Tapachula, entramado de idioma, pobreza y esperanza
La estación migratoria, a reserva de que se implemente como albergue según se anunció, sigue siendo un lugar de encierro
Tapachula, Chiapas. Por si alguien dudaba que este es un mundo lleno de mundos, los alrededores de la estación migratoria Siglo XXI lo ilustran bien. La carretera que lleva a Nueva Alemania, al norte de Tapachula, sirve de río limítrofe entre dos continentes. Cientos de personas acampan, pululan, juegan dominó, comen, se cortan el pelo, duermen, se bañan en los grifos y en el río cercano, discuten, cuidan los abundantes niños pequeños, ven pasar el tiempo. A primera vista parecen del mismo origen, incluso hablar la misma lengua, una especie de francés. Escuchan reggae y las mujeres visten con bello colorido. Pero pronto uno percibe las diferencias. En la orilla oriente se trata de haitianos exclusivamente, mientras al otro lado de la ruta que conduce a las alturas de la sierra y el Socunusco están los africanos: congoleños, ghaneses y angoleños. En el costado sur de Siglo XII acampan familias de Camerún.
Pero no es lo único que sucede en este punto álgido del mundo. La estación migratoria, a reserva de que se implemente como albergue según se anunció, sigue siendo un lugar de encierro. Un elemento de la Policía Federal describe las dificultades para vigilar en el interior cuando se sublevan los detenidos. Ahora estamos de pleito con los de migración, nos sacaron, ya no podemos estar allí. Nos responsabilizan de la fuga organizada por cubanos días atrás, pero nosotros decimos que fueron ellos, los de Migración. Alguien tuvo que abrir el candado. Cuenta cómo se amotinaron y tiraron las vallas para salir del encierro. Por cierto, esta mañana se los llevaron al aeropuerto, derechito a Cuba, dice en referencia a los que se logró capturar o se entregaron. Pues los latinoamericanos también hacen cola para entregarse.
Entre la aglomeración de vehículos destaca un autobús blanco donde hacen guardia los antimotines de la CROP, la corporación para el restablecimiento del orden público. Y a ciertas horas, lujosos autobuses ETN ingresan a la estación para recoger a los deportados de Centroamérica y devolverlos a sus países. En el interior de Siglo XXI, como en toda la región, predominan los indocumentados de Honduras capturados en Chiapas y Oaxaca. Esta mañana, una fila de centroamericanos, con la notable presencia de un bullanguero grupo de jóvenes transexuales, se registraba ante las autoridades en espera de recibir permisos.
Un mundo de gente desesperada obligada a esperar. Los de Haití, en gran número, son reticentes con la prensa. El platicador policía federal admitió: A los haitianos nadie les hacen caso. Hay niveles, aún entre los condenados de la Tierra, por eso algunos se hacen pasar por africanos. A los de Haití nadie los persigue, pero su porvenir es el más incierto. Ni siquiera su deportación está garantizada.
La gente de Congo es más comunicativa y relajada. Diddy y Vincent vienen de Kinshasa y juguetean con los dos pequeñitos del segundo. Llevan aquí 21 días esperando el permiso. Aunque impacientes, eso no es nada. Su travesía ha durado meses. Diddy habla de la guerra sin fin, la pobreza, el gobierno represor en Congo: Primero volamos a Angola, y esperamos. De ahí a Ecuador. Viajamos a la costa de Colombia y tomamos una lancha a la selva del Darién. Con niños y algunas embarazadas, cruzaron en 11 días una de las regiones más inhóspitas del planeta. Dormíamos en el bosque, bebíamos de las plantas. No había agua y apenas frutas.
Diddy y su gente atravesaron pronto Honduras y Guatemala, y finalmente cruzaron el río Suchiate. Vincent es directo: Queremos ir hasta Estados Unidos. Su hijita de tres años se revuelca entre él y un pedazo de cartón con alegría moquienta. Se enferman los niños todo el tiempo, del estómago, dice Vincent y soba el vientre de la pequeña. Y la cabeza, les duele mucho agrega Diddy, y presenta a su robusto hijo de 11 años que llega en ese momento de alguna correría. Una decena de tiendas de campañas alojan a unas 20 familias de Congo y Ghana que esperan papeles para continuar.
David y Kevu vienen de Ghana, su lengua es el inglés y su meta la Ciudad de México. Con encontrar trabajo nos basta. Acampan con los congoleños pero viajan solos. A estos seis atléticos jóvenes la travesía del Darién les tomó sólo siete días. En cambio, la espera de los permisos del gobierno mexicano ya va para un mes.
Como cantaba Jimmy Cliff, de migrante en Many rivers to cross, una pieza especialmente apta: Tantos ríos que atravesar/ Y es mi voluntad lo que me tiene con vida.
(Un texto de Hermann Bellinghausen en La Jornada)