Juventud traicionada por el Estado mexicano
El Estado mexicano carece de una política hacia la población de jóvenes en el país y para colmo de males existe un deficiente sistema educativo, que está propiciando un futuro incierto a millones de jóvenes y que muchos de ellos interrumpan su formación académica.
Por falta de oportunidades y a temprana edad se enfrenten a la cruda realidad del desempleo, en virtud de que tampoco existe un mercado laboral con capacidad de absorber la mano de obra del sector juvenil.
Cada vez con mayor fuerza se acentúa la expresión que reconoce que a los jóvenes en este país se les ha robado el futuro y que no se muestra un interés del gobierno por transformar este estado de cosas. La sociedad mexicana vive una crisis generalizada no sólo de sentido y de valores sino también por una actitud que fortalece el conformismo y que oculta la voluntad de cambio.
En contrapartida, en la sociedad se manifiesta un discurso recurrente de preocupación y de apoyo a este sector, pero en la práctica se cierran los canales de participación de los jóvenes y se les cancela la posibilidad para que ellos sean actores protagónicos en la definición y construcción de su mundo propio.
Paradójicamente, en la sociedad existe el sentir de que los jóvenes son el futuro del país, pero cuando ellos deciden participar en acciones políticas rápidamente son estigmatizados y se les construye un estereotipo negativo de vándalos y con frecuencia se les criminaliza.
En este momento no existen opciones en el país para la mayoría de jóvenes. El desempleo es creciente; el sistema de educación pública universitaria no es capaz de absorber ni al 10% de la demanda potencial, pero el estudiante que logra ingresar a la universidad tampoco resuelve su futuro, pues la posibilidad de la movilidad social en el país se ha reducido y la mayoría de los egresados de la educación superior están condenados al desempleo.
En México se calculan más de 11 millones de NINIS (ni estudian ni trabajan), lo que confirma la falta de opciones que hay en el país y las condiciones socioeconómicas de la entidad son mucho peores por los niveles de pobreza y de desigualdad social que existe
En Chiapas, al permanecer cerradas las posibilidades de ingreso a la educación superior y el de mantener restringido el mercado laboral, el destino de los jóvenes es poco promisorio y sus decisiones quedan restringidas a posibilidades desesperanzadoras: quedarse en casa y convertirse en una carga para los padres; migrar, lo que confirma la ausencia local de esperanza; sumarse a grupos delincuenciales y en determinadas circunstancias, formar parte del ejército de la delincuencia organizada, en la que los jóvenes son la fuerza de sicarios; y una última posibilidad, muy restringida por cierto, es desarrollar estrategias de lucha y de protesta que pueden llegar a constituirse en conflictos permanentes, cargados con un profundo resentimiento.
El futuro es incierto para millones de jóvenes en el país y el Estado no termina de identificar ni de entender las problemáticas específicas y las demandas propias de este sector, situación que le impide elaborar estrategias de atención y de participación política. (Con informacón de José Adriano Anaya)