Cientos de glaciares, condenados a desaparecer

Se trata de 460 localizados en 17 sitios que forman parte del Patrimonio de la Humanidad.
De acuerdo con un estudio realizado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), en colaboración con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), 460 glaciares localizados en 17 sitios que forman parte del Patrimonio de la Humanidad desaparecerán hacia 2050 debido al calentamiento global.

Entre ellos destacan los de los parques nacionales de Yellowstone y de Yosemite, en Estados Unidos; los de los parques nacionales Los Alerces, en Argentina, y Huascarán, en Perú; así como los de los Pirineos-Monte Perdido, entre España y Francia; los de los Dolomitas, en Italia; y los de los montes Kilimanjaro y Kenia, en África.

Una de las principales consecuencias de la desaparición de los glaciares es la pérdida de disponibilidad de agua dulce tanto para consumo humano como para las labores agrícolas de cada región (todos los que hay en el planeta acumulan más de 75 por ciento de esta agua).

“Por ejemplo, el glaciar Chacaltaya, que está a 60 kilómetros de La Paz, Bolivia, y que abastece de agua dulce a esta ciudad, prácticamente ya se extinguió. A final de cuentas se obtendrá agua de uno u otro modo, pero conforme el tiempo pase, la situación será cada vez más complicada”, dice Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.

En el caso de Perú, otro país sudamericano, el derretimiento de algunos de sus glaciares hizo que creciera mucho el nivel de varias lagunas que se encuentran debajo de ellos.

Ante la posibilidad de que los embalses de esas lagunas se rompieran y diferentes zonas habitadas quedaran inundadas, las autoridades peruanas decidieron desaguarlas hacia los ríos cercanos, lo cual dio como resultado que la forma de fluir de éstos sufriera una alteración.

“El día en que esos glaciares desaparezcan por completo, ya no habrá agua para alimentar las lagunas y, por consiguiente, los habitantes de dichas zonas no podrán satisfacer sus necesidades más elementales ni tampoco regar sus cultivos”, añade el investigador.

Según la UNESCO, los glaciares de todo el mundo pierden 58 mil millones de toneladas de hielo al año y son responsables de casi cinco por ciento del aumento del nivel de los mares registrado hasta la fecha.

En México

En cuanto a los glaciares de México, se formaron en zonas ubicadas a más de cinco mil metros de altura sobre el nivel del mar. Sin embargo, desde la última glaciación, la cual ocurrió hace unos nueve mil años, han venido desapareciendo. Hoy en día, los únicos que quedan son los del Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba.

A mediados del siglo XX, los glaciares de estos tres volcanes ya daban muestras de estar retrocediendo, pero en la primera década de la presente centuria comenzaron a derretirse de manera acelerada.

“En el caso del glaciar del Popocatépetl, esto se ha debido a la conjunción del cambio climático antropogénico y el calor generado por las erupciones del mismo volcán. Y en el caso de los glaciares del Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba, la física indica que ya no deberían existir; no obstante, siguen ahí porque la morfología de esas montañas los protege, es decir, están en lugares donde hay cierta sombra y un descenso de la temperatura por la acción del viento que les permite subsistir, aunque prácticamente ya no tengan ninguna ‘alimentación’. Los glaciares ‘se alimentan’ de la precipitación sólida, pero si ésta no perdura a lo largo de un año, la masa glacial no puede mantenerse o crecer. Así pues, la nieve continúa cayendo sobre el Iztaccíhuatl y el Pico de Orizaba, pero es nieve estacional que desaparece en unos cuantos días y no termina de convertirse en hielo de glaciar.”

Adaptación

Si queremos frenar los efectos del cambio climático antropogénico en los glaciares y el resto de los ecosistemas, debemos disminuir drásticamente la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) para generar energía.

Y es que la quema de estos combustibles produce gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono, el más peligroso de todos, y el efecto invernadero propicia el calentamiento global.

Respecto a la época preindustrial, la temperatura del planeta ha aumentado 1.1 grados Celsius y seguirá incrementando. Con base en este hecho irrefutable, el objetivo del Acuerdo de París es mantener el incremento del calentamiento global por debajo de los 2°C en lo que resta del presente siglo.

“Es indispensable que los gobiernos de todos los países del orbe impulsen políticas públicas que garanticen a futuro una disminución de la quema de gases de efecto invernadero y, por añadidura, del cambio climático antropogénico; pero también es necesario que todos los ciudadanos que viven en ellos supervisen que se cumplan correctamente y participen en el esfuerzo con acciones concretas. Los jóvenes, sobre todo, deben darse cuenta cabal de que es necesaria una labor muy importante de adaptación a las nuevas condiciones ambientales, pues ésta será fundamental en la vida diaria de las generaciones por venir”, concluye Delgado Granados.

(Con información de Gaceta UNAM)

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