Crece devoción por la Virgen de Guadalupe en el mundo

En 2018 se recibieron más de diez millones de peregrinos de todo el mundo en la Basílica de Guadalupe

“Hoy, el culto a la Virgen de Guadalupe está a todo lo que da. Es la devoción cristiana que se está propagando más rápidamente dentro del catolicismo”, dice Gisela von Wobeser, del Instituto de Investigaciones Históricas, de la UNAM.

En efecto, cada año millones de devotos llegan a venerar a la imagen guadalupana a la Ciudad de México. Se calcula que en 2018 se recibieron más de diez millones de peregrinos de muchas partes del país. Unos llegaron en convoyes de varios autobuses, otros en bicicletas y una buena parte caminando, en ocasiones hasta 500 kilómetros.

El origen del culto a la Virgen de Guadalupe fue un santuario prehispánico dedicado a la diosa Tonantzin, que se ubicaba en el cerro del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, dice la investigadora.

Cuatro años después de terminada la guerra de conquista, en 1525, los frailes franciscanos convirtieron el santuario a Tonantzin en una ermita dedicada a la Virgen María, y con el fin de que los indígenas la adoraran, colocaron en ella una pintura de la Virgen como Inmaculada Concepción, a la que pronto se le atribuyeron poderes milagrosos.

Juan Diego y las apariciones

Según la tradición, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 la Virgen se apareció en el cerro del Tepeyac a Juan Diego, un indígena vecino de Cuautitlán.

Fueron cuatro las apariciones de la virgen. En las dos primeras, le pidió a Juan Diego que informara al obispo de México, Juan de Zumárraga, que quería que le construyera una iglesia en el lugar de las apariciones para que ella se convirtiera en patrona de los novohispanos y su intermediaria ante Dios.

Zumárraga no creyó en la historia, así que le pidió una prueba de que lo que decía era verdad. La Virgen mandó a Juan Diego a que en la parte alta del cerro del Tepeyac cortara rosas de Castilla para que se las llevara al obispo.

Juan Diego recogió las flores en su tilma, una manta de algodón que llevaba anudada a los hombros; al extenderla frente a Zumárraga, las flores cayeron al suelo y la imagen de la Virgen quedó estampada en la tela.

En la quinta aparición, esta vez a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, la Virgen realizó su primer milagro: curó a Bernardino de la peste. Convencido ante los milagros, Zumárraga mandó construir la iglesia en la que depositó la tilma con la imagen, atribuida a los ángeles o incluso a Dios mismo.

“No se sabe en qué año se erigió la ermita del Tepeyac, pero debió ser en la primera década después de la conquista. Estaba dedicada a la Virgen María, madre de Dios, y no a la Virgen de Guadalupe”, dice la investigadora. “En la capilla había una imagen, de la cual no estamos seguros de qué imagen se trataba, pero creo que es la que ahora veneramos como Virgen de Guadalupe”.

Los primeros documentos precisos que se tienen sobre el culto guadalupano son de 1556. En septiembre de ese año hubo una controversia entre el arzobispo de la ciudad de México, Alonso de Montúfar, y Francisco de Bustamante, prior de los franciscanos, quien reclamó al arzobispo por alentar el culto a la imagen de la Virgen entre los indios diciendo que hacía milagros cuando no había ninguna prueba.

“Aunque fueron los franciscanos quienes construyeron la ermita en el cerro del Tepeyac, Bustamante estaba temeroso de que se estuviera fomentando un culto idolátrico a la Virgen de Guadalupe, una herejía que les preocupaba mucho”.

Días antes del festejo a la virgen, que entonces no era el 12 de diciembre, sino el 8 de septiembre, día en que el catolicismo celebra el natalicio de la Virgen María, Montúfar ofició una misa en el Tepeyac durante la cual afirmó que la virgen hacía milagros.

El 8 de septiembre en un sermón que dio en la capilla de San José de los Naturales del convento de San Francisco durante la fiesta de la Natividad de Nuestra Señora, Bustamante censuró las afirmaciones de Montufar de que la imagen pintada por manos humanas fuera milagrosa.

Alonso de Montúfar interpuso una demanda contra Bustamante por las ideas expresadas acerca de la devoción y culto de Nuestra Señora de Guadalupe. Según documentos relacionados con la controversia, el franciscano afirmaba que cómo se podría presuponer que esta imagen hace milagros si apenas ayer la había pintado el indio Marcos Cipac. “En ese momento nadie reclamó porque se consideraba como algo normal que la imagen hubiera sido hecha por manos humanas”, dice Gisela von Wobeser.

Los interrogatorios de Montúfar a los testigos del sermón se publicaron más de tres siglos después, en 1888, con el título de “Informaciones de 1556”. En este documento, ni Bustamante ni Montúfar ni sus informantes mencionan las apariciones de la Virgen ni a Juan Diego.

El modelo para la Guadalupana

El modelo utilizado para pintar la Virgen de Guadalupe fue una imagen flamenca del siglo XV. La Virgen en la gloria, fechada hacia 1420, es muy similar a la Guadalupana en el trazo, el rostro, la proporción de sus miembros, la postura corporal y la vestimenta. “Las diferencias entre las dos imágenes quizá se deban a los objetivos de los franciscanos”, dice la investigadora.

Dentro del Convento de San Francisco, que estaba en el centro de la Ciudad de México, en lo que hoy es Madero, los franciscanos crearon un colegio de artes y oficios en el que enseñaron a hacer tallas en madera, esculturas y pintura.

“Es muy probable que el autor de la imagen haya sido Marcos Cipac Aquino, aunque no sabemos con certeza cuándo se mandó hacer; lo que sí sabemos es que al llegar los franciscanos, para evangelizar necesitaban imágenes”, dice la investigadora.

Obviamente, los indígenas no tenían la menor idea de cómo representar a un Jesucristo o a un ángel, por lo cual les mostraron algunas estampas como modelos para copiarlas, lo cual era muy común en la época, dice la investigadora.

Marcos Cipac copió la imagen pero le hizo algunos arreglos, probablemente por iniciativa propia pero también quizá por los que se la encargaron, que debieron ser frailes franciscanos.

“La mayoría de las vírgenes europeas tiene el cabello rubio, rizado y muchas veces flotando al viento, lo cual quizá no era conveniente para los indígenas, por lo tanto, a nuestra Virgen de Guadalupe le hicieron un peinado ad hoc a las indígenas casadas nobles: de raya en medio con el cabello pegado a las sienes”.

Además, le pusieron un manto que le cubre toda la cabeza, salvo la parte de las sienes, que quedó bajo el manto. Una modificación importante es que le quitaron al niño de los brazos y la pusieron en una posición orante, como de mayor recogimiento”.

“Si uno compara las vírgenes que se pintaron en el ámbito franciscano en esa época todas están sin el niño. Mi opinión es que desde que llegaron a la Nueva España, los franciscanos trataron de fomentar la imagen de la virgen como la Inmaculada Concepción”, dice Von Wobeser.

El origen del nombre

Cuando el arzobispo Montúfar llegó a mediados del siglo XVI se dio cuenta que el culto a Guadalupe tenía muchísimas posibilidades con una imagen considerada como milagrosa. Observó que la ermita de la virgen tenía muchos adeptos, tanto españoles como indígenas, y sacó provecho de este culto. “De manera inteligente, no sé si de manera ética, pero sí inteligentemente, bautizó a la imagen como Virgen de Guadalupe”.

La devoción mariana más importante de España era la Virgen de Guadalupe de Las Villuercas, en Extremadura. “Creo que al bautizar a la virgen del cerro del Tepeyac como Virgen de Guadalupe, muchos se fueron con la finta de que era la misma virgen de Extremadura”, dice la investigadora.

Aunque son completamente diferentes, agrega, en una época en la que no había un acceso fácil a las imágenes muchos no la conocían y creyeron que era la misma. “De esta manera, la devoción de la Virgen de Guadalupe española se trasplantó a la Nueva España”.

Copyright del nombre Virgen de Guadalupe

En 1574, llegó a Nueva España fray Diego de Santa María, uno de los monjes jerónimos custodios del santuario extremeño. Traía la encomienda de canalizar una parte de las limosnas a la Virgen mexicana hacia la casa matriz, pero regresó a España con las manos vacías porque se dio cuenta que los dos santuarios guadalupanos eran diferentes.

Santa María escribió al rey dos cartas en las que le pide que le asignen a los jerónimos la ermita, pero que si no se las asignan, entonces que le quiten el nombre de Virgen de Guadalupe. Pero no ocurre ninguna de estas cosas.

“Poco a poco la virgen mexicana le comió el mandado a la española porque hoy en España hay más devoción a la Virgen del Tepeyac que a la española, salvo en la región de Las Villuercas”.

Es muy importante, agrega, que tengamos claro que aunque hoy el culto a la Virgen de Guadalupe es muy generalizado, en el virreinato no fue así porque “todavía hay controversias acerca de si es correcto o no ese culto.

En 1570, Bernardino de Sahagún califica al culto a la Virgen como invención diabólica porque sus antecesores fomentaron un culto idolátrico, y seguramente les daba miedo que Dios les fuera a pedir cuentas”.

El Nican mopohua

En todo el siglo XVI no hay documentos ni civiles ni eclesiásticos de las apariciones marianas ni de Juan Diego. Hay algunos indicios de que la leyenda de Juan Diego surgió entre los indígenas durante la segunda mitad del siglo XVII gracias a que las versiones escritas más antiguas que se conocen, como el Inin huei tlamahuizoltzin y el Nican mopohua, están en náhuatl.

El más importante de estos escritos es el Nican mopohua, un texto considerado por los especialistas de gran belleza literaria y la principal fuente de la tradición aparicionista guadalupana. Aunque ha sido considerado como anónimo, se atribuye al indígena Antonio Valeriano, uno de los eruditos más reconocidos de su época.

Durante las primeras décadas, la leyenda se trasmitió sólo oralmente y por medio de algunas copias manuscritas de estos documentos, pero en 1648 apareció la primera versión escrita y en castellano con el título de “Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe”, del teólogo Miguel Sánchez.

“Con esta publicación se consolidó la trama narrativa de la leyenda, a la vez que adquirió un sustento teológico y se adaptó al público español culto”, dice Von Wobeser.

Según Sánchez, en el prólogo del libro, no encontró documentos en los archivos eclesiásticos para fundamentar la historia, por lo que tuvo que buscar entre los escritos indígenas, entre los que encontró y utilizó el Nican Mopohua, dadas las coincidencias narrativas de los dos textos.

La Virgen de Guadalupe fuera de México

 “Aunque culto a la Virgen de Guadalupe ha llegado a muchos países, incluso de Europa y hasta de Asia, en México el guadalupanismo es una manera de identificarnos, es un símbolo muy importante”, dice Gisela von Wobeser. “Creo que es un elemento de cohesión porque no tiene esta parte política, como los partidos, por lo cual todo mundo puede identificarse con la virgen sin mayor problema”.

(Con información de Gaceta UNAM)

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