Nieve negra tóxica en Siberia, por contaminación
No solo contenía partículas de carbón, sino otros elementos peligrosos que revolotean en la atmósfera de ese lugar
En días pasados, una noticia de corte ecológico se esparció con rapidez en los medios de comunicación y redes sociales, acompañada por fotos y videos: en la cuenca de Kuznetsk, al sur de Siberia, en Rusia, donde se localiza uno de los mayores yacimientos de carbón del planeta, cayó nieve negra tóxica como consecuencia de haberse mezclado con el polvo de ese mineral que flota en la atmósfera y que proviene de las minas a cielo abierto y las fábricas de la zona.
De acuerdo con Enrique Martínez Meyer, secretario académico del Centro del Cambio Global y la Sustentabilidad AC, este fenómeno no es nuevo, ni mucho menos, y ocurre como resultado del deterioro ambiental que sufre la Tierra.
“La nieve negra que cayó recientemente en el sur de Siberia no sólo contenía partículas de carbón, sino también de otros elementos peligrosos que revolotean en la atmósfera de ese lugar. Ahora bien, ninguna región de México corre el riesgo de padecer algo así porque nuestro país no es un importante productor de carbón”, añadió.
La lluvia ácida es otro fenómeno de alteración ambiental que se comporta de modo similar al de la nieve negra tóxica y que aparece constantemente en las grandes urbes, como la Ciudad de México. Al respecto, el Maestro en Biología Animal por la Facultad de Ciencias de la UNAM comentó:
“En este caso, las gotas de agua se mezclan con los aerosoles y las partículas contaminantes que saturan la atmósfera, se precipitan con un grado de acidez muy alto y llegan a los mantos freáticos –después de ser absorbidas por el suelo–, o bien a las aguas superficiales, con lo cual pueden dañar eventualmente la salud humana. La lluvia ácida es una manifestación más de contaminación atmosférica.”
Huella digital
En opinión de Martínez Meyer, especialista en biogeografía y ecología, la atmósfera de cada lugar es como su huella digital: al analizarla se pueden ver cuáles contaminantes se emiten acá abajo.
“Con la circulación del aire, el problema de la contaminación atmosférica se revuelve en cierta medida, pero la sobrecarga de contaminantes deja invariablemente una marca, y esto es lo que está sucediendo en la cuenca de Kuznetsk, al sur de Siberia, así como en la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y Puebla, ciudades altamente contaminadas por las emisiones de vehículos y fábricas.”
Conforme más se sabe cuáles son las partículas dañinas, cuál es su efecto en la salud de las personas, cuál es su concentración en la atmósfera y quiénes las generan, se actualizan las leyes y normas relacionadas con la calidad del ambiente; es decir, estas leyes y normas siempre van atrás de la realidad; desde esta perspectiva, siempre están desactualizadas.
“Sin embargo, hay que reconocerlo, en nuestro país, particularmente en el Valle de México, las políticas públicas encargadas de combatir la contaminación ambiental han logrado un gran avance en las últimas dos o tres décadas –señaló Martínez Meyer–. Los programas de verificación vehicular e industrial, el programa Hoy no Circula y el inventario de emisiones de gases son fruto de esta evolución de la normatividad. Con todo, falta mucho por hacer porque, como cada vez somos más, la contaminación atmosférica originada por desechos vehiculares e industriales se halla en constante crecimiento. El reto es regular, con eficiencia, esta dinámica.”
Menos calidad y esperanza de vida
Sin duda, una de las debilidades de las normas de control de contaminantes en el Valle de México es que no se aplican de manera pareja a todos. Sobre este punto, el biólogo universitario dijo:
“Los vehículos del transporte y servicio público tienen permiso para circular a diario, pero todos vemos a diario que son de los que más contaminan; es decir, están exentos de cumplir los estándares de calidad en materia de emisiones que se nos exige a los ciudadanos comunes y corrientes. Pienso que no es tan complicado meterle mano a esto y ordenarlo, y más vale hacerlo pronto.”
Todas las evidencias indican que nuestros hábitos contaminantes inciden negativamente en nuestra calidad y esperanza de vida. Esto se puede comprobar si uno vive en una ciudad grande y viaja a un poblado mediano o pequeño: lo primero que nota es que respira un aire más puro y no se le irritan los ojos ni las mucosas nasales ni la garganta.
“Obviamente, la contaminación tiene efectos, a largo plazo, sobre nuestra salud y esperanza de vida. Ahora ya se sabe, por ejemplo, que el aire sucio aumenta el riesgo de padecer enfermedades autoinmunes… Creo que las circunstancias políticas que vivimos hoy en día los mexicanos son propicias para revisar las normas y leyes en materia de contaminación –no sólo atmosférica, sino también de suelos, ríos, lagos y mares–, y corregir los errores cometidos en los últimos años”, finalizó Martínez Meyer.
(Con información de Gaceta UNAM)