Clostridioides difficile: causa frecuente de diarrea nosocomial

El principal factor de riesgo para adquirir esta bacteria es el uso indiscriminado de antibióticos, sobre todo de amplio espectro

Luego de haberse ausentado, durante varios meses, del programa deportivo La última palabra, del que es titular en la cadena televisiva Fox Sports, el periodista André Marín reapareció en 2020, mostrando una figura excesivamente delgada, un semblante pálido y demacrado, y dificultades para hablar.

A partir de entonces, muchos usuarios de redes sociales empezaron a preguntarse qué le había sucedido y a hacer todo tipo de conjeturas. El mismo Marín se encargó de responderles tiempo después: había sido víctima, dijo, de una terrible infección gastrointestinal causada por la bacteria Clostridioides difficile.

“La principal afección que desencadena una infección por C. difficile es diarrea, la cual puede presentar un cuadro clínico muy leve, con un par de evacuaciones al día, o bien derivar en una colitis fulminante que a veces lleva a la persona a la muerte. En la actualidad, este microorganismo es considerado la causa más frecuente de diarrea nosocomial y el principal agente etiológico reconocido que ocasiona enfermedad tanto en los pacientes hospitalizados como en aquellos que reciben atención, o la han adquirido en los últimos meses, en una unidad hospitalaria”, señala Nayeli Ortiz Olvera, académica de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Hacia 2012 se sabía que del 8 % al 25 % de los pacientes hospitalizados o bajo cuidados de la salud padecían una infección por C. difficile, pero, según la especialista universitaria, un reporte de 2015 asociado a la población mexicana estableció que este porcentaje subió al 42 %.

“Y también se ha incrementado el porcentaje de quienes adquieren esa bacteria en la comunidad. Así en promedio, un poco menos de la mitad de los casos de C. difficile se dan en la comunidad y la mayoría en los hospitales o bajo cuidados de la salud”, agrega.

Desequilibrio en la microbiota
El factor de riesgo más importante para adquirir esta bacteria es el uso indiscriminado de antibióticos, principalmente de amplio espectro y, en especial, de las fluoroquinolonas, las cefalosporinas de tercera generación y la clindamicina.

“El problema es que los antibióticos modifican y desequilibran la microbiota, y al haber un desequilibrio entre la flora intestinal buena y la mala, C. difficile, que es una bacteria oportunista, entra en escena y causa la infección. Se sabe que del 3 % al 7 % de las personas son portadoras de esta bacteria, pero no enferman, y que del 93 % al 97 % de las que la adquieren, sí enferman”, apunta Ortiz Olvera.

Asimismo, quienes tienen más de 60 años y los pacientes inmunocomprometidos (aquellos que padecen una afección que debilita sus defensas inmunitarias, como cáncer, síndrome de inmunodeficiencia adquirida y diabetes descompensada, entre otras, o que están recibiendo un tratamiento con quimioterapia) son más susceptibles de enfermar por esta bacteria.

Diagnóstico
C. difficile se halla en la materia fecal, pero tiene la capacidad de formar esporas que pueden permanecer sobre distintos objetos y superficies hasta 28 días. La gran desventaja es que estas esporas no son vulnerables, por ejemplo, al alcohol en gel, sino sólo a agua y jabón, y a desinfectantes con cloro.

“Por eso se recomienda lavar perfectamente (incluso con robots) el cuarto donde ha permanecido hospitalizado un paciente con esta infección y desinfectar todos los objetos que se encuentran allí, ya que estas esporas son las que, si uno no se lava bien las manos y se las lleva a la boca, pueden infectarlo.”

El diagnóstico de una infección por C. difficile puede hacerse en función del siguiente cuadro clínico: diarrea con una duración de más de 24 horas y evacuaciones no tan abundantes, con moco y una coloración verde amarillenta.

“Obviamente, si el paciente ha recibido un tratamiento con algún antibiótico y/o ha permanecido hospitalizado recientemente, la certeza del diagnóstico aumenta todavía más. Ahora bien, si hay alguna duda, se recurre a dos marcadores de C. difficile: el antígeno GDH (glutamato deshidrogenasa) y las toxinas A y B. Cuando el antígeno GDH es positivo, resulta obligado recurrir a las toxinas A y B. Si éstas son positivas, el diagnóstico se confirma. Pero cuando el antígeno GDH es negativo y las toxinas A y B son positivas, o viceversa (o sea, cuando el antígeno GDH es positivo y las toxinas A y B son negativas), se debe aplicar una tercera prueba, que sería una PCR (reacción en cadena de la polimerasa), para dejar claro si la causante de la infección es o no dicha bacteria”, informa la académica.

Tratamiento
Si el paciente no recibe una atención médica oportuna y adecuada, la infección puede complicarse y, como ya se indicó, derivar en una colitis fulminante cuya frecuencia es de 3 % a 15 % (otro dato es que de 6 % a 30 % de los pacientes con colitis fulminante mueren).

El primer paso para tratar a un paciente consiste en estabilizarlo, lo cual implica hidratarlo para reponer los electrolitos que ha perdido a consecuencia de la diarrea; el segundo, en quitarle el antibiótico que está tomando y no administrarle ningún antidiarreico; y el tercero, en determinar qué tan severa es la infección para, en consonancia con la edad de aquél y sus parámetros bioquímicos, prescribirle un tratamiento.

“En México se pueden usar tres antibióticos para combatir esta infección: el metronidazol, la vancomicina y la fidaxomicina (este último fue aprobado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios en 2015). Por lo que se refiere al metronidazol, en el mundo entero se dice que ya no es una opción adecuada. Y en efecto: en pacientes de más de 65 años con un cuadro clínico de moderado a grave, o con alguna complicación, está descartado su uso. Pero en pacientes jóvenes con un cuadro clínico leve resulta muy eficaz. De esta manera, si el cuadro clínico es de moderado a grave o hay alguna complicación o el paciente tiene predictores de mala respuesta o de riesgo, el tratamiento de primera línea tiene que ser con la vancomicina o la fidaxomicina. Sin embargo, la fidaxomicina, que se emplea cuando un paciente no responde a los dos primeros antibióticos, es extremadamente cara y difícil de conseguir en nuestro país. Otra alternativa muy buena para hacerle frente a C. difficile es un trasplante de microbiota fecal, aunque también resulta difícil encontrar un donador óptimo”, asegura Ortiz Olvera.

Secuelas
De acuerdo con algunos trabajos de la literatura médica, la probabilidad de que una infección por C. difficile dé origen al síndrome del intestino irritable postinfeccioso, que es un trastorno funcional, se incrementa considerablemente. Y cuando un paciente presenta un cuadro clínico grave y desarrolla un colon tóxico, es necesario meterlo en el quirófano y hacerle una resección del colon.

“Algunos pacientes llegan a padecer infecciones recurrentes por C. difficile, frente a las cuales el tratamiento con alguno de los tres antibióticos ya mencionados es cada vez menos eficaz”, concluye la académica.

(Con información de Gaceta UNAM)

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