La ira es furia que, fuera de control, puede llegar a ser letal

Se expresa a través del resentimiento y la irritabilidad y causa síntomas como dolor de cabeza, respiración acelerada y agitación cardiaca

El Diccionario de las emociones es un proyecto de divulgación de la Coordinación de Humanidades y la Facultad de Psicología, para identificar y entender cómo manejar los sentimientos y estados de ánimo en situaciones de crisis y desafíos.

La primera etapa tuvo 12 temas (https://www.gaceta.unam.mx/especial-diccionario-de-las-emociones/), que ya dieron paso a un libro. Ahora, en esta segunda temporada, empezamos con la ira, esa furia e indignación que puede ser muy dañina.

Está ligada a pensamientos distorsionados y negativos.

La ira es una reacción emocional natural en el ser humano que, como otras emociones, tiene objetivos de supervivencia (huir o defender), pero que, fuera de control, puede incluso resultar letal.

Si analizamos las definiciones que da la Real Academia Española respecto de la ira obtenemos:

  • Ira: sentimiento de indignación que causa enojo.
  • Indignación: enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o sus actos.
  • Enojo: movimiento del ánimo que promueve ira contra alguien.
  • Vehemente: que tiene una fuerza impetuosa. Un discurso vehemente/Ardiente y lleno de pasión/ Dicho de una persona: que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos.

Podemos, así, elaborar una nueva definición: la ira es un sentimiento de furia e indignación contra alguien, representado con gran pasión, y en el que el individuo se deja llevar por sus impulsos y, a menudo, actúa en forma irracional.

La Asociación Psicológica Americana (2010) reconoce la ira como la representación más intensa del enojo, por lo cual parece más certero que muchos aspectos de esta emoción sean definidos como parte del enojo.

¿Qué la genera?

Dicho estado puede surgir por situaciones aversivas, por ejemplo, cuando estamos sometidos a estímulos dañinos o a situaciones muy desagradables, lo que explica conductas como las que manifiestan pacientes con enfermedades que causan dolor crónico y muestran con frecuencia sentimientos de marcada hostilidad. Otro ejemplo claro es cuando en un partido de futbol los fanáticos enfurecidos gritan insultos al árbitro por su penalización y hacen destrozos u ocasionan peleas.

¿Cómo se manifiesta?

Por medio del resentimiento y la irritabilidad, puede causar síntomas físicos: una persona enojada llega a desarrollar dolores de cabeza, aceleración de la respiración o aumento de las pulsaciones cardiacas. Su conducta la puede llevar a gritar, insultar e incluso golpear a los demás. La ira está ligada a pensamientos distorsionados y negativos, que surgen en situaciones estresantes, agobiantes y momentos que nos hacen sentir en peligro.

Cuando dicha emoción se presenta de manera frecuente o desproporcionada, quien la padece valora el contexto como algo terrible, aun cuando en realidad no lo sea. Las reacciones limitan la comunicación, pues el proceso cognitivo se ve limitado. La gente no piensa cuando está enojada y puede decir cosas y cometer actos de los que tal vez se arrepienta.

¿Qué pasa en el cerebro?

Se liberan neurotransmisores que incluyen adrenalina, noradrenalina y dopamina, los cuales son sintetizados a partir del aminoácido tirosina, cuya función es preparar al organismo para la defensa o huida.

Esos neurotransmisores generan un aumento de energía en el organismo para que éste reaccione frente al evento amenazante. La descarga de furia perdura el tiempo necesario, según la magnitud con la que el cerebro haya identificado la amenaza.

Es normal experimentar enojo o ira. La diferencia entre estas dos se encuentra sobre todo en la intensidad, siendo la primera menos intensa que la segunda. Al igual que muchas emociones, la ira en sí misma no es buena ni mala. Las consecuencias de experimentarla dependen de cómo una persona reacciona a ella.

Puede surgir en diferentes formas. Su expresión destructiva es la que nos viene a la mente más fácilmente, como golpear o patear, pero también puede volcarse hacia adentro y volverse autodestructiva, siendo nosotros mismos quienes recibimos “sus golpes”. Esta forma de manejarla nos puede llevar a la depresión y a una autoimagen devaluada.

Otras personas pueden expresar el enojo de una manera pasivo-agresiva, muchas veces derribando a otros, criticándolos y actuando con cinismo. Conductas que no sólo lastiman a los demás, sino que también destruyen las relaciones. Algunos pueden manifestar su molestia adecuadamente, haciendo uso de la inteligencia emocional para operar hacia un objetivo específico.

En ese sentido esta emoción puede motivar una interpretación adecuada de nuestro entorno para generar respuestas saludables que fomenten el crecimiento y den la oportunidad de conectarse emocionalmente con otros, fortaleciendo las relaciones o para apoyar con firmeza una causa.

(Con información de Gaceta UNAM)

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