La basura espacial podría ser un problema sin control

Según la Agencia Espacial Europea, hay 9 mil toneladas de desechos orbitando alrededor de nuestro planeta

La exploración espacial y la basura generada en el espacio han estado ligadas desde el primer momento, incluso el avance de ambas podría cambiar la vida como la conocemos, especialmente la segunda, la cual en los últimos años ha comenzado a salirse de control.

La basura espacial es todo objeto artificial que orbita en el espacio y no tiene ningún tipo de utilidad, como los satélites obsoletos y partes de cohetes, combustibles líquidos —que por las bajas temperaturas se han mantenido congelados por años y continúan flotando en la atmósfera—, incluso partículas de materiales pesados que no son observables. De acuerdo con un reporte de la Agencia Espacial Europea, hay aproximadamente nueve mil toneladas de desechos orbitando alrededor de nuestro planeta, que equivale al peso de 720 autobuses escolares , según estimaciones de la cadena estadunidense CNN. Rusia y Estados Unidos son los dos países más contaminantes.

“Aunque es difícil definirlo porque cambia constantemente, hay en este momento entre tres mil 400 y tres mil 500 satélites en órbita y funcionando, junto a muchos satélites muertos que acabaron con su vida útil y demoran mucho tiempo en salir de órbita. En el pasado no se tomaban medidas al respecto porque no se veía como un problema, pero pueden estar ahí decenas, centenas o millones de años, dependiendo a qué distancia estén de la Tierra”, explica Gustavo Medina Tanco, responsable del Laboratorio de Instrumentación Espacial (LINX) del Instituto de Ciencias Nucleares (ICN) de la UNAM.

“Ésos los podríamos considerar como basura espacial, pero es una pequeña parte de lo que se considera como tal. En realidad, cuando uno coloca un satélite en órbita hay una serie de cosas que se necesitan, como un cohete para lanzarlo; ahí se empiezan a juntar piezas y todo eso se queda en el espacio si no se tomaron medidas para eliminarlo rápidamente. No sólo es el objeto que permanece en órbita, sino todo lo que se usó para conseguirlo”, añadió.

Restos numerados

Según la Agencia Espacial Europea, desde el inicio de la carrera espacial en 1957 se han lanzado al espacio seis mil 170 cohetes espaciales, sin contar los que fallaron o explotaron antes de salir de la Tierra. Cerca de 12 mil 460 satélites se han puesto en órbita, de los cuales siete mil 840 siguen en el espacio, y cinco mil de ellos aún funcionan.

Más de 30 mil desechos espaciales están catalogados y monitoreados por las Redes de Vigilancia Espacial. Se estima que más de 630 rupturas, colisiones, explosiones o eventos anómalos han resultado en fragmentación.

Además, existen más de dos mil 700 satélites activos alrededor de la Tierra que comparten órbita con 330 millones de fragmentos con tamaño entre un milímetro y un centímetro; un millón entre uno y 10 centímetros; 36 mil 500 fragmentos de 10 centímetros o más; mil 950 etapas de cohete desechadas, y dos mil 840 satélites que dejaron de operar. Estos objetos continúan en órbita y viajan a velocidades de ocho kilómetros por segundo (a esa velocidad llegarías de Ciudad de México a Acapulco en menos de un minuto) y podrían chocar con otros satélites que sí están en funcionamiento, averiándolos y generando más basura por los escombros del impacto. En el peor de los casos podrían estrellarse con naves tripuladas y herir gravemente a los astronautas.

El Internet, telecomunicaciones, GPS, servicios de seguridad militar, investigaciones científicas o medioambientales, industria alimentaria y muchos otros servicios dependen diariamente de satélites para su correcto funcionamiento, y el aumento de basura espacial en los últimos años incrementa las probabilidades de que éstos sufran desperfectos.

“En este momento la probabilidad de que suceda un accidente entre un satélite y estos desechos es muy, muy baja. Muchísimo menor al uno por ciento; pero si no se hace nada en los próximos 20 años se incrementará al cinco por ciento de probabilidades: es un montón. Y hasta fines de este siglo las probabilidades de un accidente irán del 15 al 20 por ciento. Económicamente va a ser imposible hacer cualquier actividad”, afirma Medina Tanco.

Las pérdidas económicas también se verían reflejadas al reparar los satélites o crear nuevos, incrementando los costos de inversión y mantenimiento a largo plazo. Además, si la basura continúa acumulándose en la órbita, los cohetes no podrán salir de la atmósfera provocando una desaceleración en la exploración espacial.

“Legalmente es muy complicado porque no tenemos un organismo internacional que realmente tenga poder de implementación. Existen tratados entre países pero se pueden firmar o no, no hay muchas maneras de obligar para que se cumplan. Es un problema común de la política internacional”, añade.

Actualmente diversas organizaciones espaciales buscan dar solución a este problema

Actores privados

El problema toma mucha más seriedad con las nuevas exploraciones de empresas como Starlink, la compañía de Elon Musk, que ha puesto cerca de mil 800 satélites en órbita en los últimos dos años y planea enviar 12 mil más en el futuro próximo.

“El número de fragmentos peligrosos ha ido aumentando constantemente porque se siguen lanzando satélites. El problema se está volviendo muchísimo más grave por la entrada de satélites más pequeños, como los de constelación de Starlink, que aunque estén activos pueden chocar con otros”, señala Medina Tanco.

En la actualidad diversas organizaciones espaciales están dialogando para encontrar una solución a este problema. Las propuestas más populares están relacionadas con brazos mecánicos que detengan la basura o redes que la atrapen para después ser lanzada a la Tierra y se incinere en el trayecto. Sin embargo, la mejor alternativa es evitar generar más basura en futuras misiones espaciales.

La Agencia Espacial Europea lanzará en 2025, en alianza con la empresa ClearSpace SA, la nave ClearSpace1 que contará con equipo especializado para recoger restos dejados por misiones anteriores en órbita. La misión tendrá un costo de 86 millones de dólares. Por su parte, la NASA inició un programa en marzo del año pasado –ELSA (End-of-Life Services by Astroscale demonstration)– con la intención de probar la eficacia de diversas tecnologías para recoger los desechos espaciales.

“Otras medidas activas son parte del diseño de la misión en el sentido de no pensar en ésta como se ha hecho tradicionalmente: desde que yo la construyo hasta el objetivo científico-comercial que yo quiero realizar y ahí se acabó mi interés, sino que la veo de principio a fin, como quien tiene que reciclar las botellas de plástico: tengo que reciclar el satélite una vez que cumplió su vida”, ejemplifica el especialista del ICN.

También está la responsabilidad de cada actor (agencias espaciales públicas y privadas, organismos internacionales, gobiernos), e incluso la presión social ya que la atmósfera no conoce fronteras y la basura espacial tampoco, es un problema mundial que debe ser pensado y resuelto como tal, añadió el investigador.

El espacio es, en palabras de Medina Tanco, un recurso natural, un recurso que a pesar de ser enorme en tamaño es limitado, y si se usa sin medida puede agotarse. https://www.esa.int/Safety_Security/Space_Debris/Space_debris_by_the_numbers

(Con información de Gaceta UNAM)

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