En busca de la ‘píldora’ anticonceptiva masculina
Durante años hemos escuchado la promesa de un avance inminente en la anticoncepción masculina. Una y otra vez, estos esfuerzos han fallado.
Una nueva clase de contraceptivo masculino sería un triunfo para la salud pública y podría capturar una buena parte del mercado de los anticonceptivos (que se espera supere los 33 mil millones de dólares en 2023, según la firma de análisis Global Market Insights) o tal vez ampliarlo.
En una encuesta alemana de 2002, aplicada a nueve mil hombres en nueve países, incluyendo Brasil, Francia, Alemania, México y Estados Unidos, más del 55 por ciento de los encuestados respondieron que estarían dispuestos a usar una nueva forma de control de natalidad masculina.
Un estudio posterior de la Universidad Johns Hopkins estimó que la demanda podría generar 44 millones de clientes solamente en esos nueve países. Aun así, las principales compañías farmacéuticas han abandonado la búsqueda.
Sin embargo, un puñado de científicos sigue allí, al pie del cañón, para llenar ese vacío. Han concebido un abanico de ideas, desde las convencionales, como geles, implantes e inyecciones diseñados para suprimir temporalmente la producción de espermatozoides, hasta usar láser en los testículos.
Cuando se trata de prevenir el embarazo, las mujeres tienen una multitud de opciones –que, aunque están lejos de ser perfectas y siguen siendo inaccesibles e inasequibles para muchas- al menos existen.
Los hombres sólo tienen dos alternativas: los condones, que tienen una tasa de fracaso de alrededor de 18 por ciento, y la vasectomía, un procedimiento quirúrgico que a menudo es permanente.
Un nuevo anticonceptivo podría darles más control sobre su futuro reproductivo, aliviar una carga que es abrumadoramente soportada por las mujeres y, a la larga, reducir la tasa de embarazos no deseados, que ronda el 40 por ciento a nivel mundial, según el Guttmacher Institute.
Las mujeres han argumentado que la falta de una píldora masculina refleja un doble estándar, pero los retos científicos y regulatorios involucrados en la creación de un anticonceptivo masculino viable son problemáticos por sí mismos.
Después de que la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) aprobara en 1960 la primera píldora anticonceptiva femenina, los investigadores exploraron la posibilidad de adoptar un enfoque hormonal similar para los hombres.
Los ensayos clínicos en las décadas siguientes demostraron que administrar testosterona o combinaciones de testosterona y progestina inhibía temporalmente la producción de esperma, pero que la estrategia tenía inconvenientes.
La testosterona se elimina rápidamente del organismo cuando se toma por vía oral, de modo que un anticonceptivo hormonal para los hombres probablemente tendría que administrarse a través de una inyección, implante o gel tópico, en vez de una píldora.
La investigación sobre las soluciones hormonales continúa, pero los desafíos han hecho que algunos investigadores busquen fármacos dirigidos más específicamente a los espermatozoides.
Científicos de la Universidad de Kansas y de la Universidad de Minnesota estudian un compuesto antiespermatogénico llamado gamendazol H2, mientras que Eppin Pharma Inc., una pequeña compañía de Carolina del Norte, desarrolla un fármaco que impediría que los espermatozoides nadaran al unirse a una proteína en la superficie de estas células.
John Amory, médico de la facultad de Medicina de la Universidad de Washington, ha dedicado dos décadas a ese desafío, tan esquivo como descubrir vida en otros planetas.
“Cuando estudiaba el bachillerato pensaba que iba a ser físico y trabajaría en la fusión”, dice. “Entonces comencé a trabajar en esto, y ahora me pregunto qué vamos a lograr primero: la energía de fusión o la píldora masculina”.
Amory trata de retomar un fármaco que mostró mucho potencial en los años cincuenta, cuando científicos de la desaparecida farmacéutica Sterling Drug probaron en una prisión de Oregon un compuesto conocido como WIN 18,446 que reducía el conteo espermático, pero tenía un gran inconveniente: interactuaba peligrosamente con el alcohol.
Luego está la realidad de la biología reproductiva. La mayoría de las mujeres sanas en edad reproductiva liberan un óvulo por mes, dejan de ovular cuando están embarazadas y pueden suprimir la ovulación tomando hormonas que imitan el embarazo, que es esencialmente lo que hace la píldora.
Pero no existe un interruptor natural para “apagar” la producción de espermatozoides. “La espermatogénesis es un formidable adversario”, dice Amory.
“El cuerpo ha evolucionado para producir una gran cantidad de espermatozoides. La mayoría de los hombres producen mil espermatozoides cada segundo”.
Por otra parte, los fármacos anticonceptivos masculinos representan una categoría de producto totalmente nueva y la FDA aún no ha establecido pautas claras para ellos.
Hay razones para creer que será difícil obtener la aprobación de la primera píldora masculina. La investigación y los estándares regulatorios han evolucionado considerablemente en los últimos 60 años.
Si un fármaco fuese aprobado y aparecieran serios efectos secundarios, las compañías farmacéuticas podrían enfrentar demandas costosas. Los litigios son siempre un riesgo para las farmacéuticas, pero los medicamentos diseñados para ser tomados por pacientes jóvenes durante largos períodos de tiempo podrían ser el blanco de muchas querellas.
La magnitud de los desafíos puede explicar por qué la financiación escasea y por qué las farmacéuticas que alguna vez tuvieron programas de investigación los abandonaron hace una década.
Alternativa no quirúrgica
Algunos empresarios afirman que el camino a futuro requiere replantear el tema totalmente. “¿Qué es un anticonceptivo masculino?”, pregunta Kevin Eisenfrats, cofundador y CEO de Contraline Inc.
Contraline ha creado un hidrogel llamado Eco-V que puede ser inyectado en el conducto deferente, el delgado canal que transporta los espermatozoides de los testículos a la uretra. Una vez inyectado, el gel se solidifica, bloqueando el flujo de espermatozoides pero permitiendo el paso de otros fluidos. Idealmente, dice Eisenfrats, cuando un hombre está listo para tener hijos, un médico disolvería el gel.
El procedimiento de Contraline permite a los médicos implantar el gel sin cirugía, inyectándolo directamente a través de la piel utilizando un ultrasonido para guiar su colocación. “No se requieren bisturíes o suturas”, dice Eisenfrats. “Es quizás un procedimiento de tres minutos”.
Contraline debutó en marzo de 2015 y no ha tenido problemas para atraer inversionistas, el año pasado recaudó 700 mil dólares en una ronda preliminar de capital semilla y otros dos millones 300 mil dólares en una segunda ronda.
Los investigadores de Contraline compiten para ser los primeros en comercializar una solución viable. Eisenfrats planea un ensayo preclínico en animales grandes el próximo año, iniciar las pruebas humanas en 2019 y obtener la aprobación de la FDA en 2021.
(Con información de El Financiero)