Jóvenes rompen el estigma de ‘loqueros’ o ‘chamanes’

En 13 meses, el programa de telepsiquiatría ha proporcionado casi 13 mil consultas

Como encargado del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental (DPSM) de la Facultad de Medicina de la UNAM (FM), el doctor Benjamín Guerrero muy rápido notó cómo el confinamiento propiciaba nuevos trastornos en sus pacientes, pues además de sus padecimientos originales, al irse sumando semanas de encierro estos comenzaron a referirle que sentían miedo, angustia, tristeza, desánimo, depresión y cierta vulnerabilidad ante el nuevo mundo pandémico.

“También la violencia doméstica se agudizó, se incrementó el consumo de sustancias —en especial alcohol— y vimos un desgaste psicológico generalizado. Han sido momentos de incertidumbre y, por ello, no suspender las terapias era crucial, pese a que las medidas sanitarias desaconsejaban el coincidir en persona. Por ello, junto con el Departamento de Informática Biomédica, pensamos en una forma de estar en contacto a la distancia. Así surgieron las teleconsultas”.

El doctor Guerrero es honesto al decir que este proyecto no es algo macerado durante años, sino surgido de botepronto ante la necesidad de hacer frente a una emergencia planetaria. “Y es que ante un desastre natural las necesidades de atención mental se disparan. Acabábamos de observar el fenómeno con el temblor de 2017 y, poco después, ya estábamos en esto del coronavirus”.

En México, el confinamiento inició el 23 de marzo de 2020 (bajo el nombre oficial de Jornadas de Sana Distancia) y, tres días después, el DPSM ya daba su primera sesión por internet. En 13 meses, el programa de telepsiquiatría ha proporcionado casi 13 mil consultas, las cuales, si se les adjudicara una duración promedio de una hora y se colocaran una tras otra, sumarían un año y medio de trabajo ininterrumpido. Como dice el académico, con dicha estrategia, en vez de perder tiempo, lo que hicieron fue ganarlo.

A fin de brindar un cuidado integral, detrás del proyecto se encuentra un equipo de psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales que, pese a estar adscritos a diferentes clínicas de la UNAM (la de Salud Mental, la de Adicciones y la de Género), mantienen una estrecha comunicación entre ellos. “La pandemia nos ha puesto en un escenario donde el miedo al contagio —tanto el propio como el de la familia— el aislamiento y la incertidumbre nos afectan de distintas formas, y de ahí que el tratamiento se vuelva complejo”.

Para el doctor Guerrero, algo a destacar de esta modalidad es que permite tratar no sólo a individuos en el interior de la república, sino en el extranjero. “Las sesiones a distancia no son la respuesta a todo, hay casos que requieren hospitalización o intervención presencial, pero no tengo duda alguna: la teleconsulta llegó para quedarse”.

La importancia de romper estigmas

El 12 de junio de 2019, una estudiante de la UNAM intentó suicidarse en la Facultad de Medicina tras reprobar un examen. Lo que más sorprendió al doctor Benjamín de aquel capítulo no fue que los periódicos reportaran el hecho por días, sino que en los comentarios que los lectores hacían llegar a los diarios pudieran leerse cosas como “¿esos son los profesionistas del futuro?”, “¡alguien así no merece una silla en la UNAM!” y demás frases cargadas de escarnio.

A decir del especialista, estas actitudes generan estigma hacia los trastornos mentales y hace que, quienes lo necesitan, no busquen ayuda por miedo al qué dirán. “¿Cuántas veces no hemos escuchado que a los psiquiatras nos llaman loqueros?, y también es común que nos vean como una suerte de chamanes que prescriben drogas”.

Tras décadas de ejercer, el doctor Guerrero conoce de primera mano todos los prejuicios hacia su profesión, y le parecen peligrosos. “Es como si yo estuviera predispuesto contra los odontólogos y tuviera un problema bucal. Difícilmente buscaría ayuda y mis malestares se agravarían a niveles insostenibles, todo por mi empecinamiento”.

Por fortuna, agrega, los jóvenes son más abiertos a la eventualidad de recibir atención y por ello las consultas ofrecidas por el DPSM van dirigidas a ellos, pues aunque pueden solicitarlas trabajadores universitarios, en realidad fueron diseñadas para estudiantes y, en especial, para los de la FM (se estima que uno de cada 10 inscritos en la carrera de Medicina en la UNAM ha pensado en el suicidio).

“Es frecuente que nos busquen alumnos deprimidos porque no pasaron una materia y, en Medicina, con una asignatura reprobada no puedes avanzar al siguiente año. La depresión merma la capacidad cognitiva y de ahí lo importante de evitar estos círculos viciosos en los que el estudiante no aprende porque se siente mal, y se siente mal porque no aprende. Con los cuidados adecuados evitamos que su vida académica y emocional caigan en picada”.

Con frecuencia, para sacar lo más rápido posible a los jóvenes de tales baches los más recomendable es usar medicamentos. “Es muy probable que sólo con la psicoterapia hayan mejorado en unos pocos meses, aunque para entonces habrán fallado en su semestre, por lo que una prescripción oportuna es lo mejor”.

Pero en tiempos de confinamiento y teleconsultas, ¿cómo proveer de antidepresivos y ansiolíticos a quienes lo requieren? Por tratarse de fármacos controlados, los médicos encargados de las sesiones pueden extender un documento donde se enlisten los químicos necesarios, el cual pueden llevar a la Torre de Investigación de la FM, donde se les canjeará por una receta con sello y firma autógrafa.

Tras aquel amago de suicidio del 12 de junio de 2019, la alumna que amenazaba con arrojarse de un edificio de CU de inmediato fue atendida por médicos especializados de la UNAM. “Tratar los trastornos mentales lo antes posible puede marcar la diferencia entre llevar una vida sana o cargar en el futuro con lastres, de ahí la importancia de hablar de esto, y de deshacernos de tantos estigmas”.

Sesenta y cinco años de tradición

El Departamento de Psicología Médica y Salud Mental abrió sus puertas en 1956, cuando los profesores de la aún Escuela de Medicina de la UNAM observaron en sus estudiantes problemas que debían ser tratados. En 1970, el doctor Ramón de la Fuente gestionaría la construcción del edificio actual del hoy DPSM, con todo y un piso para albergar a la Clínica de Psiquiatría y Salud Mental.

“Durante sus primeros 40 años, en este espacio la atención se dio más o menos igual, pero hace una década hubo un replanteamiento interdisciplinario a fin de que los psiquiatras unieran fuerzas con sociólogos clínicos y trabajadores sociales, y se incluyeron talleres de manejo de estrés, procrastinación, habilidades sociales, estrategias de aprendizaje y comenzamos a dar terapias cognitivo-conductuales. En otras palabras, ampliamos el modelo a fin de responder a las necesidades reales de nuestra comunidad”.

Los interesados en recibir este tipo de tratamientos deben ser miembros de la UNAM en activo (no se aceptan exalumnos), entrar al sitio del DPSM (psiquiatria.facmed.unam.mx), registrarse y llenar un formato. Se han agilizado los procedimientos para que en el mismo día que se agendó la cita, se haga una prevalorización.

(Con información de Gaceta UNAM)

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