Hongos patógenos ponen en peligro a los bosques tropicales
Una de las principales amenazas para los bosques tropicales son los hongos patógenos y las enfermedades que ocasionan a su vegetación. Esto preocupa porque la presencia del hombre, empeñado en talar sus árboles, instalar ahí sembradíos o crear pastizales para el ganado, ha hecho que estos hábitats sean cada vez más vulnerables, explicó Julieta Benítez Malvido, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES).
Originalmente los hongos, junto con nemátodos, virus, bacterias y plantas parásitas, han ayudado a mantener un equilibrio con su entorno; sin embargo, la intromisión antrópica ha originado que esta ecuación se salga de balance y también ha encendido focos rojos entre algunos grupos científicos.
“Lo observado tanto en Chajul, Chiapas, y en Los Tuxtlas, Veracruz, así como en el Amazonas central (Brasil) –donde hemos efectuado nuestros trabajos– es que en todas las selvas con perturbación humana el número de vegetales con infección fúngica es mucho mayor que en las conservadas; esta alteración responde al llamado ‘efecto de borde’, consecuencia de la segmentación de estas áreas.”
Sobre a qué se refiere con este concepto, la universitaria detalló que cuando uno fragmenta la selva ocurren cambios importantes en la estructura de la vegetación y en el ambiente físico. Por ejemplo, abrir claros en estas zonas genera una mayor incidencia de luz en un ambiente que, en un principio, solía ser cerrado y oscuro; además, ello deriva en menor humedad y eleva la temperatura, escenarios que benefician a ciertas especies de hongos patógenos.
“Y todo ello se debe a que en un principio teníamos un bosque tropical continuo en el que el hombre abrió un camino para transportar los árboles talados o deforestó múltiples hectáreas para hacerle espacio a plantaciones o pastizales para el ganado, lo que deja a una parte de este ecosistema en contacto con una matriz de vegetación diferente y con condiciones microambientales que difieren en mucho del estado anterior, lo cual produce efectos negativos para las especies del interior de la selva.”
Al respecto, Benítez Malvido recalcó que los efectos nocivos dependen del tamaño del fragmento, pues mientras éste sea menor el efecto de borde se incrementará en proporción contraria.
“Esos cambios de origen antropogénico someten a las plantas a mayor estrés fisiológico al dejarlas expuestas a condiciones que les son ajenas. Asimismo, los insectos también son afectados, pues algunas especies se favorecen por estas modificaciones ambientales. Ello hace que sus poblaciones aumenten y, como muchos de estos animales son herbívoros, no sólo consumen más flora, sino que además se vuelven vectores de enfermedad.”
Hay dos maneras en que los insectos pueden infectar: sea porque van comiendo de planta en planta y transportan esporas de hongo en sus patas o mandíbulas o porque al morder las hojas generan una vulnerabilidad que facilita la entrada de patógenos.
Plántula en el sotobosque de la región de Manaus, Brasil, con daño por patógenos foliares. Foto: cortesía de Julieta Benítez.
¿Qué se puede hacer?
Las enfermedades más comunes en los bosques tropicales son las de las hojas de las plantas y se manifiestan por medio de síntomas como necrosis del tejido, es decir, aparecen manchas en las frondas de diferentes tamaños, formas y colores. También puede darse una clorosis o pérdida de la pigmentación de la hoja o deformidades en las mismas (ahogamiento o descomposición).
Julieta Benítez lleva 15 años en estas investigaciones, y durante este lapso ha atestiguado el aumento exponencial de la deforestación, “pero también que empiezan a adoptarse medidas paliativas y que ya sabemos qué hacer”.
Respecto a ese punto, la académica se dice optimista, pues sostiene que, de tomar las acciones precisas desde ahora, es factible revertir este fenómeno. Para ello, se necesita voluntad política y conciencia social. “Lo relevante aquí es no atenernos al futuro, sino hacer las cosas desde ya.
“Hay que plantar, hacer restauración activa y pasiva, y no deforestar una hectárea de selva más sino, por el contrario, aumentar la cobertura. Además, debemos encontrar otras maneras de aprovechamiento y entender que las selvas son capaces de proveer otros recursos, tanto no maderables como medicinales.”
(Con información de Gaceta UNAM)