Por aire y tierra, no para la expulsión de migrantes
Un batallón de la Armada, toma el control de la estación migratoria Siglo XXI, luego de diversos hechos que dieron lugar a fugas
Tapachula, Chiapas. Tras el tumulto de antier por la tarde a las puertas de la estación migratoria Siglo XXI, protagonizado por haitianos y africanos, con la meta común de ingresar, pero en fricción, casi enfrentamiento entre ellos, el fin de semana llegó un batallón de la Armada, se instaló una hora bajo los toldos de la Policía Federal y al mediodía ingresó a la sede migratoria marchando sinuosamente entre las tiendas de campaña de las familias haitianas que acampan directamente en la explanada.
Al tiempo también ingresaba un autobús turístico con agentes migratorios, para subir a los centroamericanos que serían deportados. Porque de uno y otro modo, por aire y tierra, no paran las expulsiones de personas extranjeras sin papeles que ingresan al país por la frontera con Guatemala.
Son tantas las historias simultáneas que convergen aquí. En casas y portales en los barrios vecinos a la estación migratoria, decenas de familias haitianas y de origen africano rentan espacios mientras esperan respuesta a sus solicitudes de refugio, o la regularización migratoria. Los hay que llevan 20 días, como Lulú, y los que llevan meses.
En un curioso portuñol con acento creole, esta robusta y expansiva haitiana cuenta que ya fue ilegal tres años en Santa Catarina, Brasil, y otro tanto en Chile, de donde se embarcó a la travesía continental que converge en Darién, cruza el istmo de Centroamérica, desemboca en Chiapas y tira más al norte. Pero aquí se despliega todo un aparato que intercepta a estos viajeros de la necesidad.
La bronca del viernes por la tarde se enfrío un tanto con la lluvia, y otro tanto con el ingreso de solicitantes. Los haitianos se quejaban como siempre del favoritismo por los africanos. Un grupo de hindúes procuraba no envolverse en disputas, pero, como muchos, aguardaban su regularización.
Entre las vallas metálicas, familias y grupos pululaban y muchos avanzaban hacia la pequeña puerta de la oficina migratoria en oleadas que hacían sudar la gota gorda, literalmente, al personal del Instituto Nacional de Migración. Los policías antimotines, con sus escudos, se mantuvieron a la distancia.
(Con información de La Jornada)