Al menos 37 muertos en un doble atentado en Libia
Al menos 37 personas murieron y decenas resultaron heridas en un doble atentado con coche bomba frente a una mezquita en Bengasi, la segunda ciudad libia, frecuentada por rebeldes yihadistas, indicaron el miércoles informes médicos.
El ataque, que no fue reivindicado, tuvo lugar tras el rezo de la tarde del martes en el centro de esta ciudad del este del país, minado por la inseguridad y las rivalidades políticas desde la caída en 2011 del régimen de Muamar Gadafi, tras una revuelta popular respaldada por la OTAN.
Bengasi había gozado de una relativa calma desde que el mariscal Jalifa Haftar anunció la «liberación» de la ciudad de los yihadistas, en julio de 2017, aunque siguió habiendo violencias esporádicas.
Los atacantes hicieron estallar dos coches en un lapso de 30 minutos frente a una mezquita en el céntrico barrio de Al Sleimani, según funcionarios de seguridad.
Algunos de los trabajadores de emergencias y de seguridad que acudieron al lugar de los hechos murieron en la segunda explosión.
De momento nadie reclamó la autoría del ataque, pero la mezquita es considerada una base de grupos salafistas que combaten a los yihadistas junto a las fuerzas de Haftar.
Varias personas se concentraron ante la mezquita el miércoles, caminando entre charcos de agua con sangre y automóviles calcinados.
Las fuerzas de seguridad divulgaron un último balance a partir de informes de hospitales, de 37 muertos, incluidos ciudadanos egipcios y sudaneses además de 90 personas heridas.
Un oficial de seguridad de las fuerzas de Haftar figuró entre los muertos, dijo el portavoz de la armada Milud al Zwei.
Testigos indicaron que en venganza por los ataques, el comandante Mahmud al Werfalli, de las filas de Haftar y buscado por la Corte Penal Internacional, ejecutó a presuntos yihadistas detenidos en el lugar de los atentados.
Werfalli está acusado por fiscales internacionales de llevar a cabo u ordenar el asesinato de al menos 33 personas en 2016 y 2017.
Inestabilidad política
Haftar, que apoya a la administración asentada en el este del país, declaró tres días de duelo tras el ataque.
El Gobierno de Unidad Nacional (GNA), respaldado por la ONU y con base en la capital, Trípoli, apenas ha logrado imponer su autoridad más allá de la zona occidental del país.
El GNA consideró el ataque un «acto terrorista y cobarde».
La misión de apoyo de la ONU en Libia, la UNSMIL, tachó los atentados de «horribles» y advirtió que «los ataques directos o indiscriminados contra civiles […] constituyen crímenes de guerra».
La Unión Europea advirtió que ataques como éste «amenazan aún más, en un ya frágil ambiente, el trabajo que realizan para restaurar la seguridad, la estabilidad y el imperio de la ley».
Los esfuerzos de la ONU para reconciliar a los dos gobiernos antagonistas no han dado resultados por el momento.
A finales de diciembre, Haftar dijo que apoyaría unas elecciones en 2018 para sacar al país del caos, pero sugirió que podría tomar medidas si los esfuerzos encaminados a «una transición pacífica del poder a través de unas elecciones libres y democráticas se agotan».
Los opositores a Haftar lo acusan de intentar hacerse con el poder y establecer una dictadura militar, en tanto que sus partidarios le pidieron que se haga con el control por «mandato popular».
El enviado de la ONU Ghassan Salame presentó en septiembre al Consejo de Seguridad un plan de elecciones presidenciales y parlamentarias para este año, pero los analistas son escépticos sobre la probabilidad de que se celebren.
El persistente conflicto en el país ha dificultado los esfuerzos para restablecer la economía de esta nación petrolera del norte de África y lo ha convertido en un terreno fértil para los extremistas y los traficantes de personas.
El grupo Estado Islámico tiene una significativa presencia y tuvo el control de la ciudad de Sirte desde finales de 2014 hasta finales de 2016, cuando los yihadistas fueron expulsados por las fuerzas favorables al GNA.
(Con información de AFP)