La leyenda de los tres princesos
El viejo rey de Tabasilandia gobernaba apaciblemente, junto a su esposa, desde hacía unos años y miraba cómo el tiempo de ceder el cetro se acercaba rápidamente. Previsor como siempre había sido había dado a sus tres hijos la libertad de hacer los méritos necesarios para ser su sucesor.
Al mayor lo había enviado a que recorriera reinos lejanos para que aprendiera a tratar con otros gobernantes y, sobre todo, aprehender a llevar la siempre difícil relación con el Gran Rey Mexica que tenía fama de ser tonto e iletrado, pero muy vengativo.
Al segundo, le encomendó revisar y actualizar las leyes para que todos los súbditos tuvieran un trato justo y pudieran dirimir sus diferencias. Especialmente, le pidió crear un sistema que impidiera el saqueo de las arcas del reino, como el caso de su antecesor, un rey de otro linaje cuyos colores del escudo eran verde, blanco y rojo, quien osó dejar en bancarrota al reino.
Al más joven le dejó la tarea de administrar la ciudad más grande, con la misión de evitar las inundaciones que históricamente asolaban a los habitantes de la Villa más hermosa, además de buscar el modo de generar miles de empleos.
Todo iba bien hasta que los celos empezaron a hacer efecto en el carácter de los aspirantes que empezaron a enviarse ataques a través de los mensajeros y luego mediante los juglares en las plazas públicas.
Su padre, el rey, estaba muy preocupado pues la sucesión podría verse comprometida si las tribus se dividían nuevamente, así que los llamó para poner orden, pero ya ninguno hacía mucho caso y los problemas apenas empezaban. Y, por si fuera poco, él ya tenía su favorito.
(Esta historia continuará)