¿Alegría, emoción efímera o actitud de vida?
Cada persona puede convertirla en algo más duradero, haciendo consciencia de logros que nos dan mayor plenitud y bienestar
Relacionada con el gozo y la satisfacción por algo logrado, la alegría es una de las emociones básicas de todos los seres humanos y otras especies animales que todos experimentamos a lo largo de la vida.
Aunque es un sentir efímero, depende de cada persona convertirlo en algo más duradero, haciendo consciencia de logros que nos dan una sensación de plenitud y bienestar y manteniendo una actitud positiva, plantea Patricia Bermúdez Lozano, coordinadora del Programa Institucional de Tutoría de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
Es una emoción subjetiva que depende mucho de cómo la viva cada quien, pero se refiere a una reacción general de satisfacción y de gozo, que se tiene después de algo que hemos logrado, ya sea personal o de un ser querido. Si cada quien vive con lo que desea, eso produce también esa emoción, que puede ser constante en la vida de las personas, explica la profesora.
Con motivo del Día Mundial de la Alegría, que se celebra hoy, la psicóloga destaca que estar contentos y entusiastas son rasgos de la alegría; en lo físico produce una sensación de bienestar y plenitud, la cual genera un alto nivel de energía que nos predispone a realizar acciones constructivas para nosotros o los demás.
“La forma de reaccionar puede estar asociada a cómo afrontamos alguna situación, dependiendo de que tan significativa es ésta y cómo la abordamos. Todos tenemos la posibilidad de experimentar la alegría, aunque depende mucho del contexto y la situación personal para poder sentir la satisfacción que nos cause ese gozo”, señala.
Precisa que la alegría, como todas las emociones, es una reacción temporal que termina cuando concluye el estímulo que la está provocando. Puede ser muy intensa al principio, pero disminuye a medida que la situación que la produce se aleja en el tiempo.
“Lo que permanece es el estado emocional que generó un sentimiento de satisfacción, plenitud o bienestar, el cual puede durar mucho tiempo. Y si nosotros lo hacemos de manera consciente, mantenemos con mayor facilidad un estado de ánimo positivo que permanece a pesar de cualquier situación inicial que haya desaparecido o de nuevas situaciones negativas que enfrentamos con buen ánimo y actitud”, expresa.
El estado de ánimo que produce la alegría refleja una sonrisa, un rostro amable, la tendencia a reírse de cosas simples que compartimos con otros, el sentirse físicamente relajados y tener una apariencia positiva ante los demás.
La psicóloga manifiesta que una persona alegre depende mucho de sus decisiones para integrar aspectos positivos de la vida. “Quien tiende a ser alegre valora situaciones que quizá a los ojos de otros no son tan agradables o positivas, desde un bello amanecer hasta la empatía con otro ser vivo”, explica.
Reacciones físicas asociadas a esta emoción son la risa, las ganas de saltar o bailar, un aumento considerable de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea, o una reacción en la piel de ruborizarse y sentirse muy caliente, incluso con sudoración. “Algunas veces hay lágrimas de alegría y un tono más elevado de la voz”, comenta.
La especialista resalta que cuando estamos alegres generamos muchas más endorfinas, neurotransmisores asociados a las hormonas del placer, que generan un mayor nivel de acción y actividad que cuando no las producimos.
Contagiar a los demás
“Todos tenemos que enfrentar situaciones difíciles en algún momento de la vida, pero depende mucho de cómo las afrontamos y resolvamos. Un ser alegre obtiene de las situaciones difíciles una enseñanza de vida, y de eso depende mucho el desarrollo emocional”, explica la psicóloga.
“Si alguien se mantiene en un estado emocional triste y no puede valorar esos episodios que generan alegría, es porque sus experiencias primarias de desarrollo no fueron muy favorecedoras. Hay niños que no tienen el adecuado reconocimiento por sus logros en el aprendizaje y en su conducta, y cuando crecen son personas con mucha frustración, muy autoexigentes, que han experimentado el desamor de sus padres, y esto puede influenciar de manera muy importante para que ellos se mantengan como personas tristes.”
Lo importante es reconocer esta conducta, acumular esa suma de momentos efímeros que nos dan alegría y provocar que sean frecuentes para mantener una actitud positiva ante la vida, en vez de conservar un pensamiento negativo y rígido que nos predispone ante situaciones por venir, concluye Bermúdez Lozano.
(Con información de Gaceta UNAM)