Cientos de miles de “posibles bebés”, en la congeladora
McKenzie Johnson tenía 23 años y un profundo deseo de ser madre, pero, pese a su juventud, ya sabía que era estéril.
Ahora McKenzie y su esposo, Jared, son los orgullosos padres de una niña de 3 años, Bray, concebida gracias a un proceso de fertilización in vitro (FIV).
McKenzie cuenta sin rodeos que la pareja decidió eliminar los embriones no utilizados.
«No nos detuvimos a pensarlo para no alargar el proceso», dice la joven en un mensaje de correo.
Pero no todas las personas en una situación similar tienen tanta facilidad para tomar una decisión.
Un ejemplo es el caso de Scott Gatz.
«Se me revuelve el estómago»
Gatz y su marido decidieron ser padres hace varios años. Encontraron una donante de óvulos y una mujer dispuesta a gestar.
El primer tratamiento de FIV produjo siete embriones sanos. Uno de ellos fue colocado en el útero de la mujer y así nació Matthew que ahora tiene 6 años.
La pareja californiana siente que la familia está completa pero no sabe qué hacer con los otros seis embriones, a los que llama «posibles bebés».
«Cada vez que leemos la opción ‘destruir’ en el formulario, se me revuelve el estómago. Es como si nuestros hijos futuros aparecieran una vez al año para confrontarnos», afirma Gatz.
Distintas opciones
Al hablar de formulario, Gatz se refiere a la carta que recibe cada año desde la clínica de fertilidad en la que hicieron el tratamiento.
En ella se les pregunta qué quieren hacer con los embriones restantes:
- Destruirlos.
- Donarlos para investigación médica.
- Donarlos a otra persona.
- Continuar pagando US$800 al año para mantenerlos congelados.
Estos hombres no están solos en su dilema: se calcula que en Estados Unidos se almacena un millón de embriones congelados.
Esta cifra incluye embriones reservados para la investigación, así como los reservados para futuros tratamientos de FIV.
¿Avances demasiado rápidos?
La disyuntiva sobre qué hacer con los embriones trasciende las creencias religiosas y afecta a la mayoría de las parejas o individuos que se someten a la FIV.
El principal problema, coinciden los expertos, es que las personas no están preparadas psicológica o emocionalmente para enfrentarse a la decisión de prescindir de los embriones, donarlos o mantenerlos congelados.
En los años 80, cuando las clínicas comenzaron a congelar embriones, no había estudios suficientes sobre cuál sería la reacción de los pacientes hacia los embriones congelados una vez que se convirtieran en padres.
Más de 30 años después, aunque el número de bebés por FIV ha subido de forma constante, muchos especialistas en fertilidad siguen sin saber cómo asesorar a sus pacientes.
«Es un proceso complicado», expresa la endocrinóloga Aymee Eyvazzadeh.
«Al principio del tratamiento, los pacientes quieren tener muchos embriones, porque desean tener un bebé. No se dan cuenta de cómo cambiarán sus sentimientos una vez que nazca la criatura», le dice la doctora a BBC Mundo.
Scott Gatz sí contó con mucha información, pero quizá no la que necesitaba.
«Nuestra clínica nos dijo que podíamos congelar nuestros embriones y nos explicó el costo asociado con el almacenamiento anual», recuerda.
«Pero no mencionaron los sentimientos que podían surgir al tener que decidir entre las distintas opciones».
Terapia de grupo
El apoyo de un grupo puede ayudar a las personas a tomar estas difíciles decisiones, al darles una plataforma en la que compartir sus dudas con otras personas que atraviesan un proceso similar.
Tras someterse a tratamientos de FIV exitosos, muchas parejas perciben sus embriones como vida humana».
Francine Lederer, psicóloga clínica
Francine Lederer, psicóloga clínica que tiene una consulta privada en Los Ángeles, lidera una terapia de grupo específicamente dirigida a parejas o individuos que están pensando qué hacer con sus embriones no utilizados.
«Tras someterse a tratamientos de FIV exitosos, muchas parejas perciben sus embriones como vida humana, lo que hace que sea más difícil para ellos encontrar una solución», indica Lederer en conversación con BBC Mundo.
Algunos organizan funerales para los embriones. Pero el problema va más allá de la fe o del concepto del principio de la vida, es una combinación de dilemas morales y de valores.
La presión del entorno
En su consulta, Lederer intenta que las parejas e individuos encuentren la decisión con la que se puedan sentir más cómodos.
«Cada uno camina en sus propios zapatos, eso es lo que digo siempre», sostiene.
«Hay madres solteras, por ejemplo, que vienen al grupo sobrecargadas por la presión de su entorno, de parientes o amigos que dan su opinión y hacen que se sientan juzgadas.
«Yo soy simplemente una facilitadora, les ayudo a decidir lo que tiene más sentido para su caso personal, pero la decisión es suya», añade.
En muchos de estos casos, la necesidad de tener que tomar una decisión genera conflictos en el seno de la pareja o en la familia más amplia.
Sin haber acudido a ninguna de estas terapias grupales, Scott Gatz dice que, por el momento, ellos seguirán pagando la cuota anual para mantener a sus embriones congelados.
(Con información de BBC)