¿Cuál es el objeto de tanta violencia?
Chiapas históricamente ha jugado el papel de un laboratorio en la que se realizan experimentos sociales. Así fue desde el momento en que este territorio fue incorporado a la nación mexicana, en la que se vende la ficción que los chiapanecos se anexan a México por voluntad propia, cuando la realidad es muy distinta; la incorporación se debió por cuestiones de seguridad para trasladar la frontera del Istmo de Tehuantepec a 200 kilómetros más al sur y así evitar los peligros de una presión norteamericana tendiente a construir un canal en el Istmo.
Pero en el siglo XX, también fue un laboratorio para introducir el Instituto Lingüístico de Verano en Chiapas e iniciar la evangelización en las comunidades indígenas. Después antropólogos norteamericanos realizan estudios culturalistas en Chiapas, para estudiar la supervivencia de sociedades prehispánicas y a los auténticos indígenas. Años después un grupo de antropólogos mexicanos desarrollan estudios en Los Altos de Chiapas con la visión de integrar a la población indígena a la cultura nacional. A partir de allí se dio un fomento a la educación en las comunidades indígenas y se formó la primera generación de educadores indígenas en la que muchos de los formados en ese espacio se constituyeron en una nueva elite en los pueblos.
En 1994 surge en la entidad el primer movimiento altermundista, que ponía en crisis al modelo económico predominante y que ponía en entredicho la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio. Los sistemas de inteligencia en el país tuvieron la información de lo que se estaba gestando en las comunidades de Las Cañadas, pero todo fue ocultado hasta que el 1 de enero de ese año estalló la rebelión indígena zapatista.
En el 2000, Chiapas fue un laboratorio político, en la que desde las altas esferas del país se acordó la alternancia y ceder el Estado a los partidos de oposición; con la intervención gubernamental se constituyó una gran alianza de partidos con el fin de favorecer al triunfo de Pablo Salazar.
Hoy día Chiapas vuelve a ser un campo de disputa, en la que se deja crecer un conflicto magisterial, en un momento en que se sabía de la existencia de condiciones para generalizar la inestabilidad social.
La intervención de la PFP y la violencia institucional buscan generar el terror en la población y a su vez, el miedo y la incertidumbre suele conducir a que los sectores reaccionarios soliciten una intervención policíaca, en un Estado en la que ha sido recurrente la militarización, con la carga de violaciones de derechos humanos que esto representa.
Chiapas está siendo conducido por diversas acciones al caos y todo ello no es fortuito. De fondo hay un propósito por generar el desgaste en los grupos sociales, que justifique la represión.
¿Pero cuál es el móvil que propicia y justifique la violencia institucional? Las respuestas son desconocidas pero se puede interrogar sobre la importancia que puede tener Chiapas para la nación. En realidad la pobreza en la entidad está generalizada y pareciera que hay pocos intereses económicos para despertar la ambición sobre el territorio chiapaneco. Sin embargo el subsuelo del territorio chiapaneco posee una gran riqueza tanto en gas natural como en la minería, que representa una gran resistencia en las comunidades para su explotación.
Los intereses en torno al gas y la minería son internacionales y su explotación justifica por sí sola la intervención policíaca-militar en la entidad, en la que la lucha magisterial sólo es un pretexto para incendiar la entidad. (Diario Contrapoder en Chiapas, José Adriano Anaya)