La Vía Láctea, un universo por conocer
La Vía Láctea, nuestra galaxia, atraviesa de lado a lado la bóveda celeste. Fue conocida como Wakah Chan por los mayas, y entre los egipcios, la diosa Hathor o vaca celestial, creadora del universo, la llevaba en su manto.
En la mitología griega, Hércules, hijo de Zeus y una humana, bebe leche de la diosa Hera, esposa de Zeus, y al no reconocer el pecho de su madre muerde a la diosa, que corre hacia el Olimpo en medio de un dolor tremendo. Ese camino de leche marcó para siempre la ruta hacia el umbral de los dioses y dio nombre a nuestro hogar.
En 1785, William Herschel, astrónomo inglés, hizo el primer intento por describir la galaxia completa. Desde entonces los esfuerzos no han cejado, y a pesar de los avances científicos y tecnológicos aún no sabemos completamente cómo es o cómo se formaron y se mantienen sus brazos espirales, expuso Bárbara Pichardo Silva, investigadora del Instituto de Astronomía (IA).
En la conferencia La Vía Láctea como Nunca te la Habían Explicado, refirió que “entender nuestra propia galaxia –a la cual sólo podemos ver de canto, de lado, porque nuestro sistema solar forma parte de su disco– permitirá no sólo interpretar su origen o la evolución de sus estructuras, como los brazos y las dos barras que contiene en su centro en forma de X (según muestran investigaciones recientes), sino también entender otras formaciones cósmicas”.
La científica recordó que en la década de los 70 del siglo pasado notaron que un gran porcentaje de las galaxias contiene una barra que gira en forma rígida a altas velocidades, como las aspas de una licuadora; ésto, para nuestra galaxia, era la única explicación a ciertos movimientos salvajes del gas en el centro galáctico.
Por esos años se calculó que alrededor de 30 por ciento de las galaxias tienen esas barras de forma prominente, y más tarde se encontró que prácticamente todas las poseen. En el caso de la Vía Láctea, fue hasta 1994, con ayuda del satélite COBE, que se confirmó su presencia. El telescopio espacial Spitzer ha sido el encargado de dar las últimas imágenes de gran escala del camino de leche.
Creemos que nuestra galaxia tiene un gran diseño, refirió Pichardo; aquí, la mayoría de las estrellas chicas se ubican en dos brazos dominantes, de alta masa, y tiene otros bracitos llamados espolones, como el de Orión, el más cercano a nosotros.
Se sabe que la barra al centro está más o menos inclinada, a 20 grados, “y al parecer hay más, dos probablemente, conviviendo y rotando a la misma velocidad”, indicó en el Auditorio Paris Pishmish del IA.
Cuestión difícil
La universitaria aclaró que determinar las características de los brazos espirales es mucho más difícil que las de la barra, porque ésta es más intensa, emite más luz debido a que la mayor parte del material se concentra hacia el centro galáctico. “Afortunadamente para nuestra visión, donde se ubica nuestro sistema solar ya no hay nada; estamos en relativa soledad porque hay pocas estrellas”.
La dinámica galáctica comienza en las estrellas cercanas, muchos sistemas binarios entre éstas (donde sí podemos ver movimiento gracias a su cercanía) y continúa en los cúmulos de estrellas, como los cerca de cien mil que hay en la Vía Láctea, donde ellas nacen (el Sol, por ejemplo, tuvo muchas estrellas hermanas, pero se disoció con el tiempo); y en los cúmulos globulares, supergigantes, que dan vuelta alrededor del centro de la galaxia, y de los cuales hay unos 200.
Una de las herramientas más importantes de la astronomía usada para comprender mejor la Vía Láctea son los modelos de N-cuerpos, “que han resuelto muchos problemas en dinámica”. Puede observarse, por ejemplo, cómo se forman las barras y los brazos, “y lo único que necesitamos son estrellas (partículas que se sienten una a la otra) y rotación diferencial, es decir, a diferentes velocidades y distancias, como ocurre en una galaxia”.
Otros son los modelos estacionarios, donde se supone que esos objetos celestes no varían con el tiempo, lo cual es válido hasta cierto punto, porque las galaxias tardan mucho en cambiar. En el Instituto de Astronomía “desarrollamos uno con mucho detalle, basado en la masa, y que nos ha dado reconocimiento internacional”.
Lo que se sabe de nuestra galaxia es que los brazos espirales son como los de los huracanes, llamados logarítmicos, donde el ángulo y la distancia crecen logarítmicamente, y el ángulo entre el brazo y un círculo local a cualquier radio es siempre el mismo.
En la Vía Láctea, la mayor parte del material rota en la misma dirección y de 25 a 30 por ciento de la masa total del disco está en la (o las) barra(s); son muy masivas y están muy concentradas.
Además, se ha calculado que la barra en nuestra galaxia se mueve entre dos y tres veces más rápido que los brazos espirales, aclaró Bárbara Pichardo.
Por último, mencionó que la humanidad debe entender la relevancia de hacer ciencia en todas sus áreas, porque “eso es lo que nos salvará. Sin ella no llegaremos lejos. Hoy tenemos en nuestras manos objetos increíbles que existen gracias a lo sublime del cerebro humano, y aún no hemos hecho casi nada. Pero un día la ciencia nos salvará, comenzando, por ejemplo, con que los niños de hoy tendrán una esperanza de vida por arriba de cien años”.
(Con información de Gaceta UNAM)