado de Río de Janeiro.

El general Villas Boas también advirtió que desplegar de manera permanente a personal militar al frente de las violentas guerras del narcotráfico en las favelas de Río conlleva el riesgo de que los soldados se vuelvan cómplices del crimen organizado.

“Estas estructuras criminales, especialmente las vinculadas al tráfico de drogas con enlaces internacionales, vuelve más probable que las instituciones se vean manchadas”, dijo. “Hay una posibilidad de que las tropas se vean manchadas”.

Los integrantes de la Policía Militar de Río de Janeiro, que tiene la responsabilidad primaria de la seguridad en la ciudad, han perdido control de zonas amplias de la urbe a manos de pandillas armadas que fungen como la autoridad de facto en las favelas. Los críticos dicen que la policía no ha sido efectiva debido a tácticas de mano dura contra quienes se sospecha son criminales y por colusión con integrantes de las organizaciones delictivas.

(Con información de The New York Times)

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