Evita la culpa, no llegues tarde
Lo confieso: no soy una de esas personas que siempre llegan tarde.
Pero, ciertamente, he superado, vergonzosamente varias veces, la hora de llegada a varias citas.
Todos tenemos ese amigo a quien tienes que decirle que llegue 30 minutos antes de la hora acordada. Y hay pocos hábitos que molesten tanto.
Pero lo más probable es que ese amigo o colega tardón no sea, simplemente, un egoísta.
No, quienes llegan tarde tampoco son maleducados y perezosos.
Las percepciones sobre la gente impuntual suelen ser negativas e incluso equivocadas.
«Es fácil percibirlas como personas desorganizadas, caóticas, maleducadas y con falta de consideración hacia los demás», dice Harriet Mellotte, una terapeuta cognitivo-conductual que está formándose como psicóloga clínica en Londres, Reino Unido.
Muchas personas tardonas son, en cierta medida, organizadas y no desean enfadar a sus amigos, familiares o jefes.
«Aunque hay a quien les gusta hacer esperar a la gente, si eres el típico impuntual, no te gusta llegar tarde», escribe Diana DeLonzor en su libro Never Be Late Again: 7 Cures for the Punctually Challenged («Nunca más llegues tarde: 7 curas para los impuntuales»).
«Y sin embargo, el reloj sigue siendo tu némesis».
Excusas, excusas
Algunas excusas, especialmente cuando uno llega muy tarde, son generalmente aceptadas. Otras no son tan fáciles de creer.
Por ejemplo, las personas tardonas que explican su comportamiento como un síntoma de que se preocupan más por asuntos importantes que por la gestión del tiempo, como una peculiaridad entrañable, como un ejemplo de que pueden hacer bien las cosas bajo presión o de que su reloj biológico se parece más al de un búho nocturno que al de una alondra mañanera.
Joanna, quien es profesora en Londres y no quiso que usara su apellido en este artículo, dice que su reputación por ser impuntual puede atribuirse a veces a malentendidos.
«Quedo unos amigos y me dicen: ‘Ven a cualquier hora a partir de las 7’. Pero si aparezco a las 8 o más tarde, se enojan», explica.
Tal vez no sea tu culpa llegar siempre tarde. Podría deberse a tu forma de ser.
Los tardones suelen tener en común ciertas características de personalidad como el optimismo, los bajos niveles de autocontrol, la ansiedad o una inclinación a buscar emociones fuertes, dicen los expertos.
Las diferencias en la personalidad también podrían dictar cómo experimentamos el paso del tiempo.
En 2001, Jeff Conte, profesor de psicología en la Universidad Estatal de San Diego, California, dirigió un estudio en el que separó a los participantes en tipo A (ambicioso, competitivo) y tipo B (creativo, reflexivo).
Les pidió que calcularan, sin relojes, cuánto tiempo había pasado durante un minuto.
Los participantes de tipo A percibieron que un minuto había pasado a los 58 segundos. Los de tipo B, a los 77 segundos.
Tú eres tu peor enemigo
La gente tardona a menudo tiene «una extraña compulsión a provocar su propio fracaso», escribió el autoproclamado impuntual y orador de TED Tim Urban en 2015.
Urban les dio a esas pobres almas un nombre: CLIPs, Chronically Late Insane People (personas insensatas crónicamente impuntuales).
Por supuesto, hay otros motivos para la impuntualidad, pero muchos son autoinfligidos.
Para empezar, está la anticipación de llegar tarde o incluso poner demasiada atención a los detalles.
Para Joanna, el ejemplo más angustioso es escribir informes escolares.
«Nunca cumplo con la fecha de entrega y da la impresión que no me importa», explica.
«Pienso en ello durante semanas y pongo mucho esfuerzo en evaluar bien a cada niño. Pero el hecho de que voy tarde lo echa a perder».
Para algunos, la impuntualidad es una «consecuencia de una salud mental o condiciones neurológicas preocupantes», dice says Mellotte.
«La gente con diagnóstico de ansiedad suele evitar ciertas situaciones», añade.
«Quienes tienen una baja autoestima suele ser muy críticos sobre sus capacidades, lo cual podría causarles que pasen más tiempo comprobando su trabajo».
Arregla tu cabeza, ¿llega a tiempo?
Linda Sapadin, psicóloga privada en Nueva York y autora de How to Beat Procrastination in the Digital Age («Cómo vencer la procrastinación en la era digital»), dice que la impuntualidad crónica viene de un «problema de pensamiento obsesivo».
En resumen, dice ella, quienes hacen todo en el último momento se obsesionan con un miedo asociado a las fechas límite y por eso llegan tarde.
En lugar de intentar averiguar cómo superarlo, el miedo se convierte en la excusa y la frase se llena de «peros». Por ejemplo: «Quería llegar a tiempo pero no sabía qué ponerme».
«Lo que sea que venga detrás del ‘pero’ es lo que cuenta», dice Sapadin.
La especialista le aconseja a la gente que cambie los «peros» por «íes». «Pero» denota oposición y bloqueo; «y», conexión y resolución», explica.
DeLonzor comenzó su camino a la puntualidad identificando y las cosas que le hacían llegar tarde.
Se dio cuenta de que la sensación de estar apresurada le provocaba ansiedad y cambiar eso era la única forma de mejorar.
«Cuando trabajé en el objetivo de ser puntual, comencé a entender la importancia de ser una persona en quien la gente confíe», dice DeLonzor.
«Desarrollar esa parte de mí pronto se convirtió en una prioridad».
Pero hay amigos y seres queridos que, simplemente, no pueden aguantarlo más.
Y para quienes esperan, aún queda esperanza: dictar lo que están dispuestos a soportar.
«En lugar de enojarte, establece límites», dice Sapari.
«Por ejemplo, dile a tu amigo tardón que irás a ver la película sin él si llega más de 10 minutos tarde».
En mi caso, el punto decisivo fue cuando una buena amiga puso sus límites.
Yo llegaba una hora tarde a nuestra carrera en el parque. «Hasta aquí», dijo ella. No iba a hacer más planes conmigo.
Y así fue como me hizo el mejor favor.
La próxima vez que tenga a alguien esperando, analizaré mis pensamientos e intentaré cambiarlos. Aunque sea sólo un poco. (Con información de BBC)